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Atardecer en el mar Caribe, Juan de Acosta, Atlántico

 

Escuché el término estoico por primera vez en clases de español en el colegio. Aun lo recuerdo gracias a que nuestro profesor, el legendario Jesús María Guillén, dejaba el alma en la pronunciación de cada palabra que quería tatuar en nuestras mentes con su particular acento español. En ese momento, me pareció un término fantástico para referirnos a aquel que resiste con gallardía. Hoy he podido comprobar que más que un adjetivo, es una filosofía de vida de gran utilidad para sobrevivir la turbulencia de la modernidad.

Zenón de Citio fue el primer estoico, un mercader que llegó a la antigua Grecia después de perderlo todo en un naufragio. Como había nacido en Chipre no le permitían participar de la vibrante vida política de Atenas. Sin embargo, se instaló en un stoa (pórtico) aledaño al Ágora de la ciudad para fundar su propia escuela de pensamiento. Comenzaron a llamar estoicos a el y a sus seguidores simplemente para referirse a aquellos que se reunían en la stoa.

Sin embargo, fueron los estoicos de la antigua Roma quienes lograron que su pensamiento trascendiera hasta nuestra generación. El famoso emperador Marco Aurelio y Séneca quien a su vez fue tutor de Nerón, fueron dos de los más célebres exponentes del estoicismo. También estaba Epicteto, un esclavo lisiado que tras conseguir su libertad abrió su propia escuela cuando era común estudiar las pautas para vivir una vida plena. A Epicteto le debemos en gran parte una de las lecciones más simples pero más poderosas del estoicismo a la que me voy a limitar a referir: no sufrir por lo que no está en nuestro control.

Para los estoicos preocuparnos por lo que no podemos dominar representa una de nuestras mayores torpezas. Una de las principales causas de la infelicidad es la creencia errónea de que controlamos cosas que están fuera de nuestro alcance. Por eso la recomendación es hacer las cosas del mejor modo posible conscientes de que hay aspectos que se salen de nuestras manos, pues hasta el mejor cazador se le escapa una liebre. Frustrarse por cosas que están por fuera de nuestros dominios como la temperatura del ambiente o el clima no tiene ningún sentido. Hacer el mejor esfuerzo posible por lo que sí podemos controlar, así sea parcialmente, como por ejemplo nuestra salud, es lo más recomendable.

Asimismo, para los estoicos es inútil dejarse gobernar por las emociones negativas. Muchas veces sentimos ira por algún suceso que no está en nuestro control.  Para los estioicos, lo importante en este caso es no desgastarnos con lo que ya sucedió y más bien concentrarnos en nuestra mejor reacción posible. Lo relevante entonces pasa de ser lo que sucedió para ser la manera como en nuestra mente enmarcamos ese suceso.

Por ejemplo, ya en tiempos más recientes, el estoicismo salvó la vida de James Stockdale, según el mismo lo ha relatado. Stockdale, un veterano piloto de la guerra de Vietnam debió expulsarse en paracaídas cuando su avión fue alcanzado por fuego enemigo en una aldea cerca a Hanoi. Su mantra para sobrevivir más de 7 años de torturas y cautiverio como prisionero de guerra que a la postre le valieron una medalla de honor, fueron las enseñanzas de Epicteto.

Pero no hay que llegar a un caso tan extremo para encontrar utilidad en esta filosofía rica en lecciones para vivir una vida mejor. Por lo pronto, aligerar el peso de la cruz que a cada uno le ha tocado cargar es posible siguiendo esta sencillas lecciones de los estoicos.

Foto: Tomada por mi

X: @alfredocarbonell

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