Los Almacenes Víctor
1929
Don Manuel José -hombre de empresa y excepcional visionario del mundo del entretenimiento- vino a la tierra con dos propósitos fundamentales.
El primero era explicar a los bogotanos de entonces las ventajas de llevarse la música empaquetada a sus hogares, sin tener que depender de los caprichos, borracheras e indisposiciones del cuarteto, orquesta o serenatero de turno. Es decir, los potenciales beneficios de la grabación por encima de la interpretación al vivo.
El segundo fue la diseminación masiva de las artes interpretativas mediante el uso de las ondas de radio.
Y para cumplir con ambos apostolados procedió de acuerdo con sus sueños. Primero fundó un expendio de equipos para la recepción y la reproducción del sonido. Lo llamó Almacenes Víctor y lo convirtió en la primera gran tienda de discos, radios y gramófonos de la ciudad. Allí se distribuían grabaciones de repertorios locales prensadas por las disqueras norteamericanas Víctor, Brunswick y Columbia.
Luego -en sociedad con la casa Víctor de Estados Unidos- creo la legendaria Voz de La Víctor, emisora que prevaleció en la banda de amplitud modulada y en la de onda corta por más de cinco décadas.
Fue inaugurada el 7 de agosto de 1926, aún con muy pocos radioreceptores en la ciudad, por lo que el precavido de don Manuel J dispuso algunos altoparlantes en la sucursal de sus almacenes de la plaza de Bolívar para su lanzamiento.
Así, con radioestación y tienda de discos en su poder, los alcances multimediáticos del negocio de don Manuel J estaban asegurados.
Pero don Manuel J fue aún más lejos. Por ello reforzó ambos productos con la publicación de cancioneros distribuidos en los salones de sus almacenes.
Cuando el Estado comenzó a volver sus oídos hacia esta nueva forma de comunicación, al fundar la HJN -primera estación radial inscrita dentro del contexto del proyecto de cultura aldeana de don Daniel Samper Ortega- don Manuel J aprovechó la circunstancia para mostrar a la ciudad las ventajas de la radiodifusión y para abrir las puertas de su establecimiento a cada uno de los capitalinos, según su rango, poder adquisitivo y abolengo, en una franca muestra del elitismo, de aquel que desde entonces imperaba en nuestra sociedad.
Por tal razón, la tarde en la que se prendieron los transmisores de la emisora oficial, don Manuel J publicó un destacado en uno de los dos diarios más importantes del país, cuyo mensaje rezaba:
«Manuel J. Gaitán
Propietario de los Almacenes Víctor
Se permite avisar al público bogotano que esta noche, a las 8, dará en sus almacenes dos audiciones de radio, en los maravillosos aparatos de la Victor Talking Machine Division of The Radio Victor Corporation of America; con motivo de la inauguración de la Estación Radiodifusora de Bogotá, así:
Una para el público en general, en la sucursal de la plaza de Bolívar, y otra privada dedicada a la aristocracia bogotana, en la casa principal, Calle Real, Nros 432-444″.
El Tiempo, Septiembre 5 de 1929″.
Las coordenadas de la Calle Real, a la altura de los Almacenes Víctor, concordaban -si las nuevas direcciones no traicionan la memoria colectiva- con las del edificio Liévano, zona correspondiente a la actual carrera Séptima No. 11-51
Pero volvamos a la Víctor. Entre los legendarios hechos acontecidos en su seno estuvo la última aparición radial del gran Carlos Gardel, quien ante un micrófono Western cantó por última vez los compases de la triste ‘Tomo y obligo’ en vísperas de su trágica muerte antes de perecer carbonizado después de una misteriosa colisión entre dos aviones. Fue un 23 de junio de 1935.
El señor Gaitán -de quien hoy pocos hablan- inculcó pues en nuestras gentes la cultura del disco como industria, y el hábito del entretenimiento masivo como nueva costumbre entre el perplejo pueblo cachaco.
Por tal razón hizo uso entusiasta de vitrinas ingeniosas con el fin de atrapar la atención de transeúntes. Una de las memorables fue la alusiva al señor Francisco Echeverri Duque (gerente y principal accionista del legendario Hotel Granada). En ésta aparecía dibujado el exitoso empresario antioqueño frente al elegante hotel del que era administrador, todo ello para promocionar el legendario ‘Pachito eché’, escrito en su honor por el gran Wolfano Alejandro Tobar García.
Alguna vez don Amadeo -uno de los clientes habituales de los Almacenes Víctor- se presentó ante el despacho de don Manuel J con una dicotomía complicada a cuestas. Muy angustiado, el pobre hombre preguntó al propietario si conocía de algunos musicastros especializados en serenatas románticas urgentes.
Don Manuel J. le preguntó de dónde venía su interés por encontrarlos. Don Amadeo le explicó que su mujer parecía estar harta de él, que la posibilidad de un próximo abandono salpimentado de infidelidad lucía cercana, y que sólo un buen recital podría salvarlo.
