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La novela que originalmente se estrenó en el año 2007 por Caracol Televisión y que ahora hace parte del top 10 en número de reproducciones de Netflix, deja mucho para reflexionar.

La historia comienza mostrándonos dos realidades completamente distintas: una es la de Andrés Ferreira, un joven empresario exitoso y presidente de una gran compañía de mensajería en Colombia al que nunca le ha hecho falta “nada” en la vida. Y escribo esto  entre comillas porque más adelante la vida misma le muestra que le faltaba todo, absolutamente todo.

En la otra cara de la moneda está Bryan Galindo, un joven que vive en barrios de escasos recursos y que rechaza todos los trabajos que le ofrecen porque ninguno estaba a su altura. No tiene en qué caerse muerto, es rebelde, y de todos los trabajos que ha intentado tener, lo terminan sacando a patadas.

Por cuestiones del destino, algo que parece completamente incrédulo, pero que se ha visto en ciertos casos, termina sucediendo. Sus nombres se confunden cuando recién habían nacido. En definitiva, ambos estaban viviendo vidas prestadas, pero no propias.

Al  rico le toca la vida de pobre y al pobre la vida de rico.

Pero ¿cuál es el verdadero significado de tenerlo todo y de no tenerlo nada?

La novela nos va llevando poco a poco por las transformaciones de estos personajes y nos vamos dando cuenta que el que lo tenía supuestamente todo, es decir, dinero, un buen puesto, una casa de revista, etc., no tenía lo más importante: plenitud. Y estar pleno no es sinónimo de tener hasta el tope las cuentas bancarias, es ser una persona ética, buena, querida y respetada. Es tener amigos, dar de lo que nos falta y no de lo que nos sobra, es tener una familia o un círculo de apoyo, y sobretodo, es encontrar la felicidad en lo simple de la cotidianidad.

Bryan (ahora Ferreira), es la muestra de la ambición desenfrenada y el resentimiento en su máximo esplendor. Él es el reflejo de las enseñanzas no aprendidas, de ignorar las señales de la vida y de no trascender cuando el universo nos lo pide a gritos.

Como me decía el último jefe que tuve, cuando la vida nos pone retos hay dos tipos de personas: las que se quedan lamentándose y sentando raíces en la desgracia, o aquellas que lo ven como una oportunidad de valentía para conseguir grandes logros.

Andrés Galindo logró reponerse después de estrellarse contra el mundo y reflexionar sobre el tipo de persona en la cual quería convertirse. Aprende que el éxito no se hereda. Se trabaja desde los niveles más bajos para que a la hora de conseguirlo, pueda saborearse con mayor satisfacción. No ve ahora el dinero como el fin último de su vida, sino como una herramienta para ayudar a su familia y salir delante de las adversidades.

La vida da muchas vueltas. La gran mayoría inesperadas. Esas personas que nunca han tenido necesidades o dificultades económicas no valoran de la misma manera cada peso que se pierde, pero sí se enceguecen por cada uno que se ganan.

Contrario a lo que ocurre con Andrés, Bryan Ferreira se deslumbra con todas las cosas materiales a las cuales tiene acceso ahora. Decide vengarse de todos aquellos que lo habían hecho sentirse inferior, y despilfarra absolutamente toda su fortuna. Esa es la clara muestra del que nunca ha entendido que tenerlo todo no tiene nada que ver con dinero, y cuando lo tiene, se transforma sacando lo peor de sí mismo.

En fin, tenemos dos mundos completamente diferentes. Dos muestras de ensayo y error, un caso exitoso y otro, un fracaso completo.

¿Con cuál se siente identificado usted? O, ¿qué personaje cree usted que sería, si le pasara lo mismo?

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y ojalá entendamos que perder no es el verbo que acompaña al dinero como sujeto de la frase, sino a otro que se llama trascender.

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