Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Por F.M.J.
Otro 7 de Agosto ha quedado atrás y su trascendencia en nuestras vidas ha sido la misma de siempre: prácticamente nula. Tal vez haya sido un día especial para los deportistas capitalinos al verse privados de su adorada ciclovía o para los miles de policías que estuvieron parados todo el día por orden directa de la presidencia, para que los ciudadanos sintiéramos por un momento lo que puede llegar a ser una ciudad “segura”.
Sin embargo, para el grueso de los colombianos, la conmemoración de aquella batalla junto a una pequeña quebrada seca en la mitad de Boyacá no deja de ser un festivo más, de esos que abundan en el país del sagrado corazón, para estar en piyama todo el día, salir a almorzar, caminar por el parque o visitar a la abuela.
Lo paradójico del asunto es que apenas un mes atrás, las calles de nuestras ciudades y pueblos exhibían una explosión de banderas tricolores, así como los carros, los perros y los bebés.
De esta manera, la selección nacional de fútbol logró en menos de quince días, lo que ningún presidente ha logrado en doscientos años: generar en los colombianos un eufórico sentido patriótico.
No nos corresponde entrar a juzgar si este patriotismo era real, fructífero y duradero, pero al menos podemos constatar su efectividad a la hora de movilizar a las masas.
Al presidente Santos le faltó inteligencia, de esa que le ha faltado tantas veces en el pasado. En lugar de preocuparse por invitar cientos de líderes mundiales, primeros ministros y gobernantes de otros países, debió haber convocado al “profe” Pékerman, a James Rodríguez y demás miembros de la selección colombiana de fútbol. Debió hacerlos desfilar en caravana por toda la ciudad, para terminar su recorrido en la plaza de Bolívar.
De esta manera habría logrado que las calles estuvieran abarrotadas de banderas tricolor y personas vitoreando a nuestro mandatario.
Creo que el poco entusiasmo que manifestamos hacia las fiestas patrias, se debe a que los colombianos no nos creemos mucho ese cuento de la “independencia”. En primer lugar, no se entiende por qué motivo es necesario celebrarla en dos ocasiones diferentes, cuando el resto del planeta solo tiene una fecha, especial y verdaderamente solemne, para conmemorar el final de su esclavitud, yugo o sometimiento.
En Colombia, tanto el 20 de Julio como el 7 de Agosto, no son fechas para celebrar la libertad, ni para sentirnos orgullosos de haber nacido en este pedazo de tierra. Son fechas para recordar, en la primera, que somos un país adicto a las armas y dependiente de sus numerosas fuerzas militares para poder llevar una vida medianamente decente, y en la segunda, que nuestros gobernantes siempre han sido los mismos pillos de sangre azul, habilidosos con la diplomacia y con los discursos, que a punta de promesas vacías nos han mantenido en una absoluta dependencia económica, espiritual e intelectual.
Luck and death.
_____________________________________________________________________________
Síganos en:
Entradas anteriores:
– Viendo en vivo el ébola, el conflicto de Gaza y la bacteria más peligrosa del mundo
– Lo que habría que recordarle a algunos periodistas (sobre todo a Vicky y a Hollman)
– Cómo las empresas nos ven cara de pendejos
Persistir en la Búsqueda de la libertad, no ha sido fácil y no ha sido gratuito lo logrado hasta hora, debemos valorar siempre el sacrificio y el sufrimiento que nos ha costado para que se constituya en nutriente fértil para la elaboración de ese futuro promisorio que se merecen nuestros hijos.
Califica: