La última semana del año, con sus finales de ciclo y festejos variados, tiene el poder de intensificar las emociones que rodean nuestra vida. La felicidad, el compañerismo, la soledad, el interés, la plenitud, la melancolía, la ausencia, la depresión, la amistad, el amor. Los sentimientos brillantes parecen ser más luminosos, mientras que la oscuridad que tenemos se hace sentir con aún más dolor.
Quienes estamos lejos de nuestra familia, de nuestros seres queridos, vemos cómo la Navidad y la Nochevieja se convierten en fiestas agridulces, a veces difíciles. Aunque estemos disfrutando de las cosas diferentes que nos da el estar en un país extranjero, seguimos pensando en todo lo que nos hace falta de nuestras celebraciones tradicionales.
Por estos días me cuesta evitar la nostalgia de estar en Colombia, en casa de mis abuelos maternos, los mejores y más cariñosos anfitriones de las Navidades familiares. En mi imaginación está viva la imagen serena de mi abuelo, quien desde principios de diciembre marca el inicio de los festejos al sacar de su escondrijo la caja que contiene las figuras del pesebre.
Con la calma y seguridad de quien lleva décadas haciéndolo, se pasa el día entero construyendo la que para mí ha sido la mejor escena del nacimiento de Jesús que he visto siempre, y frente al cual se rezarán con panderetas y maracas las Novenas de Aguinaldos con el benignísimo dios de infinita caridad y el padre putativo de Jesús en sus versos inolvidables.
Mi abuela por su parte dedica el talento culinario de toda una vida a preparar deliciosas natillas y buñuelos, un anticipo de lo que será una copiosa cena navideña, inundando la casa de un olor que puedo sentir a kilómetros y años de distancia con solo cerrar los ojos.
Son épocas en las que me hace falta estar cerca de la alegría intensa de mi padre, la presencia reconfortante de mi madre, y la sensación de bienestar que da estar rodeado de mis dos hermanos. Son épocas de familia.
Extraño la reunión de Nochebuena, con tíos y tías y primos en torno al árbol. La expectativa de los más pequeños con los regalos, mientras de fondo suena la vieja canción donde un niño pregunta dónde están los juguetes. Las chispitas Mariposa y los alumbrados. Y esa sensación de pachanga que se vive en el ambiente porque llega la Navidad.
Hoy quiero compartir esta sensación de nostalgia con todos los que, como yo, quisieran regresar y no pueden hacerlo. Y brindar con ellos por los recuerdos de celebraciones felices en familia, por las risas, las anécdotas y los abrazos, por los regalos cariñosos y los besos de alegría: todas esas sensaciones que persisten en la memoria a través de la ausencia y pese a todas las fronteras, y que revivimos al estar lejos cuando termina otro año.
Felices Fiestas para todos, dondequiera que estén.
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Felices fiestas Juan Camilo!! Compartiendo el mismo sentimiento desde el Paralelo 50, viviendo más cerca de Santa Claus que de mi familia en Bogotá… Sin embargo, el hecho de la nostalgia, el hecho de tener vívidas imágenes en nuestros recuerdos, nos dice que hemos sido muy afortunados de haber podido vivir experiencias familiares felices, que han hecho de nosotros lo que hoy en día somos. Tal vez algún día, estaremos también añorando cosas que hemos podido conocer estando inmersos en otras culturas… Felices Pascuas, Feliz Año Nuevo y por favor, échate una cañita por mí el 31 y yo me tomaré un Crown Royal por tí!! 😉 Salud y felicidad!!!
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