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Ayer fue la gran final de uno de los programas de cocina más importantes de todo el mundo. Y a pesar de que siempre en los últimos capítulos parezca más un «reality» de  convivencia, es un espacio que nos deja grandes reflexiones y a la vez nos permite llevarnos una fotografía mucho más amplia de lo que es Colombia a través de la comida.

Definitivamente, hay que aplaudir y apoyar a los formatos de la televisión que se atreven a regalarnos un espacio diferente de entretención donde los pilares no sean los de la violencia, el narcotráfico o el conflicto armado. En artículos anteriores ya he apoyado otros programas que enaltecen nuestras raíces colombianas, porque siento que en pleno siglo XXI eso es lo que necesitan ver las nuevas generaciones.

MasterChef, sin duda alguna, hay que mirarlo desde muchos frentes para no llevarse simplemente un par de recetas y el drama protagonizado por unos cuantos que de seguro hacían que el rating tuviera unos “picos” inesperados noche tras noche.

Comencemos por esa idea tan bien pensada de trasladarnos por las distintas regiones, municipios y pueblos de Colombia para mostrarnos un lado amable y folclórico del país. En las diferentes temporadas hemos podido recorrer la costa del Caribe, el Valle del Cauca, el Tolima, Nariño, la Sabana de Bogotá, los Eco – parques en el centro de Colombia, el Meta, los páramos, en fin. Nos dan a “probar” de todo un poco.

Estos retos de campo exaltan la gastronomía más pura de esa región en particular e involucran a la población local para que sean ellos, los jurados más importantes que decidan verdaderamente quién logró representarlos. Eso definitivamente es una muestra de respeto y nobleza por parte de los tres jurados.

La idea de que los participantes literalmente se pongan las botas para ir a conseguir los ingredientes, les permite hacer una inmersión en el arduo trabajo que realizan nuestros campesinos, pescadores, recolectores y agricultores. Porque de nada tendría sentido que les dejaran el mise en place sin entender realmente de dónde proviene cada ingrediente que van a utilizar.

Todo esto nos enseña un genuino respeto por cada alimento que consumimos y a valorar el esfuerzo que hay detrás de producir toda esta variedad de productos colombianos teniendo en cuenta la difícil situación por la que atraviesa la economía en estos momentos y la dura competencia con la que se enfrentan nuestros productores en el exterior.

Ahora pasemos al ámbito de los escenarios a los que se enfrentan los cocineros y cómo estos son un claro espejo de los momentos que nos trae la vida misma.

El primero son los retos en equipos. El ego, la superioridad, el que querer que unas ideas brillen más que otras, son obstáculos que siempre vamos a tener a la hora de trabajar con alguien. Nunca va a ser fácil porque la inseguridad sale a relucir y nos impide ver las fortalezas del otro.

Lo importante es que siempre hagamos las cosas con ética y transparencia, recordemos que nuestra libertad llega hasta donde comienza el derecho del otro.

Los platos se comen pero la persona se queda.

El segundo son las cajas misteriosas. Estas representan lo inesperado de la vida, aquello que nos sorprende en cualquier momento, pero que nos exige tomar decisiones ágiles y racionales para poder salir adelante.

Y finalmente los retos individuales. De estos sí que tenemos una buena porción todos los días, porque al final, cada decisión que tomamos nos define única y exclusivamente a nosotros mismos.

Si nos ponemos a pensar, la vida es como la cocina. Entramos muchas veces en ámbitos completamente desconocidos para poder entender qué queremos hacer, qué buscamos presentarle a la sociedad, pero en muchas ocasiones terminamos quemándonos y cambiando el plan que teníamos una y otra vez.

Sin embargo, al finalizar el recorrido logramos sacar la mejor versión de nuestro plato, de nuestro proyecto, plan, u objetivo, porque detrás de éste se esconden muchos retos mentales y físicos que tuvimos que sobrellevar para poderlo representar en algo lindo y agradable al paladar.

Sigamos cocinando y atreviéndonos a probar ingredientes diferentes que de seguro encontraremos nuestra propia receta para vivir una vida en plenitud.

Ah, pero por supuesto, hagámosla siempre apoyando a lo nuestro, ¡A lo colombiano!

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