Entonces don Manuel J arremetió en su intención de convencerlo de que era más una decisión más rentable, práctica e impactante -aunque sin duda también un tanto menos romántica- adquirir una victrola que dar una serenata.
-Le ruego me perdone por ser tan franco, don Amadeo. Pero… ¿le molestaría decirme de cuánto dinero dispone para los músicos? -le preguntó.
-De 70 pesos. Son todos mis ahorros.
-¡Eso es más que suficiente, don Amadeo! Pero no vaya usted a malgastarlos en serenatas. Invierta bien sus pesos. ¡Compre una Victor Talking Machine! Así, en lugar de ir por el trío al Café Pensilvania cada vez que usted y su mujer discutan, y gastar 70 por pelea conyugal, tan sólo tendrá que venir con uno o dos pesos, cada vez que sea necesario para comprarse el disco que quiera. De encime le hago una dedicatoria por La Voz de La Víctor y le regalo un cancionero Víctor. Véalo así: ¡Los músicos se mueren! ¡Los discos no!
Discos Daro
1963
-Usted entenderá, señor Daro, que este es un escenario sagrado, en donde la música -la más noble de todas las expresiones generadas por la ilimitada inspiración humana- alcanza su más alto punto de refinamiento. Y que por tanto, al Teatro no le quedaría bien andar abriéndole la puerta a cuanto grupo de muchachos venga a aporrear un piano, a rasgar una guitarra o a azotar un tambor. Hay que ser selectivos.
-Pero, doña Cecilia. ¡Los tiempos están cambiando! Cuando menos lo pensemos nosotros dos seremos abuelos. Y si la gente como usted o como yo seguimos negando a los más jóvenes la posibilidad de tocar y de grabar músicas nuevas, los negocios como su teatro o como mi disquera van a desaparecer en 50 años. Ellos merecen una oportunidad.
-Por andar dando oportunidades yo puedo quedarme sin empleo, y usted sin empresa, señor Daro.
-¡Simón! Dígame ‘Simón’.
-Señor Simón: Yo no tengo opción. Esto puede salirme muy caro. De hecho, puede ‘salirnos’ muy caro a usted y a mí. ¡Imagínese a esos desadaptados cantándole ‘Cuchipe’ en francés al distinguido público del Colón y profanando la sagrada lengua gálica con su ‘Je viens de Chiquinquirá, Ou j’ai tenu une promesse!’.
-¿Y no se supone que somos, o que fuimos la Atenas Suramericana, y que nuestros artistas deben mirar hacia horizontes internacionales? Si el asunto es de dinero, estoy dispuesto a pagar lo que usted considere necesario por el alquiler del local.
-No es asunto de dinero. ¡Es de prestigio y de tradición!
-Piense en lo prestigioso que se volvería su teatro si aquí tuviera lugar el primer gran concierto de un conjunto de talentosos jóvenes bogotanos haciendo twist, rock and roll y bossanova colombiana. ¡Hasta vamos a grabar el disco en vivo! Yo sé que usted y yo podemos hacerlo. Sé que algo se le ocurrirá.
Doña Cecilia Fernández de Soto, directora del Teatro de Cristóbal Colón, epicentro de la lírica y las artes dramáticas en la ciudad desde tiempos republicanos, hizo en su mente un veloz inventario tentativo de qué clase de negocio podría hacer con el judío millonario al que tenía por interlocutor, lo suficientemente atractivo como para salir indemnizada de la lluvia de verduras que habría de sobrevenir por sobre el proscenio del honorable claustro, tras la presentación de Los Daro Boys.
-Hagamos un trato, Simón: Yo le dejó presentar a los muchachos. Y le dejo grabarles sus alaridos. Y usted, para honrar las memorias de los grandes maestros, cuyas almas en paz se verán violentadas por las notas del rock and roll y de la bossanova colombiana -que a usted tanto le gustan- me dará a cambio el bello busto de Beethoven, que hoy adorna su despacho en la disquera. Por lo demás no pienso cobrarle ni un solo peso.
-¿Es esto un soborno escultórico, doña Cecilia?
-Digamos que es un pago previo por posibles daños y perjucios.
-Si eso es lo que quiere a cambio de que ni su industria ni la mía se acaben, entonces lo tendrá.
Una semana después, Mauricio Posada -guitarrista y compositor líder de Los Daro Boys- iba junto a él, del lado derecho de la silla trasera de un taxi Chevrolet Bel Air, separado tan solo por la efigie en bronce de don Ludwig, difunto mentor desde el más allá de este proyecto demencial, consistente en presentar una banda de adolescentes en el más consagrado escenario de la ciudad, al que hasta la fecha sólo se podía ingresar vestido con guantes y traje de gala.
