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Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Asesor Espiritual.

La espiritualidad es una dimensión de la vida que experimentada con profundidad trae frutos de libertad, plenitud y felicidad. Pero también presenta en su camino una serie de obstáculos que requieren ser superados. A continuación presentaré para la reflexión un listado de tentaciones.

Para una sana espiritualidad se requiere:

– Prevenir que la espiritualidad sea en un escape del mundo. Somos espirituales para ver mejor lo que nos rodea, para afrontar las situaciones de la cotidianidad y para disfrutar las maravillas a nuestro alrededor de manera intensa. Intentar huir de la realidad sería perderse el gran regalo de la existencia con todas sus posibilidades de gozo, aprendizajes y crecimientos. La llave de lo espiritual está en el agradecimiento por lo que hemos recibido en esta vida.

– Evitar que la espiritualidad se convierta en manipulación. Las vivencias espirituales se contagian por amor, por entusiasmo y por coherencia de vida; lejos deben quedar todos los intentos de fingir frente a los demás experiencias o dones que no se tengan. Engañar a los otros para hacerles creer o comprar ilusiones ocasionan en ellos mucho dolor y confusión. La honestidad debe ser una nota distintiva de una persona que busca un sendero de espiritualidad auténtica.

– Estar atentos para no caer en engaños. La espiritualidad no es una moda o una marca con la que se nombra a cualquier cosa. En la actualidad, se mira todo un elenco de ofertas “espirituales” de diferentes orígenes, empaques y hasta precios. Muchos cursos, talleres o “maestro” prometen iniciar, acompañar y hasta sanar, pero al finalmente las personas quedan igual o peor de hundidas en su engaño y en su soledad. La espiritualidad es un regalo en gratuidad que inicia desde el contacto con el maestro interior en la escucha atenta y el silencio. Es por eso que debemos estar muy atentos al escoger nuestros guías.

– Apartar los caprichos e intereses particulares. Cuando en una espiritualidad se pierde la comunión con los otros seres y comienza a primar los intereses individualistas, esa experiencia debe revisarse, ya que puede ser un juego del ego, una trampa de la soberbia de pensar que no necesitamos de nadie o que podemos alcanzar estado superiores desconociendo la comunión que tenemos con los demás. Entre más profunda la espiritualidad, más amorosa y servicial se vuelve con los hermanos y con la creación.

– Identificar el peligro del orgullo de creerse espirituales. A las personas espirituales se les nota y una de sus principales características es la humildad y la serenidad. No tienen necesidad de ir vociferando que lo son, exigiendo reconocimiento o adulación y mucho menos explotando a sus seguidores. Las personas espirituales son como el oro y su valor se prueba en el fuego, en la incomprensión y en las dificultades donde pueden mostrar su bondad, su generosidad, su armonía y en medio de sus luchas espirituales traer sabiduría y paz a sus semejantes.

– Dejar la incoherencia y dar testimonio. Las enseñanzas aguantan todas las buenas intenciones. Las personas espirituales serán juzgadas no por su doctrina, sino por su coherencia y sobre todo por el testimonio de compresión, misericordia y compromiso solidario. El mundo actual está cansado de palabras, está cansado de promesas salvadoras, y solo quiere la sencillez de hombres y mujeres que viven en equidad y transparencia lo que creen, lo que piensan, lo que hacen y lo que asumen radicalmente. La humanidad necesidad de héroes, de puertos seguros en quien confiar, de modelos de vida y de personas valientes que hacen que la esperanza vuelva a surgir en medio de la oscuridad.

– Ir más allá del turismo espiritual. El pasear de la practica de una corriente a otra sin comprometerse seriamente con ellas, correr de taller en taller sólo por buscar sensaciones emocionales, escuchar conferencias sin entenderlas realmente, hacer mezclas espirituales sólo por de curiosidad o la novedad y no dejarse acompañar seriamente llevará, en muchas ocasiones, a llenarse de experiencias inútiles y de bolsillos vacíos sin cambios reales de conciencia. Estas misma personas terminarán criticando a sus maestros y escuelas cuando no se adapten a sus gustos personales. El consumir productos “espirituales” requiere de mucho discernimiento e información, pues sin saber qué efectos tiene una formación espiritual se puede caer en una desilusión profunda y en los casos más graves en daños irremediables a nivel físico, psicológico o emocional.

En resumen, la vida espiritual es una experiencia profunda del amor, es sentir la divinidad en nosotros mismos, encontrar sentido a la existencia y el dejarse alcanzar por Dios para vivir en su santidad y comunión.

Que los ángeles y los maestros espirituales los acompañen en su camino.

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