
Somos «Turistas de Instagram» y eso nos está arruinando los viajes
No viajamos, producimos contenido. No miramos, encuadramos. No vivimos, posamos. En algún punto, el placer de descubrir un destino fue reemplazado por la necesidad de capturarlo para los demás.
Y lo digo con absoluta honestidad: yo también caigo en esto. ¡Más veces de las que me gustaría admitir, la verdad! Hay un momento en cada viaje en el que dejo de disfrutar para empezar a producir. Miro un paisaje y, en lugar de absorberlo, pienso en el encuadre. Me sirvo un plato increíble y, antes de probarlo, ajusto la luz. He estado en lugares espectaculares, pero a veces dudo si los vi o solo los fotografié.
También he esperado a que la plaza se vacíe para tomar la foto perfecta, también he repetido una toma porque «salí con la cara rara», también he sentido que un lugar “no vale la pena” si no es fotogénico. Nos pasa a todos, porque la validación digital se ha vuelto parte del viaje.
Viajamos con una lista de “instagrameables” y dejamos que el algoritmo nos dicte la ruta.
La experiencia real queda en segundo plano, porque lo importante no es estar allí, sino que los demás sepan que estuvimos. Y lo más irónico es que buscamos autenticidad en imágenes perfectamente calculadas.
El problema no es solo la obsesión con la imagen perfecta, sino lo que sacrificamos para conseguirla: la espontaneidad, el asombro genuino, la posibilidad de perdernos sin la necesidad de documentarlo todo.
Como bien lo dijo Susan Sontag, “coleccionar fotografías es coleccionar el mundo”, pero cuando solo viajamos para coleccionar imágenes, el mundo que experimentamos se vuelve más pequeño, más predecible, más artificial.
No nos hagamos los inocentes. Hemos cambiado la experiencia por la estética, la emoción por la evidencia. Ya no se trata de guardar un recuerdo, sino de fabricarlo.
Escribo esta columna después de pasar la tarde entera organizando mi Google Fotos con miles de imágenes. La escribo como un llamado de atención a mi misma. Quiero que viajar ya no se trate de (sólo) tomar fotos, sino de ver, escuchar, oler, saborear, curiosear y tocar.
Porque si al final del viaje solo nos quedan imágenes editadas y no recuerdos vívidos, quizás el viaje nunca ocurrió de verdad.
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