El comienzo de sus carreras para Los Daro Boys (bautizados así en honor a su mecenas) no había sido ni glamoroso ni lucrativo. Aunque ya habían tocado en el Hotel Tequendama, y en algunos otros escenarios importantes, el mayor pago recibido a cambio de su actuación había sido el vestido que cada uno de ellos quisiera, confeccionado por las prodigiosas manos de Valdiri. Pero con todo y los malos presagios se subieron a las tablas del Colón.
Para fortuna de la memoria, todo el sonido quedó consignado el primer gran momento del proto rock and roll en vivo en nuestro país: ‘Los Daro en el Colón’, álbum prensado por la visionaria firma Discos Daro.
Un Beethoven de Bronce pagó el precio al sacrificar su alma romántica por esta causa profana de ver a unos jóvenes excéntricos interpretando sus ‘standards’ del ‘West side story’, su versión particular de ‘The saints’, y sus excéntricas composiciones originales.
Fue así como twist, bossanova y proto rock and roll sonaron por la primera de las veces, una sola noche, en el inviolable Teatro Colón. Y lo que sigue es rock and roll.
El Gramófono
1989
La primera vez que sostuve en mis adolescentes manos un disco compacto fue -confiándome en mis recuerdos- por allá en 1989.
Ocurrió en la zona destinada a las oficinas administrativas de Unicentro, área hoy ocupada por la remozada plazoleta de comidas del clásico centro comercial, desde cuya terraza puede contemplarse una buena parte de esa pequeña fracción de tierra, que es nuestra ciudad, hacia el nororiente.
Un hombre maduro, de pelo casi blanco y modales de ‘dandy’ tenía -en el mayor sigilo- un expendio de ventas de discos por catálogo.
Aunque éramos pocos los que lo sabíamos, este caballero manejaba un volumen de ventas acaso equiparable al de las entonces inaccesibles tiendas de música de grandes superficies.
Para quienes hasta entonces nunca habíamos salido de Colombia, pensar siquiera en tener acceso a un Virgin Megastore, a un Tower Records, a la tienda HMV de Oxford Street, o -mejor todavía- a alguno de los almacenes subterráneos para coleccionistas de Bleecker Street, en Nueva York, o del Soho londinense, era un sueño esquivo.
Pero ahí, en su pequeña y curiosa tienda, que más lucía como el despacho de algún corredor de la desaparecida Bolsa de Valores de Bogotá, estaba todo, o casi todo lo que queríamos o podíamos encontrar.
El local llevaba por nombre El Gramófono, título al que siempre encontré consecuente y considerado con la historia. Porque bien habría podido tener una triste razón social del tipo ‘Sonido digital’ o del todo genérica y por tanto desprovista de encanto, tal como ‘Discos importados’.
En un par de catálogos escritos con diminuta letra, pude alguna vez encargar el ‘Sgt. Pepper’ y el ‘White Album’, primeros dos trabajos de mis adorados cuatro a los que logré acceder en el novedoso formato CD. O la edición especial de la gira de 1989 del ‘Flowers in the dirt’, de McCartney.
Las oficinas de Unicentro se fueron y con ellas la figura de este hombre cuyo nombre lamento no recordar, pero a quien debo algunas piezas de colección que nunca he visto en ningún lugar distinto a su despacho o a mi propio hogar. Me pregunto qué será de él.
La Musiteca
2009
Alguna vez. Antes de que a cierta administración se le ocurriera pensar en algo denominado espacio público. Antes de ver desfilar por nuestras calles a legiones enteras de policías y de recuperadores a ultranza de aquello a lo que nunca creímos nuestro, hubo un lugar al que cariñosa y simplemente solíamos llamar ‘casetas de la 19’.
Se trataba de un gran núcleo en el que los fanáticos de la música y los libros raros y curiosos nos dimos cita durante los 80.
Era una seguidilla de quioscos de lata, todos pintados de color azul cielo, en los que además de Algebras de Baldor; de manuales de inmunología clínica de segunda mano y a mitad de precio; o de ‘cuentos’ ya viejos de Archie o Acuaman, había grabaciones discográficas exclusivas. De esas a las que nunca veíamos exhibidas en las vitrinas de Prodiscos, de Discorama o de Bambuco. Iban desde el Edificio Barichara hasta la Séptima.
Gracias a los disqueros de la 19 -algo así como una pequeña Carnaby Street, o como alguna calle del Village a la criolla- muchos desadaptados bogotanos supimos que hubo una banda llamada Gentle Giant; que Pink Floyd era más que un ladrillo en la pared; o que antes de ser la banda pop de Phil Collins, Genesis se constituyó en uno de los más sui generis ensambles del rock progresivo.
Ahí, en 1984, siendo un precoz comprador de discos con escasos ocho años de vida, en busca de una edición venezolana de Rubber Soul a la que estaba pagando a plazos, tuve el honor de conocer al maestro Luis Villa Hinojosa, quien era autor del mural pintado sobre las latas azuladas.
