C R Ó N I C A/ 10 años de la muerte de Diomedes Díaz: una historia cantada entre el infierno y la gloria
Ay! el 26 del mes de Mayo
Nació un niñito en el año 57
Y allá en La Junta fue bautizado
Y hoy se conoce con el nombre de Diomedes
Diomedes Díaz, 26 de mayo
El día que lo vi por primera vez fue en una fiesta de 15 años de la hermana de un compañero de colegio que, por esas casualidades de la vida, vivía diagonal a mi casa y compartía mis mismos gustos por la música vallenata. Corría el año de 1978 y Diomedes Díaz aún gozaba del éxito de su larga duración La Locura que había grabado acompañado del acordeón inmortal del «Debe» Lopez y cuyo tema «Tres canciones«, seguía sonando en todos los rincones del caribe colombiano.
Era plena época de la bonanza marimbera, ese fenómeno ilegal que generó graves repercusiones socioeconómicas y desencadenaría en una estela de violencia sangrienta entre clanes, que se vivió especialmente en Barranquilla y cuyo barrio Los Nogales, fue uno de sus principales escenarios.
Esa noche de sábado estaba justamente ahí, en el callejón de esa casa blanca de Los Nogales rodeada por carros de alta gama de los que descendían manadas de guardaespaldas furiosamente armados pero que, a nosotros, niños residentes en el barrio, ya no nos causaban asombro. A veces los reconocíamos por sus nombres y los saludábamos confianzudos a pesar de sus caras de perros bravos y sus armas brillantes y mortales.
Sin invitación al quinceañero, me asomé por la puerta del callejón y vi al escuálido personaje ataviado con una camisa amarilla de pepitas negras, pantalón y zapatos blancos con negro, como de animador de circo, que trataba de entonar a capella una de sus melodías mientras que un reconocido guajiro servía Old Parr a diestra y siniestra vociferando que «Diomedes será lo más grande del vallenato en el país».
La frase era de Samuel Alarcón que para entonces fungía como una especie de «protector» para el incipiente cantautor que debería disputar la fama con los hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Silvio Brito y Rafael Orozco, que eran entonces las voces que marcaban diferencia en el género.
La amistad de Diomedes con Alarcón fue larga y duradera y quedaron muchas anécdotas, entre ellas, la de un auto BMW deportivo que Samuel Alarcón le regalaría al Cacique por haberle puesto serenata a una de sus novias.
Pasarían varios años para que volviera a ver nuevamente al Cacique de La Junta. Esta vez fue en un Festival de Orquestas que casi termina en motín, porque a pesar de que la presentación de Diomedes fue la locura colectiva, el Congo de Oro se lo darían al Binomio de Oro que recién habían sacado su éxito «Dime Pajarito».
Cómo muchos, fui uno de los que las canciones de Diomedes Díaz influyeron para empezar a amar la música vallenata. Me escapaba de clases los viernes para encontrarme con mis mejores amigos en la tienda El Bucarica que quedaba entonces en la esquina de la calle 57 con carrera 44 en Barranquilla y dónde obligábamos al dueño, un santandereano de paciencia infinita, a repetir una y otra vez, a todo volumen, los éxitos de Diomedes que para entonces, año 1981, eran «Tu serenata», «Te quiero mucho», «El Romancero», «Camino Largo», «Zunilda«, entre otros muchos. Allí, en esa tienda, terminaban empeñados nuestros relojes Casio de lucecitas por culpa de las canciones de Diomedes.
Tiempos difíciles
Los inicios de Diomedes estarían signados por la pobreza y la humildad. Nació el 26 de mayo de 1957 y creció en el seno de una familia campesina. Desde muy niño le tocó trabajar para ayudar a sus padres y en ese entonces, a mediados de la década de los sesenta, vendía empanadas, hacia mandados y hasta bordaba mochilas.
La inspiración en la música para el entonces niño Diomedes fue el compositor Martín Maestre, su tío por parte de madre. Gracias a él Aprendió a tocar la guacharaca y a cantar sus primeros versos.
Su bachillerato lo estudió en Valledupar, donde conoció al cantante Rafael Orozco quien lo bautizó como «El Cacique de La Junta», sobrenombre que lo acompañó por siempre y con el que alcanzó la fama. Fue precisamente Orozco quien grabaría la primera canción que El Cacique compusiera en su extensa carrera musical: «Cariñito de mi vida«, con el acordeón de Emilio Oviedo.
Trabajó como utilero ajustando el sonido de los micrófonos de la agrupación de Los Hermanos López. Según el cronista Alberto Salcedo Ramos, Diomedes, de niño, hacía las veces de espantapájaros para proteger los campos de maíz de los pájaros «y para no aburrirse cantaba e intercambiaba sus cantos a manera de trueque con indígenas de la finca contigua a cambio de café.« Hay varias versiones que señalan que el primer amor de Diomedes, una joven llamada Helida, fue quien le inspiró a componer sus primeras canciones.
Todo cambió para el joven Diomedes el día en que su tío Martín le aconsejó que se dedicara a cantar. Y fue un éxito. En 1975 quedó tercero en el Festival de la Leyenda Vallenata con su canción «Hijo agradecido». De ahí, nació la gloria.
Durante su exitosa y accidentada carrera musical, salpicada por escándalos por incumplimientos de sus presentaciones, lo acompañaron acordeones como los de Juancho Rois, Colacho Mendoza, Cocha Molina e Iván Zuleta. En los 90 Diomedes Días se erigiría como el fenómeno más grande de la música en Colombia: El Cacique sería inalcanzable. A medida que su fama y su fanaticada crecían, así también crecían los rumores sobre su disipada vida personal; sobre su ya inocultable gusto por la cocaína; sus malas amistades y, por supuesto, sus extrañas tragedias que de forma misteriosa tocaba a aquellos que se le acercaban.
