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Dudo que en este mundo exista algo más hermoso que el engaño. Pero si el  engaño causa frustración,  rabia, rencor, dolor.  ¿Quién dijo? El que causa todo eso es  el desengaño, ese sí que es feo, pero aquí nadie está hablando de él. Cuando  un  alguien logra hacernos creer que nos ama  con locura, y que por siempre nos va a ser fiel, a ese tiempo de ensueño y fantasía es al que me refiero. Y prolongarlo,   inconsciente,  e indefinidamente,   sin padecer la etapa del  desencanto,  es quizás   una de las claves para lograr la felicidad. Y si imposible es   permanecer  por saecula saeculorum  levitando en ese  fabuloso  estado   de embeleso  y mentira, como las ranas saltarinas que brincan por entre hojas de loto, la gracia está en  pasar de un  engaño a otro  sin caer en la fétida y espesa charca de la desilusión. Y para lograrlo,  en un mundo en donde la constante es  la traición,  la hipocresía y por ende el dolor,   se requiere de un don que la naturaleza a unos les entregó  algo, a otros nos regaló bastante, y con otros,  como con mi amigo Pablo, se le fue la mano de generosa, el don de la ingenuidad.
Pablo, una muy buena  persona, noble  y excelente novio, no era de los que  entraba a pedirlo de una, ni tampoco una vez se le entregaban, cogía a  azotarlas  como a trasto viejo. Toda mujer por fufa que sea, necesita cariño, y eso, que  a la gran mayoría de hombres parece olvidársenos,  Pablito lo tenía claro.  Hasta ahí todo bien, loable labor la de Pablito. A lo que sí no había derecho era a que abusaran, y a que una vez se percataran de su poca astucia lo cogieran por su cuenta, a desangrarle sus finanzas,  y a pintarle los  cuernos. De todas sus  novias Pablo se la dejaba montar, todas le sonsacaban dinero y lo trataban como a perro con cancha, y no contentas con eso, se la hacían en las narices, pero,   y ahí viene su gran virtud, él nunca se daba cuenta de nada.
Antes de reconocer lo de Pablo como una cualidad,  e indignados  por tanta injusticia,   su grupo de amigos conformamos     el CCAMH,  Comité Contra el Abuso y el Maltrato del Man Huevón, estuvimos tentados a llamarlo Comité Pablito, pero cuando íbamos a registrar el nombre nos acordamos de  un pequeño detalle, éramos sus amigos.    El comité fue un completo fracaso. Ni una sola, pese que fueron reiteradas las  veces que lo alertamos, Pablo se percató del engaño del que estaba siendo objeto. Que vaina con ese man,  se las pisa y pregunta de quién son, alegaba Danilo, uno de los del grupo. Seguro que  las agarra pelo con pelo y ni así.
«Pero ese tal Pablo era un desgraciado, pobre infeliz, yo sí prefiero vivir siempre en la jugada, con los pies en la tierra, porque a mi no me la hacen». Error, a todos nos la hacen,  lo que pasa es que usted y  yo a veces  no nos damos de cuenta, y mejor,  porque si así fuera,  para ver una güeva mas grande que Pablo, bastaría detenerse un par de segundos frente al espejo.  Primero eso, segundo, partamos de una base, engaño y desengaño se presentan siempre en un mismo sentido. Lo que se es,  siempre es peor que  lo que se cree. Nunca he escuchado un caso contrario, como por ejemplo:    Yo creía que era un pobre diablo y resulta que estaba engañado,  porque en realidad era un hombre de éxito. Yo creía que ella tenía otro y resulta que vivía engañado,  porque soy el único en su vida.
Sigamos. Por muy  mugre que sea, ninguna vieja, ningún man, salvo contadas «ratas» y excepciones,   va a expresarle a su pareja  las verdaderas razones por las cuales ha decidido prescindir de sus servicios, siempre se van a inventar excusas, la desgracia de un hombre astuto, es que intuye  lo doloroso de la verdad que se esconde detrás de cada  excusa.
Una vez su pareja le expresa el deseo de romper, porque,  por ejemplo, según sus palabras, quiere estar sola,  la cabeza del astuto, realista o mal pensado, que para tal efecto  es lo mismo,  empieza a elucubrar:  «Si esta vieja decidió abrirme es porque indudablemente  está saliendo con  otro, y ese  otro,   con el que a la fija  ya «probaron de sal», – a mi no me vengan con cuentos chimbos, nadie va a hacer a un lado  un plato sin  antes haberle dado por lo  menos una probadita a otro-  con toda seguridad le hizo mas rico, y mírese por donde se mire debe ser  mas pinta que yo y deber tener mucho mejor sueldo». Uff, certero, ese man no es ningún guevón, exclamamos con admiración cada que escuchamos un fulano hacer una deducción de este tipo. Ese man sí es que sabe como es la vuelta con las hembras.