Allí tuvieron su almacén Brando, Vicente, José Filiberto y otros más. Allí se dibujaron sobre la hojalata gruesa los estandartes de Mort Discos, Top Musical, Abbey Road y otros más.
Allá conseguí algunas copias inglesas, norteamericanas y mexicanas de los más importantes álbumes de mis adorados Beatles, aquella banda por la que deliraba.
Allá trabé conversaciones extensas con Gonzalo, acerca de cuál podría ser la agrupación inglesa más importante, aparte de las dos indestronables. Allá pedí a Vicente reconsiderar el alto precio exigido por cierto ejemplar rayado del «This years model» de Elvis Costello. Allá soporté la mitomanía truculenta de Brando y sus leyendas y productos falsificados.
En ese lugar compré la discografía completa de León Gieco y tuve alegatos con el Doctor Rock acerca de cuándo se inició en realidad la historia del rock nacional. Y allá, también, me convertí en visitante infrecuente del difunto Saúl Álvarez y su Musiteca.
Muchos deben haber oído hablar de sus bandas favoritas por primera vez de boca de Saúl, quien estuvo por ahí desde 1980 y a quien debe reconocerse como lo más parecido a un buen comerciante de la música. A un asesor del sonido en todo el sentido del término, hasta aquel día en que un infarto se lo llevó, antes de lo que todos habríamos querido.
Si hubo alguien que contradijera ese frío estereotipo de vendedor impío, cuya vida se consagró a compartir la música, ese fue Saúl. Tengo el honor de haber sido uno de sus clientes, en la mencionada Musiteca y en Antífona. Le compré camisetas de Rock al Parque. Le pregunté por ciertas novedades. Le pedí descuentos. Fui con el maestro Willi Vergara a compartir con él seis o siete latas de cerveza fría y hablamos de música o de cualquier otra irrelevancia, de aquellas que nos mantienen vivos. La última vez que hablé el bueno de Saúl me recomendó un disco de Zero 7. De regalo se lo llevé a Marcela. Eso fue en 2009, y a la fecha es el último disco que he comprado.
Quienes quisieron y pudieron quedarse, una vez las casetas fueron desalojadas, comenzando los 90, consiguieron locales en predios aledaños, particularmente en los centros comerciales Vía Libre y Omni 19. Y fueron milagrosos sobrevivientes de la escena new wave grunge de final del silgo. Y vendieron cassettes o videos grabados con cosas que no podíamos conseguir, porque eran escasas o porque no teníamos suficiente dinero.
Ahora, cuando presenciamos impávidos la lenta agonía a la que se someten los teatros de barrio, los alquileres de videos de barrio, las panaderías de barrio, y las tiendas de discos de barrio de las que hablo, creo oportuno rendir el debido homenaje a esa especie, también agónica de disqueros de barrio, que también han comenzado a irse.
Por cortesía de Pepe Plata, fragmentos a una entrevista a Saúl Álvarez… aquí
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Seriamos dos los encaramados señor Ospina! me parece una mierda que ahora todo sea Luis Carlos Galán! si ese man no hizo nada por este país fuera de dejarse matar! sera que entonces el barrio también debe cambiar de nombre…?
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Muy buenos recuerdos con las tiendas de música. Infortunadamente ya no quedan muchas y en donde Saúl e incluso en otras discotiendas de la zona, ya no es lo mismo. Muy buen artículo!!!!!
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Muy buenos recuerdos con las tiendas de música. Infortunadamente ya no quedan muchas y en donde Saúl e incluso en otras discotiendas de la zona, ya no es lo mismo. Muy buen artículo!!!!!
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Muy buenos recuerdos con las tiendas de música. Infortunadamente ya no quedan muchas y en donde Saúl e incluso en otras discotiendas de la zona, ya no es lo mismo. Muy buen artículo!!!!!
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El presidente ya no tiene opción…la Corte es última instancia, el presidente ya habia objetado anteriormente la ley y por eso estaba en Corte, ya que el congreso por medio de Simon Gaviria no archivo el proyecto sino que permtió que la corte decidiera. lo único que hay que hacer es una nueva ley que le restituya el nombre, por eso te invitamos a este grupo donde estamos procediendo a proteger el nombre..
http://www.facebook.com/?sk=2361831622#!/group.php?gid=148080552164
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Apoyo la huelga dado caso
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Andrés, pues no sabía que esta era una idea de Simón el Bobito, me pregunto si sus electores (porque hasta donde recuerdo le dieron alta votación) votaron con algún conocimiento de su proyecto político y capacidades, cualesquiera que sean, y no por ser el hijo de César. Qué tristeza, el mismo pueblo unge a sus verdugos, que en la era actual parecen cerrar filas alrededor de la idea de refundar la patria.
