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Con los resultados proyectados por la Misión de Internacionalización, el país y más específicamente, el empresariado junto con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo deberían estar alarmados. Es pertinente que la Misión de Internacionalización lleve ese nombre, pues al parecer, Colombia sigue completamente cerrado y luego de 30 años de apertura, no hemos logrado insertarnos en los mercados internacionales de manera determinante ni mucho menos consistente. En 1991, cuando César Gaviria exclamó en su posesión como Presidente: “Colombianos, bienvenidos al futuro” en aras de anunciar la apertura económica del país al mundo, Colombia estaba mucho más abierta a los mercados internacionales de lo que se encuentra hoy, 30 años después. 

La Misión de Internacionalización, más allá de arrojar soluciones de política pública, nos recalcó los problemas que tiene la arquitectura institucional y económica del comercio exterior en Colombia. El diagnóstico general -y evidente- es que tenemos una baja integración comercial con el mundo, debido a una precaria participación en las cadenas globales de valor, un muy reducido aporte de las multinacionales en la generación de empleo y una representación de la tercera parte del promedio mundial de las exportaciones. Aún más triste es el bajo valor que representa la inversión extranjera directa (IED) en el empleo. Mientras en Argentina, Brasil y Chile, la IED aporta el 8%, 11% y 14% del empleo, en Colombia solo contribuye con el 2,2%. Esto, lejos de ser una realidad positiva en cuanto a la capacidad de generación de empleo de las empresas locales, revela que el país no tiene la capacidad de atraer inversión internacional. 

Las empresas no escogen a Colombia como destino de inversión porque tenemos una inestabilidad fiscal constante -¿qué hace un inversionista en Colombia si cada año hay una reforma tributaria?-, tenemos una estructura tributaria que recae primordialmente en las empresas con altos impuestos corporativos y tributos extraños -como el impuesto al patrimonio- y no en las personas. Además, no ofrecemos un ambiente de negocios comparable con el de otros países de la región como Chile y México. Para atraer empresas es necesario hacer una nivelación fiscal que permita a Colombia generar una oferta de valor tributaria respecto a sus pares de Latinoamérica, capacitar mano de obra para las operaciones requeridas -principalmente programación y capacitación para atención en BPOs- y simplificar la tramitología para la creación y radicación de empresa en el país. 

Otra problemática resaltada por la Misión fue la ausencia de vocación exportadora y la poca diversificación de nuestro aparato productivo. A pesar de promover la integración mediante acuerdos comerciales, seguimos siendo una de las economías menos integradas de la región. Hemos firmado 16 acuerdos comerciales que le dan acceso preferente al país a más de 60 economías que juntas representan el 60% del PIB mundial. Sin embargo, el uso de estos acuerdos ha sido nulo debido a que los costos de exportación son muy altos. Mientras que en países con economías emergentes como Vietnam y Filipinas, las empresas exportaron el 20% de sus ventas, en Colombia apenas el 6%. 

La Misión de Internacionalización le dió a Colombia un catálogo de problemas que eran evidentes y que si el Ministerio de Comercio hace bien su trabajo, ya debía conocer. Pero también especificó un esquema considerable de soluciones. Ojalá el Presidente Duque en su último año le apueste a la internacionalización y más al comercio exterior. A lo mejor él gobierno no lo sabe, pero en esto recae la solución al problema que agobia hoy a todos los colombianos: el desempleo. Si Colombia explotara su capacidad de exportación, el desempleo disminuiría al menos 10 puntos. Indudablemente tenemos la solución en nuestras narices, será deber de este gobierno ver si la aprovecha, o como todas las otras oportunidades, las deja pasar.

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