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Del delito como una de las bellas artes

       

De las rutas sugeridas por la última antología de cuento colombiano hechas por don Juan Pablo Plata Figueroa – «Señales de rutas», 2008 – creo que la más imaginativa, rica en lenguaje y en experiencias me pareció la planteada por Juan Sebastián Cárdenas (Popayán, 1978). Al leerlo sentí la propuesta de algo nuevo y atrevido por cuanto explora territorios poco andados en la historia del cuento colombiano, o al menos poco valorados por una tradición que al no haber sido examinada desdeña de los rompimientos y de las innovaciones. Su libro de cuentos, «Carreras delictivas», lo vi varias veces en las librerías de Bogotá haciéndome guiños (era la primera edición publicada por la Universidad de Antioquia, 2006), pero terminé por conseguirlo hace poco en la edición española y definitiva de 451 editores, Madrid, 2008, cuyo primer tiraje ya está que se agota en las librerías madrileñas.
¿Qué hay en estos ocho cuentos? Que se apoyan en una secular experiencia de la vida cotidiana con personajes de gran fuerza psicológica, movidos por  elementos del inconsciente que irrumpen en la plana y aparente realidad  tornándola dual, desfigurándola o mostrando su lado más irónico. Los protagonistas de estos cuentos, por lo demás narrados con una prosa fina y sabrosa raras veces vista en nuevos escritores, se vuelcan  amedrentados sobre  Bogotá o Madrid con sus multitudes de complejos pareciendo ignorar lo que desean. En ambos casos son foráneos, extraños a esas ciudades por cuanto vienen de provincia (si están en Bogotá) o de Suramérica (si están en Madrid) padeciendo y a la vez gozando de una soledad terrible que en cualquier encuentro inesperado, o por cierta invitación para hacer algo distinto, surge  una gran aventura, un misterio por resolver. La intriga nace como sin querer, emana sin esas técnicas obvias y recurrentes de las telenovelas (de paso, uno de sus personajes aprovecha para burlarse  de una telenovela de Julio Jiménez  que graban en su pensión de estudiante, una tétrica casa del barrio bogotano de La Soledad), aunque la verdad a los finales de sus cuentos les queda faltando el toque maestro; bueno, cuestión de tiempo…
Lo cierto es que en sus cuentos el enigma brota del propio divagar del personaje-narrador… Por ejemplo, el protagonista del cuento «Melodía sentimental» es un joven colombiano solitario en Madrid, sin amigos y sin novia que por azar termina juntándose, sin querer mucho la cosa, con un hincha furibundo del Real Madrid padeciendo después delirios de persecución e insomnios que a duras penas sosiega escuchando radio al dormirse… Con el simple título de «Residencias», en otro cuento, Cárdenas cuenta la experiencia –  ¿su experiencia? – de  un estudiante de filosofía  en una residencia bogotana que, a punto de quedar en la calle, se encuentra con un compañero de cuarto que goza de los más extraños placeres entre el mundo narco…

Los cuentos me impactaron. Porque la literatura nos llega en tanto nos hace recordar cosas vividas – suma de la experiencia humana, humanización del mundo – de suerte que me reí mucho al evocar mi vivencia en los barrios estudiantiles en Bogotá. Una casa en Teusaquillo, «a tres cuadras del teatro y a escasos metros del Templo del Indio Amazónico de la Avenida Caracas…» Un apartamento a la altura de la Carrera 42, junto a un caño de agua podrida habitado por un ejército de gamines con sus perros». O al verme como aquel viajero colombiano de su cuento «Melodía sentimental» que sufre delirios de persecución (por tanta violencia vivida en nuestro país), inseguridad para socializar (por la idea tan extraña que se tiene de Colombia) y, en fin, que no hace sino redactar cartas para sus amigos de allá y dar vueltas y vueltas en el metro de Madrid.

El cuento más  chistoso es «Informe disciplinario», narrado con el típico lenguaje del supervisor de disciplina sobre una conspiración de piojos en los salones de un colegio en Popayán. Y por acá vemos que el auténtico cuentista debe confiar en su experiencia propia, ocurra donde ocurra, sea en la ciudad o en el pueblo menos famoso o literario del mundo, porque de otra forma su historia se derrumba si desconfía de su propio caletre.

Voy a completar los datos arrojados en su cuento «Apuntes sobre el fracaso de la vanguardia en Colombia»  (que por cierto se estructura como una investigación policial) con otros datos aún más curiosos y que hablan de lo mucho que hay que descubrir en este campo. Cárdenas evoca al misterioso cronista del hampa bogotana, José Joaquín Jiménez, quien solía deslizarle poemas propios a los suicidas del salto del Tequendama para después decir en sus crónicas que el suicida era un poeta. Resulta también que este tal Ximénez, como se firmaba en sus crónicas, es el autor de la primera novela policiaca en Colombia. Se llama «El misterioso caso de Herman Winter» y la única edición se encuentra en seis números de la revista «Cromos» del año 1941. Crea el detective Rodrigo de Arce a imagen de Dupin, el célebre detective de Poe, pues ambos quieren ser poetas o actúan como tales; son reaccionarios porque alguna revolución los arruinó, y gozan de la amistad con los prefectos de la policía que de vez en cuando solicitan sus servicios. Y en efecto, a la policía de Bogotá le urge averiguar la muerte de Herman Winter, un anciano alemán que murió ahorcado en los arrabales de Las Cruces. Algunas pistas lo conducen a Fontibón, donde reside la joven prometida del alemán y hasta ese momento la directa heredera de su fortuna. El misterio es exquisito…

El investigador alemán Hubert Pöppel registra una segunda novela policial escrita en los años cuarenta, «El misterio del cuarto 215 o la pasajera del Hotel Granada» (1944), en la que participó Ximénez con el penúltimo capítulo. El primero lo había empezado Lucas Caballero (Klim), a quien le siguieron Rafael Jaramillo Arango, Luis Vidales y el mismísimo León de Greiff. Cuando   Alejandro Vallejo quiso ponerle punto final había tal suerte de digresiones y equívocos que le resulto imposible y, al parecer, la novela grupal quedó inacabada. Datos para otra investigación bibliográfica-policial…

Sebastian Pineda Buitrago

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