Estoy totalmente de acuerdo con usted, Andrés. Usted no mencionó además los costos (no sólo económicos sino también de reputación aeronaútica internacional y turística) que han venido siendo ventilados recientemente por representantes técnicos de aerocivil. Nombres y marcas van de la mano con una tradición forjada, de la que poco son conscientes los colombianos, pero que internacionalmente tiene un peso enorme y no se rehace de un día para el otro. Ya me había dolido bastante que quitaran la sobria decoración de motivos precolombinos en el pasillo de llegada para cambiarla por los afiches murales de Comcel, pero lo de ahora si es la estocada final.
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Politiqueros y camanduleros son una fusión de especuladores mercantilistas; tendría mas sentido llamar al aeropuerto «Rodríguez & González» en honor a los dos apellidos mas comunes en Locombia y si leemos alguito de historia, los Rodríguez y los González fueron gestores de libertad en las cruentas batallas para expulsar a los que ahora son dueños de codensa y todos los casinos. Entonces, mi humilde propuesta es que se determine: » Aeropuerto Internacional Rodríguez & González » de Locombia.
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Hola todos,lesinformamos que nosotros habiamos recogido firmas para solicitarle al presidente la objeción a la ley el año pasado, elpresidente objeto y de alli paso de nuevo al congreso donde una comisión accidental liderada por Simon gaviria no archivo el proyecto como se solicitaba en la objeción, por eso paso entonces a corte, y la corte decidio a favor. Esta es ultima instancia, ya el presidente debe firmar, lo unico que queda es proponer una nueva ley como sucedio con el nombre de Bogota que se recupero. Por eso los invitamos a este grupo de FACEBOOK donde encontaran toda la historia y donde nos estamos congregando para la nueva causa y legislatura, estamos tras el ponente y ya tenemos algunos candidatos.
http://www.facebook.com/?sk=2361831622#!/group.php?gid=148080552164
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Esto es Genial, imprescindible, el recuerdo y la constataciòn de la historia.
Aquì se decubre que Lo Daro Boys, fueron en realidad los PRIMEROS en hacer eso que demasiados se «precian» de ser, es decir : Los Primeros en FUSIONAR musica «moderna» con aires Colombianos, todo esto en 1963. Fabuloso !!!! .
(Por inciso, el baterista de los D.B. es German Chavarriaga?)
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Esto es Genial, imprescindible, el recuerdo y la constataciòn de la historia.
Aquì se decubre que Lo Daro Boys, fueron en realidad los PRIMEROS en hacer eso que demasiados se «precian» de ser, es decir : Los Primeros en FUSIONAR musica «moderna» con aires Colombianos, todo esto en 1963. Fabuloso !!!! .
(Por inciso, el baterista de los D.B. es German Chavarriaga?)
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Esto es Genial, imprescindible, el recuerdo y la constataciòn de la historia.
Aquì se decubre que Lo Daro Boys, fueron en realidad los PRIMEROS en hacer eso que demasiados se «precian» de ser, es decir : Los Primeros en FUSIONAR musica «moderna» con aires Colombianos, todo esto en 1963. Fabuloso !!!! .
(Por inciso, el baterista de los D.B. es German Chavarriaga?)
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No soy Bogotano pero si me parece una falta de respeto con todo el pueblo Colombiano que nuestros lideres politcos (no todos por fortuna) gasten la energia de su intelecto en proyectos que atropellan nuestra historia, cultura y creencias. Los heroes, ilustres, pensadores o como se quiera denominar a los personajes sobresalientes de nuestra tierra, requieren de reconocimiento en vida o postumo, pero con originalidad y sin pisotear lo bien establecido. El Dorado debe permanecer con su nombre alucinador, trascendente, evocativo y apasionado. El Dorado requiere que los ilustres parlamentarios definan un proyecto para ponerlo a la vanguardia de un terminal aereo acorde a su posicion para el desarrollo que enfrenta America Latina.
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Andrés: Muchas gracias por esta nueva y maravillosa entrada.
Solo una duda. ¿Acaso el edificio Liévano no se encuentra en la carrera 8 entre calles 10 y 11 y no en la carrera 7?
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Andrés: Muchas gracias por esta nueva y maravillosa entrada.
Solo una duda. ¿Acaso el edificio Liévano no se encuentra en la carrera 8 entre calles 10 y 11 y no en la carrera 7?
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Andrés: Muchas gracias por esta nueva y maravillosa entrada.
Solo una duda. ¿Acaso el edificio Liévano no se encuentra en la carrera 8 entre calles 10 y 11 y no en la carrera 7?
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Muy buen artículo y más allá de la real connotacion de El Dorado, este nombre ya tiene su significado en la memoria historica de nuestra cultura. No estoy de acuedo en cambiarlo. Ponganle el nombre de Galan a una obra nueva.
Me gustaria que los que estan leyendo y comentando el articulo nos pongamoe de acuerdo para poner nuestras voces mas alla de este medio y que llegue a oidos que hagan algo al respecto. Claro que si deproooonto me estuvieran leyendo, Simon… no sea pendejo Populista.