¿Y qué con eso? ¿Cuánta alegría reporta ser tan sagaz? ¿Cuánta,  darse cuenta de lo podridas que son las cosas? Ninguna.  Por el contrario, sugiero, que  deberíamos conservar por siempre intacto ese  culillito  que sentimos cada vez que  nos  arrimamos demasiado  al borde  del hondo y oscuro  abismo de la verdad.
No contenta con la cachetada inicial, al astuto su malicia le diseña, además,  un cuestionario con algunas  preguntas para que las mastique durante las interminables noches de insomnio que se avecinan  ¿Cuánto hace que ese par me estarán viendo la cara? ¿Desde cuanto hace que estarán teniendo  sexo cochino? El man que la enredó, y ella gustosa, ¿será alguno de mis amigos? Si la pregunta es  de selección múltiple, las opciones de respuesta son  igual de letales para su ego y de crueles para sus sentimientos.
Mientras tanto en la cabeza de un tipo como Pablito, acontece lo siguiente: Mi novia dice que me terminó por que su mamá no la deja tener novio. Pobrecita,  ojala su mamá  la deje pronto tener novio, para que volvamos.   La pregunta que en la cabeza del perspicaz da mas vueltas que lulo en licuadora, con la diferencia de que nuestra mente no tiene afiladas aspas para hacer   trizas los tormentos,   por la cabeza de Pablo  pasa como un zumbido. Acostado boca arriba, prende la luz de la lámpara de su mesa de noche,  abre los ojos de par en par,  como si le fueran a echar gotas -ambas cosas al mismo  tiempo-, ¿Y si tiene otro? Se pregunta. Seria incapaz, se responde. Con todo lo que me ama, además,  me lo hubiera dicho, punto final. Cierra los ojos, apaga la lámpara,  y a dormir,  y si no se ha curado de la  apnea, a roncar.
Los hombres solemos pensar  que astuto es el dañado con las hembras, que  es porquería. Por ende,    aplaudimos al tipo que a todas sus hembritas  se las ha pasado por la galleta, que  les ha puesto los cachos,  sin detenernos a pensar que llegado el momento en que la torta se voltea y es una  de sus hembritas la que se la hace, o por lo menos eso es lo que él piensa,  argumentos y situaciones para armarse películas es lo que le van a sobrar. Una de la mañana y, desde que apagó  la luz, Pablito parece haber muerto, el avispado,   por el contrario,   conjetura, ata  cabos, recuerda tal día que se le perdió, tal otro que estaba como extraña, y ya sabemos todos que los celos crean aterradores supuestos e hilan los hechos  de la forma mas trágica y despiadada. Jurará que a esas horas de la noche, en algún antro  de mala muerte, estarán su excapullo y su tinieblo haciendo de las suyas. Como duele que esas ilustraciones  de su capullo enloqueciendo de placer se dibujen y se escuchen en su mente de esa forma tan realista y clara. Mientras tanto,   Pablito duerme plácidamente, arrullado por la certeza  de que el amor que su prometida  le profesa  la inhabilita para sentir delicia con otro que no sea él, pobrecito. Pobrecito el  perspicaz,  que aterrado de tanto pensar entrecierra los ojos y, con ímpetu,  sacude de un lado a otro su cabeza,  con la esperanza de que esos pensamientos que lo martirizan como palomas asustadas  salgan de su mente y se echen a  volar. Pero que va,  parece que hubieran nacido ahí. En un intento desesperado  se toma la cabeza con ambas manos y la  espicha  con fuerza,  tal vez intentando de esa manera deformar la imagen de su  capullo en esa  pose que  por vulgar, aún para un macho como él,  y por su alto grado de acrobacia,  no se atrevió, ni siquiera,   a proponerle. Si por lo menos el bribón ese dejara de palmotearle las nalgas, arrugar la nariz y mover él esa cumbamba, con ese gesto de,  que rico, pero a la vez,   no sé por qué hago cara de estar como rabón, en fin, estoy dándole tan duro que voy  partir a esta perra.  4 y 30 de la mañana y el desespero y el dolor lo llevan al delirio.  ¡No más! -Como gritaba  Pachito y su combo por la séptima  en época de marchas, antes de decirle   a todo un país: «Bueno, vamos a pedirle plata a los gringos, y nos vamos todos a echar bala»  -.  «¡Paren! ¡Paren! que eso no da leche,» -¿Qué no? Oigan a mi tío – «¿Quién les dio permiso de entrar en mi cabeza,  a tirar y a  gemir de esa forma? »
