En cierto sector del mundo cristiano se reconoce el peligro de ciertas ideologías mientras que se ve de manera poco crítica a otras, llegando incluso a creer ciertas de sus ideas. En este sector cristiano se critica fervientemente (y estoy de acuerdo) al socialismo, el estatismo, el colectivismo, progresismo, posmodernismo, etc., pero se ve con ojos poco críticos al modernismo, el individualismo, el capitalismo, al industrialismo, al liberalismo, etc.
Las ideologías pretenden abarcar toda la experiencia humana y explicarla sin tener en cuenta nada más. Establecen a un «Dios», un valor máximo que las define y del cual se deriva su visión del mundo: el individuo, la productividad, el capital, la voluntad o el deseo individual, la comunidad, el yo, la libertad, el Estado, el progreso, el consenso, etc.
Los ideólogos tratan de «universalizar» su conjunto de ideas, creyendo que son aplicables en todo momento, en todo lugar y en cualquier circunstancia. El ideólogo pretende ordenar la realidad a su sistema de creencias y no su sistema de creencias a la realidad. La ideología no tiene en cuenta la cultura local o familiar, la tradición, la historia del grupo o las personas; asegura que sus soluciones son universales sin importar las circunstancias; te ofrecen soluciones universales sin importar circunstancias específicas.
El problema que tenemos hoy gracias a la influencia del pensamiento ideológico, es que deseamos que exista un sistema de pensamiento exhaustivo y específico que dé soluciones a todos los problemas sociales.
Hoy nos damos cuenta que tanto la derecha como la izquierda, progresistas y conservadores se encuentran ideologizados y muy lejos de representar una visión realista y verdaderamente cristiana de la sociedad. Uno creería que para renunciar a las ideologías lo mejor es dejar de lado al progresismo y volverse conservador, pero como dice Chesterton, en palabras del escritor español Juan Manuel de Prada: «…todo el mundo moderno se ha dividido en progresistas y conservadores: mientras los progresistas se dedican a cometer errores, los conservadores se dedican a impedir que los errores sean corregidos.»(1)
Sí incluso en las personas se ve que lo que funciona para la una no funciona para la otra, por las historias personales o por las circunstancias, ¿cómo podríamos pretender lo contrario para las naciones? El ideólogo, contrario al sentido común cree que su ideología puede ser aplicada de manera exitosa y con los mismos resultados en todas las sociedades. El ideólogo ofrece una «solución», un «paraíso en la tierra», cuando su sistema de creencias se haya establecido completamente de manera uniforme en todas las naciones; acomoda la realidad a su teoría y no lo contrario.
El ideólogo, como dice el filósofo argentino Jonathan Ramos, crea falsas dicotomías para justificar la ideología que ha creído: “…si no estás a favor del feminismo es porque odias a las mujeres; si no estás a favor del socialismo es porque odias al trabajador o a los pobres; si eres crítico del capitalismo eres comunista; si eres crítico del liberalismo eres un dictador; si eres crítico del industrialismo eres un cavernícola perezoso; si criticas al individualismo eres un colectivista, etc.”
La ideología es una copia secularizada del cristianismo. Solo el cristianismo ofrece «soluciones» universales, solo Jesús salva de manera universal a todos los hombres y a todas las sociedades, sólo los principios cristianos «funcionan» en todas las sociedades. Pero el cristianismo no es una ideología. Jesús no es una idea, es Dios, que se hizo hombre y que como hombre vivió en Palestina en el primer siglo. La Biblia no ofrece una lista detallada y exhaustiva sobre cómo debe ser nuestro sistema político o económico (que se debe establecer en todo lugar y en cualquier tiempo, como pretenden las ideologías) sino que le da libertad a las naciones y a los pueblos para desarrollar su propia forma de organización social según sus tradiciones y costumbres, siempre y cuando esas costumbres y tradiciones no violen los principios de Dios.
Teniendo en cuenta que todas las ideologías son malas y que la ideología por su naturaleza va en contra de la cosmovisión bíblica, ¿por qué criticamos con contundencia al socialismo, el estatismo, el colectivismo, progresismo, posmodernismo, etc., pero dejamos tranquilitos al modernismo, el individualismo, el capitalismo, al industrialismo, al liberalismo, etc.? Si podemos asegurar que las del segundo grupo también son ideologías, ¿por qué nunca las examinamos? Debemos ser consecuentes.
Las ideologías son malas e incompatibles con el pensamiento cristiano; son como un veneno para nuestra cosmovisión bíblica, nublan nuestra forma de ver el mundo y nos alejan de los principios de Dios. Las ideologías son un peligro para la vida del cristiano y para el bienestar de la sociedad, nos llevan a adoptar un conjunto de ideas falsas y, como ya sabemos, las ideas tienen consecuencias.
Cristo es el Rey sobre todo lo que existe, por lo que todo lo que existe le debe honor a él. Él es Dios y hombre, todo fue hecho por medio de él y para él. Gracias a él el universo y la realidad son posibles. Él es la única verdad y sus mandamientos y sus palabras son verdaderas y universales. Pero cuando como cristianos nos vemos influenciados por las ideologías, pretendemos creer que la Biblia defiende algún sistema político o económico, llámese socialismo o liberalismo o cualquier otro. Acomodamos la Biblia a nuestra ideología; acomodamos la Biblia a nuestra forma de ver el mundo y no nuestra forma de ver el mundo a la Verdad de Dios.
Citas:
- Una enmienda a la totalidad: El pensamiento tradicional contra las ideologías modernas, 2021
Por Juan Ruíz
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