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AFP PHOTO/Miguel Álvarez

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. AFP PHOTO/Miguel Álvarez

 

Durante todo el año del 2018 y lo que va de este 2019, Nicaragua ha estado sumida en una crisis política y social. Como consecuencia se ha generado un levantamiento violento por parte de la ciudadanía, dejando muchos muertos, al igual que un aumento de la represión del gobierno de Daniel Ortega. Su comportamiento autoritario muestra una clara intención de no dejar el poder y estar dispuesto a utilizar cualquier alternativa para sobrevivir, así sea el derramamiento de sangre de personas inocentes y opositoras a su gobierno.

Esta cuestión lleva a que nos preguntemos: ¿por qué llegó Nicaragua a este punto de tensión? Quisiera explicar algunos hechos históricos que pueden ayudar a entender la situación que tiene lugar en este país de Centroamérica, y que genera repercusiones a nivel regional.

La revolución de 1979

El 19 de julio de 1979, en plena Guerra Fría, triunfó en Nicaragua una revolución popular que marcó el fin de la dictadura familiar de los Somoza (45 años en el poder). El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), jugó un papel fundamental en este proceso, tanto en la lucha armada, como en la formación de una imagen de representación de los intereses de la sociedad nicaragüense. Es la movilización y el apoyo popular, lo que le da al sandinismo la fuerza para acabar con la dictadura, generar alianzas con Cuba y empezar a tener un sentimiento de rechazo y odio a Estados Unidos, por sostener y ayudar a los Somoza.

La contrarrevolución

A comienzos del año de 1980, sectores populares se mostraban entusiasmados con la revolución iniciada del FSLN, ya que se empezaron a ver algunas mejoras en el componente de salud o la educación. Los bancos y los sectores industriales fueron nacionalizados bajo el discurso de que estas acciones debían hacerse para recuperar la liberación nacional, y la dignidad social. Y cualquier intento de afectar dichas acciones debía ser respondido por las armas.

Por su parte Estados Unidos, bajo la formulación de una política exterior de contener el comunismo en la región latinoamericana, financió y entrenó a los Contra, un ejército contrarrevolucionario que quería derrocar al gobierno sandinista. La violencia se extendió por todo el territorio, y tanto miembros del FLSN, como los Contra, realizaron violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Primeros fracasos

A la alteración interna se le suman los primeros fracasos del gobierno sandinista en cuanto a sus políticas, especialmente en una reforma agraria que prometía una distribución equitativa de tierras a los campesinos, pero que al final de los años ochenta, fue demasiado incompleta. Además, los jóvenes eran obligados a pertenecer al ejército para librar la guerra contra los Contra, situación que fue muy mal percibida por la sociedad nicaragüense. Bajo el eslogan “Dirección: ordene” el sandinismo enviaba un mensaje a la población civil de subordinación y de no posibilidades de organización, lo que duró hasta 1990.

Los noventa

Los sandinistas y los Contra hicieron un acuerdo para ponerle fin al conflicto. Llegados a este punto se acordó hacer elecciones para abril. El resultado fue la victoria de la derecha liderada por Violeta Chamorro, lo cual fue un duro golpe a la dirección sandinista manejada por Daniel Ortega y su hermano Humberto, que era el General del ejército. Fue en este punto en el que se formaron rupturas grandes en los sectores de la izquierda radical de Nicaragua, gracias al ver la falta de liderazgo y al escaso apoyo popular.

Sin embargo, organizaciones sociales controladas por Ortega realizaron diversas protestas durante los primeros años del gobierno de Chamorro. El resultado fue generar un pacto de la derecha con los de izquierda para que el FSLN no se desmantelara, y se volviese un grupo político. Se discutieron otras reformas como mejorar el comercio exterior, o el papel del estado en la agricultura, la industria y los bancos.

A pesar de estas reformas, la seguridad siguió estando en peligro, ya que Chamorro depuró la Policía Nacional, e hizo entrar a miembros pertenecientes de los Contras, que actualmente son la primera línea para reprimir las protestas sociales. El FSLN, por su parte se comprometió a desarmar la población civil, situación que no fue cumplida.

Alianza exitosa

Asimismo, Ortega empieza a realizar alianzas con la derecha, para intentar transformar su imagen ante la comunidad internacional. Aunque en realidad pretendía cooptar a las instituciones políticas, esto se ve reflejado en la relación con el presidente de la derecha Arnoldo Alemán, en el que este le permite que miembros del FSLN tengan puestos en las instituciones del Estado, proteger sus propiedades, y asegurarles escaños en la Asamblea Nacional. El presidente Alemán, a cambio no recibiría manifestaciones de los sectores sandinistas, sino apoyo legítimo. Esta relación será crucial para la llegada de Ortega al poder.

 

 

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