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Estoy de acuerdo con Andrés, y con todas las voces que protestan en igual sentido, nuestro país y muchos de nuestros coterraneos no sienten agrado por todo aquello que referencie a nuestra historia precolombina, o por lo menos es un hecho reciente, supongo desde que tenemos mayores influencias extranjeras en este mundo cada vez más globalizado, si no como se explica que nuestros premios de televisión ya no se llamen los Bochica de Oro, sino los TV y Novelas, o los nuevos barrios ya no sean Bachué, el mismo Bochica, Quiroga y en vez de estos se prefieran nombres de ciudades europeas como Berlín, Lisboa, Bilbao, Navarra, y no se si peor aún la asiatica Nueva Delhy.
Pero creo que en este caso no es la verguenza del delfín por su pasado Chibcha (por cierto no más con el termino «Chibchombiano», es una falta de respeto con nuestros ancestros pues tiene un sentido totalmente peyorativo), si no un acto de la más absoluta lambonería y politiquería que espero no prospere.
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Si Galán viviese, a ello se opusiese.
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Igual el esperpento de cambiar el nombre de un sector tradicinal de la ciudad como SEARS por la presencia sola de un horrible centro comercial-GALERIAS-. Nombre a sabor de plaza de mercado tropical
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Entonces lo cambiamos por una voz chibcha o tukana, kambudor , emancipatista , tan anticolonial y absurdo…
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Se exige una consulta popular para cambio de nombre
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Es una «parroquialada» , muy de corte tercer mundista. Tropicalismo exacerbado. Aeropuerto Idi Amin Dada….
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Absurdo y sin proposito echar abajo un nombre patrimonial de un ícono citadino. Que tal que se propusiese cambiar el nombre del aeropuerto de París Charles de Gaulle, por el de aeropuerto Sarkozy u otro esperpento semejante.
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Me parece absurdo lo que pretenden hacer con el cambio de nombre de nuestro aeropuerto. El Dorado es un emblema histórico de nuestra tierra ante el mundo, por favor cojan oficio.
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A los que estan dando la idea de cambiar el nombre del aeropuerto deberian c…rucificarlos. El colmo!! pero como en este pais no pasa nada… Logicamente a los señores de Opain les conviene, con eso, cuando cambien el nombre, van a decir que el contrato de modernizacion era de EL DORADO y no del LUIS CARLOS GALAN y por tanto ya no aplica y terminan demandando a la nacion por daños y perjuicios, jajaja es un chiste que se nos puede vover realidad, y quien paga? JUAN PUEBLO!!
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totalmente de acuerdo con el autor, se imaginan ustedes a los pilotos diciendo » voy a aterrrizar en el Luis Carlos Galán » en vez del sonoro, histórico y simbólico » El Dorado » , en estos debates inutiles es que gastan el tiempo nuestros padres de la patria. El emblema de » El Dorado » nos evoca toda una leyenda de la cual debemos estar orgullosos todos los Colombianos por lo cual este es un patrimonio cultural que nos pertenece a todos, si bien es cierto que Galan fue una persona importante por todo lo que combatio ya existen sufientes estadios, plazas y barrios con su nombre.
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Totalmente identificado con el autor de este artículo, si bien es cierto que Galán fué un político importante, el Dorado y todo lo que ello evoca vienen desde la Conquista invocando todo un mito y que fué inspiración de muchas leyendas, se imaginan a los pilotos voy a aterrizar en el » Luis Carlos Galán» en vez de decir el » Dorado » , realmente una pingada, en esto es que se gastan el tiempo nuestros honorables padres de la patria en debates inutiles.
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Pedroyude eres el perfecto ignorante colombiano
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Es inaceptable este cambio de nombre. Por grande que hubiera podido ser el personaje tragicamente desaparecido o el amor de su familia, El Dorado nos define como Nación y a Bogota como lo que llegara a ser, un Dorado. Las leyendas o realidades históricas indígenas forman parte de nuestro patrimonio cultural que es propiedad de todos los colombianos. El nombre ahora impuesto pertenece a una ilustre familia que ha logrado imponer un Presidente a dedo y tuvo al infortunio de perder a un gran hombre en ciernes que no llego a ser. Con la misma lógica y aun mejor podría llamarse como miles de colombianos sacrificados en medio de la cruel y estéril confrontación que nos acosa o como otros miles que han logrado sobrevivirla.
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Totalmente de acuerdo con el autor de este blog. Los politicos de damier, deberían dedicarse a legislar sobre temas de trascendencia para el pueblo colombiano. No al cambio de nombre!!! Para mí, ahora y siempre, seguirá siendo !!!El Dorado!!!!!!
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No soy bogotano, pero me identifico ciento por ciento con el autor de este artículo. Es un exabrupto cambiar un nombre tan mágico y melódico por el absurdo de un personaje así haya sido muy importante en la opinión de muchos. ¿Entonces, qué, ahora les va a dar por nombrar ciudadades y lugares con nombres de personas? ¿Entonces por qué no cambiar el nombre de Bogotá por el Jorge Eliecer Gaitán? ¿De dónde es usted? ¡De Jorge Eliecer Gaitán a mucho honor! ¡Qué estupidez!
