Atónito.
Esa es la palabra que mejor se ajusta para describir el estado de trance en que me sumerjo, cada vez que pienso en la situación actual de la ciudad y en el incierto futuro que nos espera.
Bogotá, la ciudad de la desmemoria. De la falta de deseo, signos de solidaridad, y señales de tránsito. De sucios intercambios clientelares, perpetuados en el tiempo, cuya lógica de cacicazgo dista mucho de aquel esquema de gobierno implantado por los chibchas, en los pueblos de la sabana, antes de que los españoles llegaran.
La ciudad del humor negro, del sarcasmo. Donde comediantes, truhanes, e ilusionistas, por igual, manipulan el idioma a su antojo y conveniencia a fin de que sus macabros planes suenen convincentes y auténticos mediante la utilización de adjetivos como, por ejemplo, positiva o humana. Vaya ironía.
La ciudad sometida y animalizada. Donde el debate dejó de girar en torno a la humanidad de los indígenas para darle paso a la discusión sobre la animalidad de los seres humanos y, por extensión, de la ciudad. Y no solamente eso. Donde se les respetarán tanto los derechos a las minorías étnicas que hasta la mascota del Alcalde, siendo una perra callejera, lleva por nombre Bacatá. Hágame el favor.
La ciudad que habita en la dimensión desconocida. Donde las puertas están abiertas diariamente, de par en par, para albergar historias de ciencia ficción, terror, intriga, y fantasía. Basta con echarle un vistazo, nada más, a los mil jardines infantiles que el Alcalde prometió y que lamentablemente se quedaron en simples palabras al viento y propuestas de campaña.
La ciudad que se ha dejado convencer con embustes y cuentos chinos. Si Kublai Khan, emperador de los mongoles, tuvo a Marco Polo para que le contara relatos fantasiosos, nosotros hemos contado con el Polo para cumplir con tal fin, por nuestra parte.
En síntesis, la ciudad invisible e inventada que pese a los problemas reales que la vida moderna le plantea ha preferido vivir de ensoñaciones donde lo único claro ha sido el desfalco y la improvisación a la hora de gobernar de las últimas tres administraciones.
Sin embargo, aún mantengo la esperanza de que las cosas puedan cambiar pues como diría el fantástico escritor, Italo Calvino, tal vez nos estemos acercando al momento de crisis ideal que finalmente nos permita evolucionar.
¡Ojalá no cometamos una nueva bestialidad!
@AJARAMORENO.
Descubrio que el agua moja, solo dice lo que ocurre, pero no plantea ninguna solución, esperar a ver que pasa no es solución.
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Por algo se empieza, David.
Pero no le quepa la menor duda que pondré de mi parte para que las cosas mejoren.
Todos deberíamos hacer lo mismo. No le parece?
Saludos.
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Buen análisis. Bogotá, la ciudad de todos y de ninguno. Despreciada por gentes que llegan diariamente de los cuatro rincones del país, a lucrarse, sin ningún sentido de pertenencia, a desplazar a los propios bogotanos que hoy somos minorías, después viajar en puentes a sus lugares de origen a hablar mal de la capital. Maltratados por el inepto alcalde foráneo que solo desaciertos ha conseguido para la ciudad. Ay mi ciudad, hoy no es ni sombra de lo que conocí en los años 50. Bogotá la gran cenicienta de Colombia.
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¡Cómo nos duele Bogotá!
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Interesante artículo. 🙂
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Mil gracias.
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