Hay dos clases de yo: el que te gusta a ti y el que le gusta a los demás
Hay dos clases de yo:
El que te gusta a ti y el que le gusta a los demás.
Pero debes escoger uno para que te acompañe a vivir.
Te propongo dejar al ego encerrado en el closet para descartar que elijas el que le gusta a los demás.
La pregunta es: ¿Estás seguro de conocer lo suficiente a ese ‘yo’ que elegiste como consejero y compañero de vida? ¿Tienes a alguien cercano para que te hable de ese ‘tú’ que quieres conocer más a fondo? ¿O prefieres hacerlo solo?
Sería como una entrevista contigo mismo.
¿Quieres jugar? ¿O estás muy ocupado teniendo éxito?
Sientes que quieres jugar a auto conocerte, y tu ‘Yo’ con mascara de pesimista te dice: “¿Ya para qué voy a conocerme a esta edad?»
«¿Por qué no apareció ese ‘Yo’ perfecto cada vez que la embarré tomando decisiones estúpidas y que actué para satisfacer al ‘Yo’ que necesitaba gustarle a los demás, que seguía patrones ajenos y asumía conductas lejanas a mi propia esencia?»
Quizá de verdad sientas que no necesitas esta clase temas cuasi profundos, propios de quienes pertenecen a veinte grupos de WhatsApp y de quienes envían la misma frase de superación que te llegó de uno de esos grupos.
Pero si aún estas aquí, hay uno de esos dos ‘Yo’ que quiere quedarse a leer que es eso del autoconocimiento.
El otro dirá: “Pues fácil; conocerse a sí mismo… punto. Yo me conozco, no ven que llevo tantos años metido en este cuerpo y sé perfectamente cuando se hicieron cada una de estas cicatrices”.
¿Sí? ¿De verdad conoces el origen de tus fobias, el tamaño de tus miedos o la profundidad de tus vacíos?
¿Sabrías reconocer tu bondades y virtudes sin llegar a confundir el autoconocimiento con la auto contemplación? Porque el auto conocimiento es el arte de saber cuáles son nuestros principios y valores en la vida, y cómo nuestras virtudes y defectos conforman nuestro ser.
Autoconocerse es identificar las fortalezas y debilidades que vamos descubriendo a través de la experiencia mediante el paso por nuestro camino de vida.
En esa evaluación íntima y personal no basta con definir nuestro carácter y concluir que así somos, y de esa forma deben aceptarnos. También vale tomar una iniciativa para mejorar esa condición humana que puede influir certeramente en la formación de un yo, como un todo.
El truco está en descubrir que nuestro interior está lleno de virtudes y que podremos hacer uso de esos inmensos valores que son dones recibidos con nuestra naturaleza, nos lleva a comprender también que la grandeza de nuestro ser es infinita y poderosa según queramos potencializarla para el bien nuestro, y del mundo en que vivimos.
Autoconocerse no es pararte desnudo frene al espejo y revisar cada rincón de tu cuerpo volteando el cuello de un lado al otro contando lunares, descubriendo verrugas, encontrando nuevos pliegues en el abdomen, contemplando las arrugas inteligentes de la frente o dándote cuenta que tus rodillas no están parejas.
Autoconocerse es examinar tu interior desde lo natural y con humildad, traer a tu mejor amiga; la conciencia y excluir de la invitación, al ego, quien traerá consigo a la vanidad, a las ansias de poder, y al apego a lo material, junto con otras exigencias oscuras con las que tiene seducidos a los inconscientes.
Descubre ese huésped especial que convive contigo al que puedes llamar «conciencia». Es quien te dirá la verdad; no lo que tu mente quiere escuchar, sino lo que ha dictado tu corazón donde está la pureza del ser humano como semilla de vida proveniente de Dios.
Luego de esta travesía hacia adentro, que casi siempre ocurre en momentos de crisis y confrontación con diversas adversidades, estarás listo para conocer el castillo de la verdad.
Allí verás en la puerta un inmenso dragón furioso lleno de fuerzas y poderes que le has otorgado con tus miedos y temores.
Pero también allí, frente a esa fuerza inexistente creada por la mente, estás tú, quien sí verdaderamente existes, y quien a través de la conciencia has adquirido confianza y seguridad para vencer toda clase de obstáculos que el enemigo quiere poner en tu camino para interponerse entre tú y tu felicidad.
Ese autoconocimiento te dará la gallardía para avanzar con seguridad hacia adelante, sin desvíos ni atajos. Seguro, firme y confiado en que Dios a través de tu fe te ha dado el poder para vencer.
Solo así, con esa determinación ese dragón inmenso se disminuye de la misma manera que lo hacías tú cuando te intimidabas con su furia. Y a medida que siente tus pasos firmes, se desvanece con la fuerza de tu presencia.
Ese autoconocimiento, es el escudo de defensa y la espada vencedora para muchas batallas posteriores con otros dragones que el ego enviará para querer arrebatar tu victoria.
Ahora, triunfante, estarás listo para confrontar tu verdad y atreverte a nuevas aventuras con la fortaleza del honor y la dignidad de un solo “Yo”, vestido de seguridad y confianza que quiere navegar hacia el interior de un océano que lleva tu nombre para repasar tus valores y supervisar el estado de tu alma.
Esa aventura es como una expedición para encontrar la ciudad perdida, donde hay un tesoro que te pertenece.
Sólo adentrándote a la intimidad de tu ser, podrás encontrar tu verdad pura y absoluta donde existe una luz propia que ilumina tu historia.
El objetivo de ese viaje es establecer una comunicación con el Yo interior.
Es preguntarte quien eres ahora y quien quieres ser en este pedazo de tiempo restante antes de quedar mirando hacia adentro para siempre.
Es descubrir esos momentos que marcaron tu vida y la afectaron dejando huellas de temor o rabia causando fobias y resentimientos que alteran tu armonía interior y se reflejan en conducta externas.
En ese viaje al interior, que puedes llamar introspección, re descubrirás la naturaleza de tu ser. Allí está la inocencia del niño, y con ello, toda la ternura y el amor de Dios con que fuiste creado.
Entra… estás en tu casa.
HAKUNA MATATA
JMC
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