La noticia internacional más relevante del año fue el retorno de la guerra a Europa, con la sorpresiva decisión de Vladimir Putin de lanzar un ataque a territorio ucraniano, confirmando de paso las advertencias que había lanzado el servicio de inteligencia de los Estados Unidos y el gobierno de Reino Unido. El primero había amenazado a Moscú con pesadas represalias en caso de cualquier agresión a su vecino ucraniano.
Aunque la guerra parece haber salido de la agenda de varios medios, es indispensable no perderla de vista, por el drama humano que significa la muerte de 240 mil personas (se estima que unos 40 mil civiles), 7,8 millones de refugiados sin contar la destrucción de las ciudades ucranianas y el riesgo latente de una confrontación nuclear que, sobre todo en el primer semestre del año causó fundadas inquietudes.
¿En qué va la guerra y qué podría pasar de cara el 2023?¿Existen posibilidades de una terminación en el corto plazo? La guerra podría tomar la forma de tres escenarios. El primero consistiría en que Ucrania logre en la primavera del 2023 el control total sobre la ciudad de Melitopol, en la región de Saporiyia, centro industrial y de transporte, y desde donde las tropas rusas han logrado control sobre territorio ucraniano en Donbás. Si Kiev gana el control de Melitopol será difícil para Moscú mantener la línea de defensa y Ucrania tendría acceso hasta el Mar de Azov y Crimea. Con esto habrá logrado repeler a los rusos, en buena medida por la llegada de armas no solo defensivas como el recién aprobado escudo Patriot sino con misiles de rango medio, aviones de combate y blindados. El apoyo de Occidente, en particular de Estados Unidos, sería clave para llegar a este escenario.
El segundo escenario consiste en una retoma de control por parte de Rusia tras el invierno en el que se espera que se debilite la moral ucraniana. De igual forma, para 2023 se ha ordenado el despliegue de unos 250 mil efectivos. La idea inicial de un cambio de régimen en Ucrania parece descartada del todo. Rápidamente el control estratégico de algunas regiones del Donbass se convirtió en el objetivo. Así como los vaticinios sobre una caída rápida de Kiev se deshicieron muy pronto, lo mismo ha ocurrido con una eventual crisis de legitimidad de Putin o con el colapso de la economía rusa a raíz de las sanciones económicas impuestas por Occidente, las más duras de la historia. La popularidad de Putin que venía en bajada antes de la guerra, se disparó y se estima que actualmente un 80% de la población rusa aprueba sus acciones en territorio ucraniano, según el sitio Statista.com. Solamente en septiembre se produjo una contracción de 3 puntos por el reclutamiento para la guerra, pero rápidamente volvió a repuntar. Putin ha logrado convertir la guerra en una cuestión nacional en la que buena arte de la población siente que están en juego su destino como nación. Occidente contaba con el apoyo del pueblo ruso para contener a Putin y hasta ahora ocurre precisamente lo contrario, el apoyo en ambos bandos a sus respectivos líderes se ha robustecido.
Finalmente, puede haber una prolongación de la guerra en la que ninguna de las partes imponga condiciones suficientes como para lograr un acuerdo en el corto y mediano plazo. La guerra se puede prolongar durante años. A Estados Unidos le convendría para relanzar su economía y su prestigio en el mundo a expensas de Europa, gran perdedora. La OTAN con Washington a la cabeza, ha revivido y sus miembros han invertido en gasto militar 17 veces más que su contraparte rusa. Europa quedará desabastecida de armas tras la guerra lo cual beneficia sustancialmente a la industria militar estadounidense, sin contar la venta de gas licuado desde EE. UU. que se ha disparado en 54 % con la guerra. Lo anterior conduce a la pregunta de si realmente Washington estaría interesado en acabar una guerra que le permite relanzar su economía, su industria armamentista y en la que, además, no sufre bajas.
La guerra siempre será catastrófica y en ella no hay ganadores, pero es tal la polarización en las partes involucradas y la voluntad de imponerse, que una negociación resulta improbable. Tristemente, las partes aparentemente tienen más que perder en este momento si se sientan en la mesa que en el terreno de los combates.
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