Estar seguros de algo, muy seguros, puede ser un problema. Te voy a explicar por qué. Sé que la certeza nos encanta, nos hace sentir en control. Decimos, yo sé esto e inmediatamente, creemos estar al mando.
Pero, te voy a contar la otra historia de la certeza. Anoche terminaba un libro de Brendon Burchard, y él dice que la caída de grandes líderes, usualmente ocurre por tres razones: sentirse superiores, sentirse insatisfechos y creer demasiado en la certeza.
En mi propia vida, encuentro que ser consciente de lo poco que sé, me da libertad. Cuando digo «no sé» me libero. No sé por qué pasa lo que pasa. La vida es un misterio insondable y mi mente comprende muy poco. Lo reconozco.
Entiendo que nuestra sicología humana busca certeza porque comprender es controlar. Por eso, decimos cosas como: ella tiene cáncer porque gritaba mucho. Quisiéramos que la vida fuera una simple formula de causa y efecto, una que podamos entender y aprobar.
La certeza es peligrosa porque nos convence de que no hay más lugar para la exploración. Ya no indagas más y eso, siempre, viene con sus riesgos. Es un estado fijo de la mente, que no permite espacios de crecimiento. Es como un archivo cerrado y ya no queda nada más para decir. El problema: es difícil de mantener. Estás jugando a Dios. Dices que sabes, que estás segura, sabes porque pasa lo que pasa, y de repente, cuando algo se sale del plan, tu vida se derrumba.
Por eso, te dejo esta inquietud hoy. Experimenta con no saber y libérate.
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