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Totalmente de acuerdo!!! Increible que la familia Galan siga estigmatizando a Don Luis Carlos!!! Dejemos el nombre de nuestro aeropuerto como esta!!!
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Cordial Saludo:
El autor de este tamaño desproposito debe visitar, como mínimo, a un neurocirujano que le ordene una resonancia magnetica por que a lo mejor lo encuentran descerebrado. Totalmente de acuerdo con el columnista y la mayoría de los foristas. Los símbolos de Colombia nos pertenecen a todos sus ciudadanos y no a unos pocos y por eso nos identificamo con el sentir de Bogotá. El aeropuerto de El Dorado es uno de éllos; tiene su carga no sólo de tradición histórica sino emocional para quienes tenemos sentido de pertenencia con el país que nos vió crecer y ser. Galán bien puede ser honrado con una obra que honre su nombre y no con algo que lo haga molesto en la memoria de la gente. Estamos con el nombre de El Dorado por todo los que nos dice: su historicidad, su leyenda y por lo corto del nominativo fácil de recordar para propios y estraños. Que nuestros padre de la patria dediquen su tiempo al estudio de mejores causas y no en una estupidez como esta que no sólo es derroche de tiempo sino de energias y recursos económicos tan necesarios en cosas mas importantes. ¿Que gana el país con estas modificaciones?. Atentamente, Manes1
Atentamente, manes1
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jeje.. que calaverada eso de cambiar las cosas por nombres de politicos una manada de calaveras corruptos es lo que tenemos alla en esa cosa llamada senado manada de corruptos y la semana entrante todos coriendo a votar por esa manada de corruptos jeje….
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Pueden cambiar el nombre de nuestro aeropuerto, pero nosotros seguiremos llamandolo «El Dorado», la memoria colectiva, no puede olvidarse, nuestra historia y constumbres deben conservarse, a fuerza tendran que reversar tamaño desproposito y como paso con el consabido cambio de nombre a santafe de Bogota, nuestro aeropuerto se llamara siempre «El Dorado». Resistencia pacifica y contundente a este adefesio.
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Es casi como si al estadio le cambiaran el nombre de El Campín, por el de Moreno Rojas.
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También me opongo a que se le cambie el nombre al Aeropuerto, aunque la verdad sea dicha, ya se lo habían cambiado antes: de «El Dorado», se lo cambiaron a «Eldorado» que es como se llama ahora; propongo mejor volverlo a llamar como debe ser, «El Dorado».
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Nuestro país pide a gritos parlamentarios, dirigentes políticos y congresistas inteligentes que se dediquen a debartir sobre el mejoramiento de la salud, la educación y disminuir el desempleo. Por el contrario en nuestra honorable cámara y congreso abundan personajes que dedican su tiempo a cosas vagas y sin sentido como es el de cambiar el nombre al aeropuerto de Bogotá. Si eso mejorara la situación de las familias pobres del pais, no opinaría nada. Doctor Gaviria: sí está en deuda con la familia Galán pues invítelos a almorzar o con su jugoso salario saque una platica y constrúyale una estatua. En Colombia no sólo él fué heroe crealo.
Califica:
estoy de acuerdo con ste articulo, tanta problematica importante que tiene nuestro país y nuestros honorarios congresistas utilizan el cerebro para cambiar el nombre del aeropuerto.
Califica:
Eso demuestra los politicos sin materia gris que nombramos en este pais. Como le van a cambiar de nombre. Familia Gaviria, camienle de nombre al expresidente y su hijo, o a la recua de ascendentes.
Califica:
Completamente de acuerdo con Usted. Ya lo habia dicho en algunas tertulias familiares aquí en Cali, que el hecho de cambiar el histórico nombre de El Dorado a nuestro Aeropuerto, era un acto indigno contra nuestros ancestros y nuestra historia. No conozco un nombre más original, más nostálgico más ancestral, más fácil de recodar y de recordar la ciudad y el país, que El Dorado.
He pasado por varios países en donde el nombre del aeropuerto es el de alguno de sus ilustres hijos y nunca me acuerdo el nombre del fulano, ni se quién es ni cual es su historia.
No encuentro ni las razones, ni los méritos ni las justificaciones, para despojar a nuestro país y a nuestro aeropuerto, de su inigualable nombre.
Si quieren honrar a Luis Carlos Galán, que le pongan su nombre a la Universidad Nacional, a la Biblioteca, al hospital ó al Ministerio de Educación.
