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Continua  el  debate sobre si se aprueba o no el matrimonio entre personas del mismo sexo, y  triste encontrarse con  que el argumento más sólido  que esgrime  la gran mayoría  de quienes están a su favor  es  «no podemos quedarnos atrás»,  así mismo,  la única razón para descartar la opinión contraria  es calificarla de retrograda y atrasada.  

Una postura no es errónea  por el solo  hecho de ser anticuada, de la misma  forma que no es correcta por el simple hecho de ser actual o moderna. Que relaciones tan frívolas  y simplistas las que como sociedad establecemos. Quién dijo que entre más recientes  más lúcidas  las generaciones,  y que en la gráfica de la evolución  ideológica los humanos vamos en una línea recta perfectamente  ascendente. 

Rechazar la continuidad de  una  política   porque es retrograda, y no por injusta y discriminatoria,  abogar por la implementación de  una medida por el simple hecho de que es moderna, porque no  podemos quedarnos rezagados, porque es que en España  ya, porque es que en Holanda ya, una razón tan banal y frívola como la  que  lleva a una   adolescente a tener relaciones sexuales ¡YA! porque sus amigas -las más populares, las que ella admira, a las que les lambe- ¡YA!

Ningún país ha vencido  el  subdesarrollo y la miseria por el simple hecho de aprobar  el aborto o el matrimonio gay, tampoco es un gran paso en pro de este objetivo estar actuando o aprobando leyes por simple tendencia.  

 
En serio, cuántos de los que defienden actualmente el  derecho de las personas del mismo sexo a casarse lo hacen por un interés genuino, y no por esnobismo puro,  porque está de moda- así como de moda está cuidar el medio ambiente, tener gatos como mascotas, salir a trotar-,  por sentirse más Cosmopolitan que el resto. Cuántos reclaman su aprobación con base en el silogismo: la gente de mente abierta está de acuerdo  con el matrimonio gay, yo estoy de  acuerdo con el matrimonio gay, luego yo soy gay, digo, luego yo soy  de mente abierta.

  
Me pregunto, tendría tantos adeptos y  defensores esta causa,  sería tan popular la  propuesta de  legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo  si esta hubiera surgido  por allá   en un atrasado y recóndito país del África, Comorras, Malí, República del Congo…   o, mejor aún,  si el  primer país del  mundo en tocar y aprobar el tema  hubiera sido Bolivia o  Perú,  créanme que no.

Imaginen, como diría el difunto Lennon, este titular: Cochabamba,   cuna del matrimonio gay, ahora supongan que la  imagen que en los diarios acompaña al texto de su aprobación no es  la de dos australianos u  holandeses dándose picos,  o la de dos  ingleses – Sir Elton John  y pareja – cogidos de la mano, sino la de un  man con el porte de Evo rumbeándose,  dándole lengua  a otro de la apariencia  de… supongan,   Hugo Chávez Frías…¡ iu!, ¡gas!  No es por nada,  pero Gay es un término  que define más  a los homosexuales de la década de los 90 para acá, una expresión para referirse más  a las tendencias sexuales de un Ricky Martin,  que a las mañas  de  un viejo marica y panzón de 50 años. 

Cuanta frivolidad en la terminología, cuanta frivolidad hay aún alrededor del tema. 

Seamos claros, nadie defiende causas de terceros si no ve en ellas algún provecho,  y si  algunos políticos se han obstinado  con la aprobación del aborto y del matrimonio gay  ha sido precisamente por la popularidad y el beneficio que esta posición les ha reportado, no vayan a creer que es por otra razón, para el resto – me refiero a la ingente cantidad de heterosexuales que ha defendido esta causa  como propia – el asunto los hace sentir bastantes  postmodernistas e intelectuales. Que oso estar en contra de algo que se impone en Europa. 

 
No encuentro otra razón, y es  que no me parece  lógico que una sociedad que los ha discriminado, se ha burlado de ellos  por siglos de repente -hará qué 8, 10, 15 años que todos los cantantes y  actores  gringos de moda empezaron a «salir del closet», al  mismo tiempo que  las estrellas femeninas, más con el ánimo de crear polémica y ganar popularidad que por ganas ardientes y reales,  empezaron a  besarse entre ellas(que besos más forzados y simples los que se daban), hará 15 años que en todas las películas y series de televisión empezó a haber un gay – se vuelque  a su favor, a defenderlos, a abogar por sus derechos.

Una sociedad necesita tiempo para romper paradigmas, eliminar prejuicios,  para transformarse o empezar a  entender y a reconsiderar su  posición; los cambios súbitos  y radicales  de opinión en el  99 por ciento de los casos obedecen a una misma razón, moda.

Desconfío   de algo cuando muchos piensan lo mismo acerca de ese algo, cuando defienden lo  mismo con exactamente los mismos argumentos,  y tras del hecho,  cuando son ellos los  que exigen y    reclaman  el derecho a pensar diferente.

Si realmente pensamos  que es el momento para Colombia, si sentimos  que estamos preparados,  aprobémoslo, pero que la decisión no  corresponda a una simple tendencia,  a un afán o  a un   delirio post modernista, sino a un interés de defender  lo que es justo, ¿cómo así que unos podemos  casarnos y otros no?, los derechos deben ser  iguales para todos,   ¿por qué tenemos    los heterosexuales que arrogarnos el derecho  de decidir sobre lo que es correcto y conveniente para todos?

Soy un aficionado a  la pose del  perrito,  y no me parecería  justo  que  a los que les encanta el   misionero,  por ser los practicantes de la pose más antigua y tradicional,  les correspondiera legislar sobre  mis derechos y decidir  sobre los aspectos esenciales de mi vida. Porque a esto se reduce el problema, a un asunto de preferencias sexuales. Y en mi caso, no me gustaría que las decisiones sobre mi futuro  quedaran en manos de los misioneros ni en manos de los que les  encanta el  69, la carretilla, el tornillo la mariposa o cualesquiera que fueran mayoría. 

Sigamos en el debate, pero sin tanto bombo y presión de los  medios, pero sobre todo y pese a lo anterior,  empecemos por  reconocer que el asunto no es tan sencillo como lo hemos querido  ver, esta sociedad  tiene demasiados prejuicios, es agresiva, discriminatoria, y no solamente con ellos. Muy bonito que Samuel y Julio, que Carmen y Julia, porque se aman,  por ser personas mayores y dueñas de sus actos con  una sexualidad definida,  puedan casarse, bien que pensemos en ellos.

 

Pero detengámonos también  a considerar,  así sea por un momento,   lo que podría  pasar con     Jaimito -el hijo de cualquiera de estas dos parejas – cuando,   en un bazar del colegio, por ejemplo,    sus inocentes, y sensibles  amiguitos  noten que sus padres son ambos del mismo sexo. Todos sabemos lo  «tiernos» y «considerados» que pueden llegar a ser los niños.

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