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Acto I: En el país en donde vivo

En el país en donde vivo la mayoría del pueblo parece estar satisfecha con aquel a quien llaman “mi presidente”. Tanto así que si de ellos estuviera lo dejarían ahí hasta el lejano final de sus días. Y más… En el país en donde vivo la gente se fascina con las historias de matrimonios y compromisos rotos de sus hijos, con los lugares en donde sus ministros vacacionan, y con sus proclamas patrioteras de ‘Colombia soy yo’.

Los habitantes del país en donde vivo creen que Claudia Gurisatti, y Darcy Quinn y Pirry los mantienen informados.

En el país en donde vivo aún hay quienes creen que la lucha es entre malos y buenos. Y todavía peor, hay quienes están seguros de ser del segundo bando. En el país en donde vivo algunos viven convencidos de que el narcotráfico se está acabando y que la paz ya viene.

En el país en donde vivo la televidencia gusta de cebar sus mentes con vastas dosis de mediocres seriados e informativos con los que se ríe o con los que cree estar pensando. En el país en donde vivo el periodismo serio está, como casi todo, en manos de una dolorosa minoría.

En el país en donde vivo los dos equipos balompédicos de la capital, y sobre todo sus dirigentes, son un desastre. En el país en donde vivo el Director Técnico del seleccionado nacional de fútbol sólo comienza a quejarse cuando se sabe amenazado, porque algunos de los hombres a su cargo, aquellos a quienes él mismo ha escogido " no sienten la camiseta".

En el país en donde vivo se roban tapas de alcantarilla, cuadros de goya, cables de luz eléctrica y casi todo cuando pueda verse y tocarse.

En el país en donde vivo, la gente se enorgullece hasta la náusea de Juanes, Shakiras y Cabas, suponiendo ingenuos que son ellos los más grandes embajadores de lo nuestro. Y les esculpen monumentos, y les compran discos, y los condecoran, y los aplauden sin descanso. Y los postulan para el Nobel de la Paz. En el país en donde vivo Ingrid es la encarnación contemporánea de Policarpa Salavarrieta o Manuela Beltrán.

En el país en donde vivo son más importantes los superclientes y los usuarios VIP que los ciudadanos.

En el país en donde vivo tenemos la hospitalaria costumbre de maquillar la pobreza de nuestras ciudades, si de agasajar a un huésped de honor se trata. Si viene algún dignatario internacional la pobreza desaparecerá por unos días. En el país en donde vivo una operación perfecta es aquella en donde se suplanta a miembros de la Cruz Roja Internacional con el peligroso fin de disuadir al enemigo, sin pensar que algún día van a dejar de creernos.

 

Acto II: De lo que pocos hablan

De lo que pocos hablan en medio de esta maraña de intereses, utilitarismos y explotación entre miembros de la misma especie, es de las infamias de nuestro sistema crediticio.

De la concentración aberrante de la riqueza y de los bienes elementales para la supervivencia en las manos de un minúsculo porcentaje de la población colombiana.

Del hurto consentido entre los grandes empresarios del país y el Gobierno mismo, y de las políticas de Estado tendientes al favorecimiento de los más fuertes. 

De unos medios polarizados, banalizantes y gobiernistas regidos por los mismos de siempre. De un poder repartido entre los tataranietos de quienes desde hace 200 años han sido dueños del país.

Del éxodo incontenible de jóvenes que se marchan, en procura de vacunarse contra la oleada de frustraciones por venir.

De la cantidad de colombianos solicitando una visa para irse de aquí, y de la correspondiente cantidad de rechazos escupidos en sus rostros por la mayoría de los funcionarios consulares.

De las explotadores y monopolísticas empresas de servicios públicos que se diseminan sus tentáculos tiránicos por todo el territorio nacional.

Del amiguismo y el tráfico inmoral de influencias que impera en casi todas las esferas de nuestra vida, y que anquilosa las dinámicas de movilidad social y de trabajo.

Del hecho de ser una potencia hídrica del mundo y no obstante vender el agua, que en la mayoría de los casos no es potable, a precios  impensables.  

De la vergonzosa condición de hacer parte de la lista de países mantenidos, en tanto la mayor parte de nuestras divisas proceden de aquel pariente desesperado que huyó a otra parte y que nos gira divisas a través de Western Union, porque Datacrédito, la hipoteca y el arriendo no dan espera. De la mitad olvidada del país de la sólo venimos a acordarnos cuando ya vienen a secuestrarnos, con un fusil en sus manos.

De eso es de lo que pocos hablan, porque al final, lo importante es que nuestro presidente siga ahí y que Colombia seamos todos: Sobre todo él. ¡Aberrante, Presidente!

andres@elblogotazo.com
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