Termina hoy el
año 2012 de la era cristiana. Para muchas personas esta fecha es motivo de
meditación y para otras de tristeza por las cosas que se perdieron o los seres
queridos que partieron de este mundo, las relaciones que acabaron y los
objetivos frustrados.
No obstante,
casi siempre, al terminar un año, nos llenamos de buenos propósitos y trazamos
nuevas metas que queremos alcanzar. El primer paso que debemos dar, antes de
proyectar esas metas, es reflexionar sobre lo que no hicimos durante el año que
acaba, precisar qué metas no cumplimos y por qué. A partir de esas conclusiones,
entonces, debemos elaborar los nuevos propósitos; para alcanzarlos no
requerimos acudir a agüeros como sacar las maletas, comer lentejas, las doce
uvas etc. Sabremos que, de acuerdo a
nuestros planes, Dios nos guiará con sus mensajes por medio de nuestros sueños.
Si los seguimos, evitaremos equivocaciones y lograremos los objetivos anhelados.
Debo recordarles
que el verdadero año nuevo de cada persona es la fecha de su cumpleaños. Es en
ese momento cuando cada quien debe trazar sus nuevos objetivos. El 31 de diciembre
de cada año simplemente se celebra un círculo completo de la tierra alrededor
del sol de acuerdo con el calendario gregoriano.
Previo a la
fijación de las metas debemos limpiar nuestro interior. Para ello es menester
desprendernos de resentimientos, odios, rencores, envidias etc. Si cargamos
esos lastres encima nunca podremos lograr una meta positiva. El perdón es la
receta infalible para sanar los malestares del espíritu. Nadie es perfecto. Si
comprendemos que los seres humanos somos una suma de defectos mezclados con
algunas virtudes habremos adquirido la serenidad de ánimo necesaria para no
asumir el papel de jueces severos del comportamiento ajeno. De igual manera
tampoco debemos azotarnos nosotros mismos por los errores cometidos. La vida es
un constante aprendizaje y las equivocaciones son lecciones que nos
proporcionan sabiduría.
Nunca es tarde
para comenzar o recomenzar. Cuando atravesamos momentos críticos en las
relaciones personales, los negocios, estudios, trabajo etc., Dios nos está
enseñando a valorar lo bueno que está por llegar (cada vez que algo «malo» nos
pasa es porque se avecina algo muy bueno). Las dificultades no pueden ser la
excusa que justifiquen no alcanzar nuestros objetivos. Hay ejemplos de muchas
personas que nunca se rindieron y triunfaron en sus propósitos. Debemos aceptar
que nuestras malas decisiones son la causa de los fracasos. Por eso no debemos
descargar la responsabilidad propia en terceras personas o en Dios.
La negación es
la peor postura que podemos asumir ante los problemas. Preguntarnos ¿por qué me
pasa esto a mí? no es la actitud apropiada frente a cualquier reto que nos
plantee la vida. Hay que asumir la lucha con valentía y decisión, no con ánimo
cobarde y derrotista. El éxito solo está al alcance de quienes dan la batalla
por lograrlo.
A todos los
lectores de este blog les deseo un año 2013 pletórico de éxitos, salud y
prosperidad. Dios los bendiga.
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