Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

En estos días en los que veo tantos niños y niñas con sus uniformes, iniciando sus clases, pensé en lo clave que fue para mí esa etapa escolar para amar las letras. Así que hoy quiero compartirles mi conversación con Samarys Polo, una escritora infantil oriunda de Ciénaga, que luego de recorrer el país realizando talleres de creación, escribe junto con Fabio Silva el libro ‘Escritura creativa, técnicas y artilugios’, un texto guía para profesores, padres y todo aquel que quiera potencializar las capacidades creativas que todos tenemos.

Además, nos cuenta algunos ejercicios divertidos que podemos hacer en casa para poner a volar la imaginación.

Para finalizar, les voy a compartir un ejercicio más del libro:

Recuerdo que…
En este ejercicio se empezará a escribir una frase que comience por “Recuerdo que…”. Se continuará con el escrito hasta obtener varios párrafos. Tomemos como ejemplo las siguientes fórmulas:

• Recuerdo que cuando era joven…
• Recuerdo que cuando era muy pequeño…
• Recuerdo que mi abuelo…
• Recuerdo que en mis últimas vacaciones…
• Recuerdo que el otro día…
• Recuerdo que soñé…

Una variación de este ejercicio se puede realizar en grupo. En este caso, cada participante escribirá tres frases diferentes, cada una con un recuerdo o anécdota distintas.
Finalizado este paso, uno de los participantes leerá en voz alta alguna de sus frases.
En la mayoría de los casos, la frase leída despierta la curiosidad del grupo, que puede intervenir haciendo preguntas o comentándola. Veamos el siguiente ejemplo:

Frase inicial:

“Recuerdo que cuando era niña me gustaba asustar a mi hermano”.
Los participantes deben escribir las ideas que surjan y las respuestas de quien aportó la frase. Supongamos que surgen preguntas como las siguientes:

¿Cómo asustabas a tu hermano?
¿Qué hacía tu hermano después del susto?
¿Tu hermano era mayor o menor que tú?
¿Había alguna venganza?

Partiendo de este ejemplo, podríamos obtener los siguientes párrafos:

Por las noches me escondía y hacía ruidos extraños, movía
mesas, sillas y otros objetos, como si se tratase de un
fantasma. Me las ingeniaba para hacer “flotar” las cosas.
Cuando mi hermano preguntaba de quién se trataba, yo
le contestaba con un gruñido, con un sonido gutural o
lanzando un objeto al suelo. Ahí era cuando él empezaba
a entrar en pánico y gritaba llamando a mis padres.
Pero un día fui yo quien se llevó el susto de la vida.
Cuando estaba en mi faena de mover objetos para
asustarlo, sentí una mano que se posaba en uno de mis
hombros. Una mano peluda y negra que se aferraba
fuertemente y me estremecía.
Grité mientras mi hermano se retorcía de la risa.
Él me había sorprendido
con el guante de un viejo disfraz de gorila que usaba
mi abuelo en carnavales.
No tuve otro remedio que olvidarme del fantasma burlón.

El tallerista decide cuántas frases se utilizarán y se leerán de acuerdo con el tiempo disponible. El último participante que lea la frase inicial, dará el nombre del siguiente que dará inicio, de nuevo, al proceso. Otra forma de realizar esta actividad es motivar a que cada participante lea una frase o recuerdo y que el grupo elija la que le haya causado mayor impacto, luego todos escribirán su cuento ayudándose con las ideas y la información recolectada a partir del recuerdo seleccionado.

Compartir post