Bogotá parece ser la ´viuda rica´, con mucha plata, que desean todos, y a la que ´hay que caerle´. Con esa guerra Procurador vs. Petro los únicos perjudicados somos los bogotanos, o mejor dicho, todos los que vivimos en esta ciudad.
Prácticamente, como lo reconocen al interior de la misma alcaldía, la destitución es un hecho, luego de lo acontecido la semana pasada en el Consejo de Estado,y lo que se ve venir hoy en el Consejo Superior de la Judicatura, donde seguro tumbarán las 300 tutelas a favor del alcalde.
Es muy triste saber que en esas batallas de superego y superpoder, cuyo reto y desafio por parte de quienes lo cultivan se vuelve personal, Bogotá sea la estatuilla a ganar. No importa que la interinidad se lleve por delante lo que se ha hecho en dos años.
Los choques de trenes entre las altas cortes, la degradación del mecanismo de la tutela, los intereses de la clase política tradicional, la ´venganza´ de quienes se vieron salpicados en el carrusel de la contratación, la campaña mediática de aquellos periodistas a quienes no les gusta el alcalde, el regreso a la época de la inquisición, y la tentación de muchos corruptos de repartirse la apetitosa torta de los recursos de la capital( y hasta sus basuras) entre otros factores, llevaron al traste un proyecto social, y por ahí derechito, tiraron a la caneca lo que hubiera podido ser una Bogotá más Humana.
A los gobiernos hay que dejarlos terminar y luego la historia los juzgará, pero no se puede frustrar a la ciudadanía, dejarla en el limbo, sin gobernante, con las políticas sociales interrumpidas, con presupuestos sin ejecutar y en un caos pero que la movilidad, cuya responsabilidad no es solamente de este alcalde.
¿Por que no se destituyó y sancionó de por vida a quien puso losas de tercera en una vía de primera?,¿por qué se dejó gobernar tanto tiempo a otro alcalde quien con sus amigos desangró las arcas de Bogotá? ¿por qué desconoce hoy el voto de los bogotanos quienes eligieron un programa de gobierno y al que le quedan por mandamiento ciudadano dos años más?
La respuesta es muy clara: a pocos de nuestros políticos y funcionarios con superpoderes les importa Bogotá y su desarrollo. Solo les interesa lo que les pueda ofrecer en materia de contratación, puestos burocráticos, tráfico de influencias y repartición de recursos. Además, se ha vuelto la capital un fortín político para pagar favores, cobrar deudas, disputar y ganar viejas rencillas.
Si llega un alcalde honesto que cuida cada peso, que destapa ´ollas podridas´, que gobierna para los pobres, que tiene un proyecto social, que le recuerda a los políticos tradicionales que Bogotá no termina en la 72 con Caracas, que hacia el sur hay más barrios, obviamente se vuelve una piedra en el zapato, un palo en la rueda. Más allá de cobrarle los supuestos errores que cometió en su política pública acerca de las basuras, lo importante era dejarlo terminar su período y luego tomar decisiones en frío, sin sesgos políticos, y pensando en el bienestar general de todos los habitantes de esta metrópoli.
Como van las cosas, ni siquiera se llegará a las elecciones para ratificar o revocar al alcalde por mandamiento popular, esa acelerada maratón para fallar desde las cortes parece ratificar ese argumento. Hay un afán para que el pueblo no se pronuncie, primero corriendo la fecha de la votación, y segundo, acelerando ponencias, fallos y todo lo que esté al alcance para destituir, no a Petro, sino el voto de quienes lo eligieron.
Ahora bien, ¿que pasó con las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)?, nunca llegaron, y lo peor, en caso que lleguen, y según expertos en el tema, lamentablemente sería solamente una ´recomendación´, a la cual el presidente puede decir que no, como ha pasado en casos similares, en países como Brasil y Ecuador.
Sentimientos de frustración e impotencia son los que tenemos quienes vivimos en esta hermosa ciudad como es Bogotá, incluso de rabia también, al ver que el voto no es tan sagrado como lo pintan, que no es tan cierto que en nuestro pais se respeta el debido proceso o que existen los mecanismos legales para defenderse, lo único que queda claro es que hay funcionarios con superpoderes, altas cortes y altos magistrados que no se ponen de acuerdo en derecho, que hay quienes legislan en causa propia y que lo que menos importa es Bogotá y su desarrollo.
La consigna de la vieja clase política parece ser ´Dividamos y Reinaremos´ y si que lo han logrado.
Al confirmarse la destitución de Petro, hecho que ya se puede dar como seguro, Santos tendría que nombrar un encargado y pedirle al partido del alcalde una terna mientras se convoca a nuevas elecciones.
La última esperanza para que Petro pueda evitar, o mejor, aplazar esta anunciada destitución, es una demanda administrativa, a través de lo Contencioso, que curiosamente sería resuelta por el mismo Consejo de Estado.
Dicho todo lo anterior, con la destitución de Petro ¡la única perjudicada es Bogotá!, su desarrollo queda estancado otra vez, sus recursos, durante los dos últimos años bien custiodados, quedan de nuevo en riesgo, los pobres de nuevo sin proyectos sociales y la ejecución en cero. La capital queda a merced de quienes la quieren devorar para sus propios intereses, y se vuelve un trampolín político, o un premio de consolación, para aquellos que no pudieron ser candidatos presidenciales.
¡Dios se apiade de Bogotá!
giovanniagudelomancera
periodista
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