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Hay que ser porfiado.

He notado que las personas, a mi edad, solo le tenemos miedo a una cosa: al fracaso. Sentimos que la vida nos da la espalda, el tiempo nos acorrala, nos sentimos gordos, viejos, excluidos, feos. Paradójicamente, el hombre que queríamos ser se va pareciendo más al que van siendo nuestros amigos.

No es fácil, nadie dijo que lo fuera. Son pocas las personas que lograron lo que siempre quisieron sin que se les quemaran las pestañas, sin haber llorado, sin haber llorado mucho, sin haberse vuelto a levantar luego de haber vuelto a caer (se ganaron el Baloto). Hay que ser porfiado. Porfiado quiere decir “obstinado”, “insistente”, “empecinado”, “terco”, incluso “testarudo”. El fracaso es el conformismo.

Durante la secundaria uno se muere por acabar los estudios. Graduarse, el ‘prom’, el ICFES, la universidad. Todo esto se nos muestra como una promesa. La verdad es que terminar el bachillerato no siempre es buen negocio. La mamá ya quiere que uno trabaje porque no consiente que la nevera permanezca vacía. Porque como uno no hace nada, pues siente mucha hambre. Que llame al tío de la fotocopiadora pa’ que nos ponga a hacer algo o que al menos consulte Computrabajo antes de consultar Facebook. Pero uno no quiere trabajar, uno lo que quiere es estudiar, como nuestros amigos, los que sacaron un buen puesto en el ICFES.

Pero bueno. Hay algo que muchos no saben. Ahora, yo lo sé. Y es muy cierto. Es verdad. Que no estamos gordos. Ni viejos. Hacernos sentir que esto no es para nosotros, que hay que admitirlo de una buena vez, no es más que una ilusión. Es una trampa. Un atrapamoscas. Seguramente los que han tocado el éxito llegaron a saberlo un día. Unos días antes de agarrar el mundo con sus manos. Hay que ser porfiado.

Las oportunidades no abundan, son contadas, eso también es cierto. Ahora es cuando. Vamos a devorar los obstáculos de un solo bocado. Les estoy hablando a ustedes, los que no sacaron un buen puesto en el ICFES. ¿Qué hacer ahora? Hay que volver a presentarlo. Pero esta vez no vamos a dar papaya. Seguramente descuidamos algo. Hicimos algo mal. “Mal” no es la palabra, mejor digámoslo así: no hicimos algo bien. De pronto no nos preparamos lo suficiente porque nos comimos el cuento de que los resultados en esta prueba dependen más que todo de la suerte. Pues la tal suerte no existe. O tal vez nos afanamos por salir rápido el día de la prueba. O fuimos a una fiesta el día anterior…

Me gusta escuchar el testimonio de los que prueba tras prueba ocupan los primeros lugares a nivel nacional. Son adolescentes. Solo eso, no son nada más. Contrario a lo que uno pensaría, no son siempre los egresados de los mejores colegios del país. Su discurso coincide sobre todo en el hecho de que tienen sueños elevados. Todos quieren un nobel, o una revolución, ninguno de ellos quiere simplemente algo, y ya, sino que planean darle la vuelta al mundo. Es importante proponerse retos, y superarlos. Cero conformismos, el que no crea que tiene algo que no tiene nadie más creo que cree mal. Nos han hecho pensar que no podemos. Pues mire (en este momento ustedes deben imaginarme haciendo pistola).

Las pruebas Saber 11 no son un monstruo. No señor. Todas y cada una de las preguntas son susceptibles de ser resueltas correctamente. TODAS. Hay que prepararse. Y ganar seguridad. Confianza. Solo debemos ser porfiados. Solo eso. Es lo que dice Albert Einstein, García Márquez y Stephen Hawking. Ninguno de ellos lo logró en el primer intento, sus experiencias de vida están plagadas de llanto y miseria, de dolor y menosprecio. Nadie apostaba un peso por ellos. Ellos, solamente fueron porfiados. Ese es el truco muchachos, no hay otro. Confíen en mí. Confíen en ustedes mismos.

@Vuelodeverdad

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