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Esta es una invitación para que como sociedad comencemos a normalizar ciertas situaciones que muchas veces son juzgadas por esas voces del “qué dirán” y que nos susurran al oído en distintos momentos donde debemos tomar decisiones contundentes para nuestra vida.

¿Será que tenemos idealizada a veces la vida? Yo pensaría que sí. Pero no por eso debemos abandonar el propósito esencial de ésta: ser felices.

Me quiero centrar entonces en la pareja del trabajo y la felicidad como un conjunto. Esa parejita que queremos que funcione en todo momento a como de lugar, pero sin dimensionar muchas veces lo que significa.

Alguna vez leía en LinkedIn que si uno no se alineaba con los valores y principios de la compañía donde estaba trabajando, tenía que replantearse todo devuelta.

Que cosa más cierta…

No sé cuántas veces nos detenemos a pensar si somos verdaderamente FELICES con lo que hacemos en ese momento en el cual ya hemos conseguido un trabajo. Y la felicidad no es un día levantarse alegres porque el jefe se va de vacaciones, porque en la oficina se pudo ver el partido de Colombia o porque algo pasó, y se redujo la jornada en varias horas.

Es la felicidad en su estado natural, sin forzarla, o moldearla. Simplemente dejándola ser.

Me atrevo a decir que la gran mayoría de las personas no se hace constantemente esa pregunta al levantarse todos los días. Muchos porque no la consideran necesaria, otros porque sienten que no tienen derecho hacerla o les da vergüenza.

Pues esta es una invitación a que se planteen más seguido esa pregunta. Cuando uno no se detiene por un segundo a pensar que sus 8 o 9 horas de trabajo diario le llenan el alma, la vida se termina convirtiendo en un carrusel que va girando y girando, pero sin sentido alguno.

La vida siempre sigue. Pero nosotros tenemos un tiempo bastante limitado en ella y debemos intentar si quiera vivirla plenamente con un sentido o propósito claro.

¿Qué quiero hacer con este tiempo que me dieron?

Si su trabajo no lo satisface del todo, si siempre ha sentido que su vocación es diametralmente opuesta a lo que hace todos los días, si cada mañana se le hace más difícil madrugar, lo invito a que diga en voz alta y sin miedo “¿qué tal si contemplo la posibilidad de renunciar y buscar lo que me haga feliz”?

Como abogada le puedo confirmar que esa frase no contiene ningún delito tipificado por el Código Penal Colombiano.

Busquemos entonces siete puntos que nos pueden ayudar a detectar cuándo puede ser importante hacerse ese cuestionamiento o no. Pero primero partamos de la base que no debemos confundir el ser felices con estar eufóricos todo el día.

 

  1. Le da gusto llegar a su trabajo o siente que le molesta hasta el color de las paredes. 
  1. Siente un ambiente de trabajo agradable, motivacional, y que se adapta a su personalidad. 
  1. Los incentivos que recibe son suficientes para usted. 
  1. Tiene una sana relación con sus jefes. Y por sana me refiero a que no le da una úlcera cada vez que interactúa con ellos. 
  1. Las labores diarias que realiza en su conjunto apuntan a construir ese objetivo profesional con el cual usted se sueña, o lo están “mandando” por el camino equivocado. 
  1. Logra sonreír al menos una vez al día en su puesto de trabajo. 
  2. Los pilares de la compañía están alineados con su forma de ver la vida, sus valores y principios.

Y ojo, no estoy enfocándome en un trabajo perfecto.

Ahora, usted hace su listado, va detectando las alarmas y se hace la pregunta de si es o no feliz. ¿Ahora qué hace?

 

Pues lo invito a que apague las luces, vaya al camerino y quítese su vestuario y maquillaje, “despache” al resto de personas y pídale al telonero que baje el telón para que se pueda cerrar el acto.

Ahí puede estar usted solo, sin presiones del público, descalzo y en modo “polo a tierra”.

Ahora es únicamente su ser interior el que toma decisiones y el que vela por su bienestar porque sabe que cuenta con un tiempo adicional para que cuando vuelva a subirse al telón y salga a escena, usted ya esté en otro acto.

Se vale cambiar de rumbo, profesión y trabajo cuantas veces sea necesario para sentirse vivos de verdad.

Y así cierro este artículo invitándolo a que normalice el poderse tomar esas pausas que seguro le traerán mucha más vida de la que traía consigo y que seguramente lo harán volver a escena renovado, pero sobretodo y ojalá, siendo mucho más feliz.

Mis mejores deseos en esa búsqueda.

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