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Te escribo en el último día del año más extraño que recuerdo.

Decido enfrentarme con la página en blanco porque quiero aterrizar en palabras algo de lo enorme de un año que escapa de nuestra comprensión. No te he escrito antes porque no he podido. El 2020 fue una ola salvaje, una sacudida. Absorbí tanta información que no supe qué decir, de qué escribir.

No quise ser más ruido, hablar por hablar. Entre conjunciones planetarias y verme, de repente, viviendo en un nuevo lugar, un pueblo de flores y de cactus, con la bóveda celeste más hermosa, me percaté de una gran necesidad por detenerme. Se suma el hecho de que mi cuenta de Instagram fue hackeada y perdí ese espacio para compartir. Sí, me costó aceptar la pérdida. Pero han pasado los días y este silencio obligado me recuerda que todo fluctúa y que es mejor aprender a desprenderse porque la vida es un juego de formas que van y vienen. Si me agarro muy fuerte sufro. Para muchos, ha sido un año para reencontrarnos con las cosas que verdaderamente importan. Un año de muerte y renacimiento, de afrontar la impermanencia y la vulnerabilidad. Ha sido precioso y necesario. Nuestro trabajo es continuar y confiar en la vida con más arrojo. La estabilidad en la cual nos apoyábamos se derrumbó, qué gran noticia.

PS: Abrí una nueva cuenta de IG (@fm.camila) te invito a seguirme ahí. Un abrazo y un feliz año nuevo, Camila www. francamaravilla.com 

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