Tenían pues sus labios el pecado.
Tenía puesta mi fe en un ángel
que iba a desaparecer.
No pretendí corromper
el alma pura de aquella mujer.
Solemne me dejó su disolvencia,
cuál ola arrepentida al tocar la ribera
y encogerse hasta llenar el mar.
Benevolente era mi ciencia
de escribir cartas que no leyera.
Y la ausencia de su presencia
me pesó cómo una condena.
Capitulo uno Estábamos parados como pelotón de fusilamiento, todos frente al tablero. Mi mamá había propuesto que los que habíamos perdido cuatro materias nos comprometiéramos a no perder nada en el siguiente periodo. Sin embargo, con promesa y todo, en el siguiente...
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