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Desde hace un tiempo, y de manera casi diaria, me recuerdo a mí mismo que moriré. En algunas ocasiones este pensamiento me genera tristeza, en otras tranquilidad y en otras -también frecuentes-, energía o felicidad.
Cuando me genera tristeza, pienso principalmente en la muerte de mis padres. Soy consciente de que me será imposible repetir una relación como la nuestra. Pienso en las injusticias que he cometido como hijo, también en lo ingrato que puedo ser ante el descomunal esfuerzo que implica tener y criar un hijo.
Cuando me genera tranquilidad, pienso en la irrelevancia de mis problemas. ¿Qué problema puede sobreponerse a mi propia muerte? Es fatalista, pero liberador.
Cuando me genera energía, pienso en que debo aprovechar al máximo mi existencia, siento un deseo extraño de tomar riesgos. Por lo general, acompaño la felicidad de morir con The nights de Avicii.
“Nos faltó tiempo”
A veces, cuando morir me pone triste, veo gente de mi edad que ignora nuestro desenlace común. Veo su (literalmente ignorante) tranquilidad, y siento envidia.
Sin embargo, es solo una envidia pasajera. Es fundamental ser consciente de la propia finitud: qué frustrante sería descubrir en una tarde cualquiera que, sin notarlo, se pasó la vida.
En El Padrino, un convaleciente Vito Corleone le dice a su hijo Michael “Nos faltó tiempo, nos faltó tiempo (…)”. Tal vez, sin importar lo que hagamos, siempre nos faltará tiempo. Sé que la tranquilidad de quién ignora morir es diferente de la tranquilidad de quien recuerda que morirá.
La flor de la juventud
Cuando veo el bello en mis piernas y brazos, sobre mi piel fresca y blanca, soy consciente de que, biológicamente, estoy en mi cúspide. Mi cuerpo atraviesa sus mejores días. Sé que dentro de pocos años, este mismo cuerpo empezará a morir rápidamente.
Esta recurrente idea me presiona: siento que debo aprovechar al máximo mis días de salud y juventud, los que serán probablemente los días más lúcidos de mi existencia. Es fácil decirlo, pero ¿Qué significa aprovechar al máximo mi juventud? ¿Labrarme una carrera profesional exitosa? ¿Viajar por el mundo y salir de fiesta? No sé. Lo que sí sé es que hacer ambas irrestrictamente (o solo trabajar o solo rumbear) garantizará un melancólico “Nos faltó tiempo”.
Todo sabe mejor con hambre
Toda la comida me sabe mejor cuando tengo hambre. No podríamos disfrutar tanto la vida sin saber que se acaba. Cuando me acuerdo de que mis papás morirán solo deseo disfrutarlos al máximo, cuando recuerdo que mi juventud se acabará, solo me obligo a sacar lo mejor que pueda de ella. Es la muerte la que en últimas justifica todo.
Mal haríamos en pasarnos la vida lamentándonos de la muerte, eso sería incluso peor que ignorar que hay una muerte. Usted, que me lee, morirá. Yo, que lo escribo, también. Ese es el destino natural de las cosas. La sabiduría, pienso, yace en asumir esa cruda realidad con serenidad y una eventual alegría.
Vivir intensamente
Escribiendo sobre la muerte tuve un subidón de energía, no es más que mi deseo natural de vivir intensamente. Vivir intensamente implica encontrar personas y causas por las que esté dispuesto a morir, implica apreciar las cosas cotidianas, también implica cierta humildad respecto al destino.
Por lo demás, solo deseo que la vida nos dé la oportunidad de asumir nuestra muerte sin miedo, con honor y altura. Ojalá, también, con tranquilidad y rodeado de personas que amamos. Mientras ese momento nos llega, mi invitación es a que vivamos intensamente.
Una parte de The nights de Avicii:
Excelente, excelente.
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