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La decaída del gamonal electoral.

Hay dos formas de expresar lo que quiero decir; la primera como un ciudadano sin inscripción partidista, con convicciones liberales y defensor del proceso de Paz, de las minorías, crítico y sin pelos en la lengua, y la segunda, como un demócrata que cree en el Estado, que confía en el fortalecimiento de los partidos políticos y en la democracia. Ninguna de las dos excluye a la otra.

La primera.

Pues sí, al uribismo se le están agotando las vidas y el juego cada vez se les hace más complejo. Sin Santos no tienen a quien atacar como estrategia de distracción y con Duque en la presidencia les queda muy complicado no mostrar resultados. Durante ocho años sobrevivieron gracias al discurso incendiario y siempre destructivo de la gestión Santos (a veces con razón, a veces por diversión) y hoy, el pueblo no come cuento. Las necesidades continúan y las soluciones aún no las sienten los colombianos que sufren los grandes problemas de este país. Trabajo, educación, salud y servicios públicos insuficientes.

Este año en octubre muchos de los candidatos uribistas que llegaron a sus cargos de elección popular en listas cerradas, deberán buscar votos con su plata y con sus discursos. La vaina no pinta nada bien. En Bogotá tienen dos flojos en las encuestas a falta de uno consolidado. En Barranquilla no tienen nada que hacer, los que mandan la movida son los Char. En Antioquia el candidato favorito a la gobernación no es del Uribismo y este patrón se repite en todo el país.

Así la cosa, los resultados en las urnas de octubre le darán una gran bofetada al uribismo y les hará entender que tienen la fecha de caducidad muy próxima.  No solo no van a lograr alcaldías y gobernaciones importantes, los bajos resultados harán evidente la muerte lenta de lo que en algún momento fue un sentimiento uribista robusto y enérgico.

La segunda.

El uribismo tiene jóvenes interesantes. Tiene líderes tímidos pero buenos, honestos. Uno se pregunta ¿qué hacen ahí? Y tal vez la respuesta que den algunos es que el cambio se hace desde adentro. ¡Ojalá!

Hace unos cinco años, Roy Barreras me propuso entrar en las filas de las juventudes del Partido de la U y trabajar en su fortalecimiento. Le respondí que no me interesaba, que se lo agradecía pero no. ¿Por qué? En eso se parecen mucho el Partido de la U y el Centro Democrático. No fueron creados para defender convicciones políticas profundas ni agendas programáticas a largo plazo, ni siquiera fueron creados para representar valores democráticos. Los dos partidos se crearon alrededor de un caudillo (el mismo) con la única intención de ganar elecciones. Y si, ganaron elecciones, pero también poco a poco perdieron importancia y votos.

En los jóvenes del Centro Democrático está la tarea de terminar de construir el partido. De robustecer sus propuestas y transparentar sus agendas.

Ya veremos…

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