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El trancón de la información

La promesa de la autopista de la información era que nos iba a ayudar a llegar pronto y fácil a la información que queríamos. La realidad (como suele pasar con todas las autopistas) es que nos quedamos en un trancón de información y sólo accedemos a la información que ella nos quiera dar.

Duré todo agosto sin conectarme a Facebook ni Twitter ni Linkedin ni Instagram para ver qué pasaba. Sí seguí conectándome a internet para revisar mi correo y bajar archivos, pero en ningún momento de todo el mes revisé mis redes sociales ni sus importantes mensajes para ver qué pasaba. Era una especie de extensión de mi pérdida de celular durante una semana y una copia del experimento que hizo la hermosa Adri cuando se desconectó de Facebook un mes.

No voy a decir qué pasó ni cómo pasó ni qué gran experiencia tuve, ya otra gente ha hecho experimentos más extremos y largos (como Paul Miller que duró un año sin internet – nada en absoluto, todo por correo postal etc) y esas historias son más interesantes que lo que yo pueda contar. Los experimentos de ese tipo ya han llegado a la conclusión de que, así como era una bobada rehusarse a leer libros porque se dañaba la memoria (Sócrates defendía esa idea: que la palabra escrita era una cosa terrible), también es relativamente inútil rehusarse a acceder a internet por creer que es un producto del Demonio de la Distracción.

No obstante, sí creo que dejar las redes sociales me tranquilizó por lo menos un poquito, y en realidad no me perdí de nada sustancial (y lo que casi me pierdo lo supe por otro lado). La teoría de la comunicación se inventó un término para esa angustia que tiene la gente ahora de «me tengo que conectar porque me voy a perder de algo»: FOMO (Fear of Missing Out), y se toman el trabajo de estudiar ese fenómeno porque sí que es común y sí que nos tiene jodidos (está también el JOMO – la alegría de perderse las cosas, sobre lo que escribieron un libro con portada color pastel entonces desconfíen… SIEMPRE desconfíen de un libro con portada color pastel).

Mi conclusión es que, en lugar de usar la autopista de la información hasta que quedemos inmersos en la congestión de la información, más bien deberíamos andar en algo así como la bicicleta de la información y, con eso, usar las cosas en su justa medida.

La bicicleta de la información
La bicicleta de la información es, entonces, usar la información pero no depender de ella. Es hacer que la información esté a nuestra disposición pero no estar a su disposición. Meterse a Facebook y Twitter con alguna frecuencia (como para no olvidar que su primo cumplió años y para no perderse ese meme del gatico con gafas que es tan tierno), pero no quedarse plantado actualizando para ver qué más hay ahí… en realidad, ahí no hay casi nada. Estar permanentemente conectado a Facebook porque de pronto sale algo super chévere (y qué tal que me lo pierda) es como estar mirando mi ventana todo el día esperando que una paloma se estrelle y así poder decir «uy, no sabe: hoy una paloma se estrelló contra mi ventana… y yo lo vi justo cuando pasó!». ¿A quién le importa?

Paloma 0 - vidrio 1

Otras cosas que les pueden servir:

– Mi post sobre la semana que duré sin celular

– Otro post que acabo de encontrar de una mujer que tuvo una experiencia similar y tiene datos chéveres.

– Un post sobre eso del JOMO (con colores pastel pero no tan terrible, con la dosis necesaria de desconfianza se puede leer sin problema).
– Mi twitter para que me sigan (porque hay que ser incoherentes):

– Un video que parodia el tema de los celulares (en inglés):

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