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Colombia, país del sagrado corazón de Jesús, acostumbrado como pocos a soportar frustraciones laborales, políticas y deportivas, no ha sido de ningún modo ajeno a las musicales.

¿Cuántas veces hemos oído o visto anuncios hablándonos de grandes espectáculos protagonizados por una constelación macroscópica de estrellas que al final, sin explicación alguna, jamás arriban al territorio nacional?

La historia, tal vez, esté ligada a una suerte de mitomanía comercial, o quizá a un excesivo optimismo.

El primer anuncio fallido tuvo lugar, por allá en 1969, cuando se habló en prensa y radio del venidero arribo de los Beatles patrocinado por Croydon S.A. Noticia ésta del todo infundada en tanto los cuatro de Liverpool habían dictaminado dos años atrás la fulminante sentencia de no presentarse nunca jamás en vivo.

Desde entonces, como si se abriera un grifo mágico y mentiroso, las fábulas del rock y el espectáculo aparecieron por doquier.

Algunos aseguran que Lennon estuvo en Cartagena. Otros dicen que Charles Mingus pernoctó en Tolú, sin decírselo a nadie. Y que los ya mencionados greñudos hicieron escala en El Dorado, de camino a Brasil (en donde nunca estuvieron). O que Milo estaba en capacidad de contratarlos para una presentación exclusiva.

Pero las especulaciones no terminan ahí. Hay quienes aseguran que Elvis fue visto alguna vez en la carrera séptima de Bogotá y también quienes dicen que Santana se alojó en Riohacha en calidad de incógnito, y que esa había sido la inspiración para escribir Guajira.

Otros hablan de una visita intempestiva y fugaz de Kiss a Villa de Leyva con recorrido por la plaza empedrada incluido. O de la presentación de los Stones en la hacienda de un “multimillonario hacendado” (léase Carlos Ledher) coreada por medios tan prestigiosos como Semana, aseverando que su finca de Pereira sería “testigo de unos de los más caros shows del mundo”.

Y qué decir de la contratación de Michael Jackson, auspiciada por Pepsi, en el marco de su gira mundial de 1993, certificado entonces por el gerente de mercadeo de la firma, Pedro Felipe Scarpetta, quien afirmó que las posibilidades de contar con su presencia eran “de un 85%”.

Son muchos también los que afirman haber visto a John Lennon deambulando por Cartagena, o a alguno de los hermanos Galagher paseándose desprevenido por los corredores de In Vitro. La nacionalidad caleña de la madre de Prince también ha sido recurrente tema entre propios y extraños.

La isla bonita, de Madonna, fue según ciertos desinformados, inspirada en un viaje realizado por la diva en los 80 a San Andrés, a la vez que Iggy Pop hacía pareja con una residente de Cedritos.

En 1989 fue bien sonada la cancelación del concierto de Rod Stewart so pretexto de “problemas de orden público” con el real propósito de ocultar la triste verdad de no haber cumplido con el mínimo aforo posible de localidades vendidas.

Muchos fanáticos de la línea dura tuvieron que soportar estoicos el triste hecho de no poder ver a Iron Maiden, por motivos indeterminados. En fechas recientes fue bien sonada la tentativa presencia de The Cure en suelo colombiano, esperanza rota demasiado pronto como para forjar vanas ilusiones.

El caso es que el tercermundismo, que es una epidemia que contagia a todas las esferas de nuestra sociedad, y a la que la música no puede sustraerse.

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