Califica:
mi seguir sin entender ciertos asuntos noticiosos, por ejemplo este. Están haciendo varios aeropuertos regionales, ( que sepa uno en la costa y otro por alli en el tolima), es que a esos no le pueden poner los nombre de los supuestos mártires inmolados??, si quieren hasta el del gerrillero del m-19, que resultaron apreciando tanto y que no me acuerdo el nombre, peroque murió dentro de un avión de un tiro en la cabeza y que «nadie» supo quien lo mató
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N o al c ambio de nombre de E l D o r a d o, cualquiera que sea el argumento. Si Uribe firma la propuesta no votaré por Santos. Mi vo´to se lo daré entonces a Mockus o a quien prometa respetar por lo menos la identidad del aeropuerto de los colombianos, aunque de vergüenza la sección de inmigración con sólo una banda para maletas. Es tumbando el edificio viejo y construyendo algo decente que se hace honor al desarrollo que predicaba Galán, en cuyo nombre propongo construir bibliotecas y cdentros culturales en los pueblos y veredas, no en las grandes ciudades. Me uno a toda campaña sincera y pacífica en contra del cambio de nombre de El Dorado, independientemente de las leyendas. El Dorado como nombre de marca es insuperable!!!
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Con todo respeto por la memoria de galan y su sacrificio por el pais, su nombre a nivel internacional es visto como el politico que fue asesinado por el narcotrafico, este pais andino necesita reforzar la leyenda de el dorado y este es un excelente nombre para el aeropuerto, perdonen pero seria una completa estupidez y algo absurdo cambiar el nombre, seria una mala imagen para los turistas que llegan al paisy preguntan quien fue ese señor, que les contariamos, solo lo bueno?, tendriamos que contarles tambien que aqui en bogota en soacha asesinan a sangre fria a los mas importantes y valiosos, y que ademas la justicia no actua y el asesinato sigue impune, que miedo aterrizar en un aeropuerto con ese nombre diran los turistas. es un absurdo total
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Me uno a la defensa del bello nombre de ElDorado. Me parece simplemente un abuso de poder y un irrespeto a millones de colombianos quienes los congresistas creen que no tenemos derecho a opinar y legislan sin consultar con el sentimiento general. Por favor, convoquen a una manifestación de rechazo, una marcha de dolor, una empelotada de verguenza y humillación, lo que sea, yo seré el primero en participar.
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COMO ES POSIBLE QUE VAN A CAMBIAR TAN BONITO NOMBRE PARA PONER EL DE UN MAFIOSO ENTRE COMILLAS PORQUE POR ALGO LO MATARON
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Yo tampoco quiero que le cambien el nombre al aeropuerto El Dorado
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Muy de acuerdo. Si este nombre al aeropuerto es cambiado, me le uno en su causa como sea posible. El cambio de nombre es una infamia para el finado Luis Carlos Galan Sarmiento. El no se merece este precedente. Que el nombre de un hombre tan popular quede ligado a un hecho tan impopular. El se merece una estatua, un gesto en su memoria diferente y honorable. Mala paga Simon Gaviria con este acto tan indelicado. Me unire a la causa de revertir este cambio de nombre.
A Simon Gaviria: Si tiene algún instinto de supervivencia política, aléjese de esta propuesta, archívela. Le aseguro que se le devolverá y se le usara en su contra en alguna elección. Piénselo, no lo digo como amenaza, sino como consejo.
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Excelente. Sin desconocer los méritos de Luis Carlos Galán yo me opongo al cambio de nombre ElDorado siempre sera el aeropuerto de Bogotá que busquen otra obra para recordar a Galán, se lo merece de sobra
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Estoy completamente de acuerdo, aunque es muy dificil hacerle entender a mucha gente que el nombre EL DORADO evoca parte de nuestra identidad cultural, a este tipo de parlamentarios solo les importa es crear un efecto publicitario. pues no se andres usted que tiene el poder de los medios lidere una cuasa para impedir que este esperpento de proyecto llegue a buen termino.
Yo lo apoyo.
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Alguna vez vi caércele una niña a un padre desde su carro y sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo….. Bueno, algo parecido sentí al oir semejante incésates, o, algo peor, sentí una bofetada y me encuentro muy ofendido, me encuentro berraco, tengo ganas de herir yo también, quiero cojer al desventurado de esta proposición y tomarlo de la cabeza como cojía mi abuelita a las gallinas y simplemente despellejarlo por egosentrista y……..
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El Dorado es un invento EUROPEO, impuesto en las colonias americanas. Se encontraron «Dorados» en Colombia, en Uruguay, en Perú… A quienes tanto protestan, les aconsejo que lean un libro titulado: Mitos y utopías del Descubrimiento, en particular el tomo 3: El Dorado. Publicado por editorial Alianza.
Allí se comprobará que nuestra «historia nacional» lejos está de fundarse en ese mito extranjero.
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Excelente artículo, yo también protesto, el nombre de El Dorado es bellísimo y evoca una leyanda misteriosa reconocida universalmente. Para honrar al caudillo, pues una Avenida o un barrio. Eso mismo nos hicieron en Caratgena con el Centro de Convenciones que ahora gracias a Uribe se llama Julio Cesar Turbay…. mira tú!
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