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Y continuó explicando:
“Surgieron varios problemas. Uno, los golpistas bogotanos. Pedí 100.000 efectivos y apenas obtuve 14.530. Los infames desertores alegaron que la vagancia opositora les produce pereza, y que el mejor día para dar golpes de Estado no es el miércoles, sino el sábado.
“El segundo, la escasez de emberracamiento ciudadano. Poco hay en las calles, y ese poco cuesta una fortuna. Culpo de semejante descalabro a la reforma tributaria de Petro.
“Estas dificultades harían retroceder al más osado de los golpistas, pero no a mí. Tomé del cuello al estadista en bruto que soy, y lo arrastré hasta las puertas de la Casa de Nariño. Pero allí nuevos obstáculos me aguardaban.
“El mayor de ellos, los porteros. Dijeron que el presidente estaba viajando y que le era imposible atenderme. Entendí entonces que mi golpe de estado sería declarado inconstitucional si Petro no lo recibía personalmente. Insistí, sin embargo, en la urgencia de llevar a cabo mi propósito.
“Viendo mi afán, los porteros me informaron que, como se trata de dar golpe de Estado, Petro me recibirá el próximo 19 de agosto, a la tres de la tarde, día y hora que él destina a asuntos de menor importancia.
“Así que las marchas nos dejan, queridos líderes, esta enseñanza: que golpes de Estado no se dan todos lo días, y esta certeza: que Petro ya empezó a tambalearse.
“Puesto que esta vez los golpistas fueron amas de casa que odian perderse la telenovela de la tarde, disolví las marchas y aplacé la urgencia de mi gran golpe hasta la fecha fijada por los porteros”, concluyó Polo Polo, jefe supremo de la oposición.