Las mentiras piadosas llegaron a este mundo para quedarse y frases tan únicas y especiales como nunca te voy a olvidar, contigo hasta la muerte, eres la única, el único, eres el  amor de mi vida, que hombres y mujeres en la actualidad le decimos por lo menos a unas 25 personas durante toda nuestra existencia,  para Pablito eran la neta, como diría su amigo mexicano, el amigote mexicano que se goterió a  Pablito y que vino,  entre otras,  a gusanearle la novia, y el otro encantado de la pelota diciendo cada cinco segundos: chinga tu madre, y güey,  güey.
«Y si tanta estupidez no era mas que una forma de  evadir su realidad, y muy en el fondo…»  No empecemos a teorizar, Pablito no se hacia, Pablito era huevón.
Su exagerada credulidad lo llevo a tener una excelente percepción de si mismo. Como todo lo que las viejas le decían se lo creía,  no era raro escucharlo decir: «Yo fui el primero en tocar a X, Y, o Z mujer».  «Yo soy la persona que Q y X mas han amado en la vida». «Hasta en sus lechos de muerte W, X, Y, y Z se van a acordar de mi». «Para J, Q, K yo fui el mejor de los amantes,  el que mas rico  las ha hecho sentir» ¿Usted qué  sabe? Pablo, deje ser chicanero. «Ellas me lo dijeron, y si lo dijeron es por algo, ¿no cree?»  Sí, sí,  sí,  Pablito.
«A mi ninguna vieja me ha puesto los cachos». «Yo sí he sido muy de buenas porque todas las novias que he tenido me han respetado». «Durante el tiempo que estuvo conmigo siempre fue firme» «Sería incapaz de engañarme». Tamañas barrabasadas eran sus aportes cuando el grupo de amigos nos reuníamos  a lamentarnos  por el dolor que nos causaban, y por lo avispadas, y  ratas que se estaban volviendo las viejas.  ¿De quién aprenderían?
Incluso una de las novias más «alegres» que tuvo, y bien de buenas que si era para las hembras de ambiente, se lo gozó varios meses con el cuento de que era virgen. Famosa por ser el desvare de todos los urgidos del barrio, y por sus movimientos endiablados a la hora de amar, un día cualquiera se le alborotó el deseo de tener un novio en serio y que mejor candidato que Pablito, que,  para aquí entre nos, no era feo, vivía con buen efectivo dentro del bolsillo, y para rematar,  durante  ese tiempo andaba con el cuento de que quería probar virgo.  A sus oídos llegó esa información y como la idea era conquistarlo, decidió asumir el rol.  Éxito absoluto.
El día de la primera entrega,  le  bastó quedarse tiesa, hacer cara de;  soy niña huérfana,  adóptame, susurrarle al oído un par de veces;  «Pablo, Pablo,  júrame que no va a doler», y emitir igual número de   quejidos para que Pablito, integro, se tragara el cuento.  Los rasguños, la mechoneada que le pegó como parte del teatro fue por puro trámite, y también por venganza,  porque imaginen que ella ya viringa y el otro en lugar de cogerla y tome,  la puso fue a chupar frío como media hora, mientras le echaba un sermón sobre el amor verdadero. Y  no solo eso,  mientras le  daba besos en la frente,  y le repetía  que la amaba, cada cinco segundos le preguntaba:
– ¿Bebé,  estás segura que yo soy el hombre indicado para hacerte mujer?
–   Que sí, Pablito, usted es el propio. Hágale, hágale, sin miedo. Hágale pues mijo.
La muy bandida quería novio en serio.  Pablito,  estrenar 0 Km., ¿se fijan como es de  maravillosa la vida  cuando hay engaño de por medio? Las cosas no son lo que son,  sino lo que uno cree que son. Y perdonen tanto son, pero es que a ese ritmo era que bailaba y se gozaba la vida Pablo.
¿Y la doncella? A los seis meses, cansada de su papel de niña buena y de estarle repitiendo a sus amigas;  «que tipo tan lentejo, me tiene aburrida»,  y  antojada otra vez de man cafre, lo echó pa’ la porra. Quienes estuvimos cerca de él, notamos su achante. Pero nunca se «mató» la cabeza, por el contrario, desde el fondo de su alma noble y pura,  nos decía que  lo único que anhelaba para ella era que  en su senda encontrara alguien que la supiera querer, y que no le hiciera daño a su buen corazón. Por que lo único que tenía para con ella era un eterno agradecimiento por los buenos momentos. Y de  Buenos momentos,  que lo han hecho feliz, es de lo que ha estado llena la vida de Pablo,  y ya nada, ni los años, ni la «astucia» de quienes pretendan despabilarlo, podrán arrebatárselos.
 

 

 

 

 

 

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