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¿Quieres que modifiquemos por unos instantes el rotulo de esos días? ¿Te sentirías más cómodo si le llamamos Semana Sana?
Lo digo porque quizás te estás preguntando por qué le llamamos así a unos días en los que se conmemora más la muerte y el sufrimiento de Jesús que su misma resurrección.
Desde cualquier ángulo de una religión, doctrina, comunidad o Estado, es importante reconocer que, sin entrar a calificar la existencia de Jesús como el mesías, el Hijo de Dios, el salvador o el profeta; Jesús vino a este mundo con una inspiración divina y transformó con su legado muchos pensamientos, ideologías y creencias.
Jesús vino a este mundo a resumir todo un universo de leyes que atemorizaron por siglos a la humanidad presentándonos a un Dios juzgador.
Desde mi humilde opinión; es decir, desde mi verdad, que no es absoluta. Siento que Jesús iluminado en su espíritu, vino vestido de humanidad a mostrarnos una ventana hacia la luz y a indicarnos el camino que conduce al deseo del padre Eterno para nuestra existencia terrenal.
Para mí, repito, Jesús vino a resumir todo ese legado de leyes en tres palabras: Amar, Perdonar y Servir”.
Es lo que yo he querido aprender desde la revisión, una y otra vez, de las descoloridas películas que se presentan en esta semana donde se muestran en gran parte, no solo sus actos gloriosos, su misericordia y su poder para hacer milagros; sino su entera humanidad.
La humanidad con la que aceptó una misión. Quizás la mas grande misión impuesta en la historia de este mundo a un ser terrenal.
Es que en la humanidad de ese hombre nos podemos inspirar hombres y mujeres a actuar desde el amor, a conciliar la idea del perdón y a probar usar nuestras manos para servir.
Creo que, si usamos nuestra madurez espiritual y la ponemos a prueba, podemos comenzar a comprender para qué son estos días.
Podemos investigar un poco qué es eso de la cuaresma donde nos invitan a prepararnos durante cuarenta días para morir.
Y por favor, no te asustes que así es.
La verdad de ese acto de amor eterno es, que simbólicamente para los creyentes cristianos, católicos, y hasta para los judíos mesiánicos, el Viernes Santo, cuando se conmemora la muerte de Jesús en la cruz, ahí mismo mueren con Él, los miedos, el sufrimiento y el dolor para que renazca la alegría, la luz, la verdad y la vida.
Ahí es donde nace mi propuesta de hoy. Quizás atrevida, pero desde el amor deseo compartir una idea.
Te propongo ver más el triunfo de la verdad y el propósito de Dios en el espíritu de Jesús, que la victoria del sufrimiento y de la muerte sobre su cuerpo.
Te invito a ver a Jesús vivo, resucitado y sonriente como cuentan sus discípulos que lo vieron días después de su resurrección.
Recuerda que Jesús habló más de Amor, perdón y servicio que de sufrimiento”.
Suelta por estos días el dolor, la angustia, la preocupación y tus cargas. Cuando tienes los brazos cargando la cruz del sufrimiento que elegiste llevar, no puedes mandar el amor que podrías si los tuvieras libres. El sufrimiento autoimpuesto no es un regalo para el mundo. Te resta capacidad para amar.
Muchas religiones y sistemas de creencias aceptan el sufrimiento como una realidad ineludible e incluso lo ensalzan.
El cristianismo invita a cantar con romántico masoquismo que llevamos la carga de la pesada cruz. Los hinduistas justifican la pobreza y la enfermedad como una consecuencia del karma. Y el judío se sienta a esperar al paso de más siglos. Por alguna razón, el sufrimiento se ha convertido en el paraguas para los oprimidos.
Nos han dicho que Jesucristo vivió treinta y tres años. En los últimos años de su viaje por la tierra, impartió sus enseñanzas, ayudó a los demás y curó; también hizo milagros, redimió almas y transformó vidas. La luz que generó ha estado brillando durante dos milenios y sigue consolando el espíritu de quienes recurren a ella. Al final le dieron muerte crucificándolo, le atravesaron una lanza y se burlaron de Él, coronándolo con una corona de espinas.
Sin embargo, a pesar de todas sus curaciones, del poder que demostró tener y de las bendiciones que repartió, se conmemora su vida por la forma que murió. Se le muestra en la cruz, sufriendo, padeciendo, agonizando y sin vida*.
Esa es la parte que no comprendo y que he comenzado a modificar.
Que paradójico, conmemorar el día de su muerte llamándole “Viernes Santo”, cuando la resurrección es mucho más importante.
La imagen de un Jesús de rostro radiante, sano y con los brazos abiertos nos genera mas fortaleza, mas esperanza, mas inspiración para vencer la adversidad.
Te recuerdo que una de sus palabras a su pueblo fue: “Yo he venido al mundo para que tengan vida, y la tengan en abundancia”.
Por eso, pensemos en la vida, vivamos estos días santos de la manera más sana, más viva, más pura. Si somos Amor, enseñemos solamente amor.
Por años, llevé colgado en mi cuello un crucifijo como símbolo de tener conmigo a Dios, representado en su hijo sobre esa cruz. Pero luego, comencé a sentir que Dios, me quería vivo dentro de mí. Fue así como comencé a buscar y a ver la imagen de un Jesús siempre sonriente, siempre iluminado, siempre vivo.
En lo particular, repito, muy para mí. Estos días son santos, desde la santidad a la que pueda acercarse mi conducta no perfecta.
Por eso, para honrar esa imperfección prefiero llamarles días sanos. Con pensamientos sanos, con sentimientos sanos y acciones sanas.
Por estos días procuro amar, perdonar y servir, como me enseño Jesús… en vida.
Te invito a ser hermano, o hijo de un cristo vivo.
Hakuna Matata
@juanpapuchis
*Inspirado en apartes del libro Un curso de milagros (fácil), de Alan Cohen.