La muerte de Lisímaco Peralta: ¿premonición fatal?
Hernando Marín, prolífico compositor, escribiría para Lisímaco Peralta la canción “Lluvia de Verano” la que interpretaría Diomedes Díaz convirtiéndose, hasta hoy, en uno de los más grande éxitos del vallenato.
La canción contiene un verso picante, burlesco, duro y claro:
Al que le duela/
que le duela/
si se queja/
es porque le duele/
Era un verso el cual no caía muy bien en los enemigos de Peralta quien de ser un campesino de escasa educación, se convertiría en un hombre poderoso y temible gracias a la “bonanza marimbera” que convirtió como por arte de magia en nuevos ricos a muchos campesinos de la región.
Y fue el 6 de agosto de 1978, donde se iba celebrar en Las Flores, Guajira, el éxito que tuvo ‘Lluvia de Verano’. Era un cumpleaños al que habían invitado a Lisímaco Peralta y al que iba a cantar el mismo Diomedes Díaz acompañado de Juancho Rois. Pedro Lisímaco tenía un presentimiento así de grande que no lo dejaba en paz. Algo le decía dentro de él, que no fuera a esa fiesta. Pero su hermana le insistió a que fuera «así sea un ratico»
Un artículo publicado en el portal web vallenatoyma.com relata que Lisímaco se fue para la fiesta que se celebraba en una casa de eventos llamada ‘Sal sin puedes’, pero solo pretendía bailar su disco ‘Lluvia de Verano’, y se regresaría enseguida, porque el presentimiento se le hacía cada vez más fuerte.
Pero en el momento que bailaba la canción, y justo después del verso picante que dice que «… al que le duela que le duela, si se queja es porque le duele», le propinaron 11 disparos que acabaron con su vida.
Diomedes Díaz y Juancho Rois, salieron como alma que lleva el diablo en medio de los disparos; saltaron paredillas y terminaron escondidos debajo de la cama de una casa vecina. “Nunca más volveré a este pueblo”, juró entonces Diomedes sin saber que esta era solo una de las ocasiones que él iba a burlar a la muerte.
Lo más sobrecogedor es que todos los protagonistas de esa historia fallecieron en forma trágica: Lisímaco asesinado; Juancho Rois en un accidente de aviación; Hernando Marín (compositor también del inmortal disco La Creciente) en un accidente de tránsito y Diomedes Diaz en su cama, víctima de un infarto producto de todos sus excesos. Asimismo, años después, en la cúspide de su carrera, la muerte atacaría a Martin Elías, su hijo menor y más talentoso, quien era el destinado para perpetuar su legado.
Héroe y villano
Los escándalos persiguieron a Diomedes Díaz hasta su muerte. Los escándalos, y los mitos nacidos de leyendas urbanas sobre cosas que, supuestamente, habría vivido El Cacique.
Fue un hombre amado por las mujeres: después de la separación de su primera esposan Patricia Acosta, con quién tuvo a Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis Ángel y Martin Elías, Diomedes anduvo de romance en romance y según sus biógrafos, El Cacique dejó 28 hijos, 21 de ellos reconocidos. La casa donde vivió con su primera esposa, es hoy una casa museo que hace honor a su éxito «La ventana marroncita», canción de su inspiración que rememoraba la ventana de la casa de su enamorada.
Diomedes es reconocido por sus frases extraídas de las canciones o por las exclamaciones que gritaba en medio de sus conciertos. ¡Que vivan las mujeres! ¡Con mucho gustoooo! Y, por supuesto, por su «profunda reflexión» sobre la muerte que hiciera en un programa de televisión durante una entrevista con el periodista Ernesto McCausland.
«Muerte que me dolería sería la mía», dijo en esa entrevista, explicando que «¿A quien le va a gustar morirse? En respuesta a si le tenía miedo a la muerte, Diomedes, meditabundo, le respondió al periodista que el asunto ‘no era solo morirse, sino el tiempo que uno dura ahí enterrado y con estos calores…»
«Morirme…no sé, Ernesto, no sé».
Y en medio de sus virtudes y defectos, de sus hazañas y «milagros», dentro de su rol de héroe y villano, Diomedes Díaz consiguió vender más de 20 millones de copias y hoy, aún después de muerto, sus discos están en el ranking en Colombia de ser unos de los que más se reproducen en las plataformas musicales. Su legado sigue facturando por derechos de autor y el vacío que ha dejado este hombre golpeado por su estadía en la cárcel acusado del asesinato de Doris Niño, una de sus fanáticas; postrado en una silla de ruedas por culpa del Gilliam Barré; achacado por problemas cardíacos y por su dependencia a las drogas, no lo ha podido llenar ningún otro artista de la música vallenata en Colombia.
Según estudios, por lo menos uno de cada tres colombiano conoce una canción de Diomedes Díaz y cualquier colombiano, por lo menos es capaz de cantar el coro de uno de sus discos.
Diomedes Díaz, es sinónimo de inspiración, de talento, de errores y tragedias, pero, sobre todo, es sinónimo de leyenda. Una leyenda que se seguirá perpetuada hasta que en el mundo resuene la última nota de un acordeón.
“…Y aquel que no me conocía
Mucho gusto en conocerlo
Y aquel que no me conocía
Mucho gusto en conocerlo
Me llamo Diomedes Diaz
Y vivo en La Junta mi pueblo
Me llamo Diomedes Diaz
Y vivo en La Junta mi pueblo”
Diomedes Díaz
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