Las buenas intenciones pueden llevarte al infierno
“El camino al infierno está lleno (empedrado, dicen otros) de buenas intenciones” reza una frase muy antigua y de origen incierto. Fuera del contexto religioso en el que pudo haber sido concebida, la verdad que subyace en ella resulta incuestionable si al día de hoy entendemos por infierno las consecuencias funestas en las que pueden desembocar muchos buenos propósitos. Los ejemplos abundan y enlistarlos sería una labor tan dispendiosa como escribir un diccionario enciclopédico. Sin embargo, recuerdo algunos casos que en su momento me pusieron de presente esa realidad. Uno que podría tildar de emblemático por la cercanía que tuvo con mi propia vivencia, ocurrió en mi ciudad natal a principios de los años noventa.
En esa época la ciudad estaba atravesando una profunda crisis causada por la voracidad de los políticos de la época. Los servicios públicos estaban prácticamente colapsados, su prestación corría a cargo de entidades del Estado en el rango municipal y éstas, a su vez, estaban dirigidas por “amigos” de los honorables representantes del pueblo en las corporaciones públicas. Ante el caos en que estaba a punto de sumirse la ciudad, surgió de las entrañas populares la figura mesiánica de un ministro eclesiástico que podría salvarnos a todos de la debacle inminente. Su candidatura a la Alcaldía estaba precedida de una labor pastoral impecable en un sector deprimido de la urbe. Era un hombre de manos limpias y corazón puro.
No había mejor candidato para enfrentar a los políticos carroñeros que habían convertido su fortín electoral en un cadáver urbano. Por eso su triunfo electoral fue arrollador y la inconformidad de la gente con su clase dirigente tradicional se reflejó en las urnas. Una nueva época de progreso y pulcritud en el manejo de la cosa pública se avizoraba en el horizonte. En todos los sectores se respiraba un aire de optimismo, máxime cuando en su discurso de posesión el nuevo mandatario local prometió enviar a la cárcel a los pillos que se habían enriquecido a costa del erario municipal. Sin embargo, el tiempo pasó y el detalle de lo ocurrido puede consultarse en las páginas de los diarios y en los folios de los expedientes judiciales: el redentor terminó preso por pillo, los pillos que prometió mandar a la cárcel no perdieron su calidad de honorables y la ciudad quedó sumida en la quiebra al punto que durante muchos años estuvo regida por la ley 550 de 1999. Conclusión: las buenas intenciones del elegido y sus promesas de campaña desembocaron en el infierno de la desilusión popular. Literalmente, el remedio resultó peor que la enfermedad.
El ejemplo anterior refleja uno de los muchos casos en los que las expectativas de todo un pueblo se pueden convertir en una gran frustración por causa de la incapacidad de una persona o de un partido para llevar a la realidad un buen propósito. Lo peor de todo es que en la mayoría de los casos (en mi opinión) la idea inicial, o el punto de partida del proyecto, estuvo sustentada en el sincero deseo de llevar a cabo una buena acción o ejecutar una obra de beneficio colectivo. Me llama la atención, pero son los expertos en la materia los llamados a dar las respuestas si las hay, que las causas políticas basadas en programas orientados a beneficiar a los pobres, casi siempre culminan en que éstos siguen en la pobreza y sus líderes en la opulencia o en la cárcel por ladrones.
Pero los alcances de la frase que encabeza esta entrada no se limitan a la actividad de los políticos. En el campo individual se encuentran también muchos casos de personas que terminaron viviendo situaciones extremas cuando quisieron lograr exactamente lo contrario. Precisamente ayer en un noticiero de televisión presentaron el testimonio de una joven que viajó al Japón convencida de que trabajando como bailarina en ese país lograría ganar el dinero suficiente para sacar adelante a su familia. Al llegar allá se encontró, no con el paraíso económico, sino con el infierno de la Yakuza que la sometió durante un largo tiempo a servir como esclava sexual mientras producía lo suficiente para recuperar su libertad y regresar al país. También son conocidos los casos de las mujeres que creyeron encontrar por internet a su príncipe azul y viajaron a otros países con la expectativa de casarse con un hombre adinerado y terminaron sometidas por verdaderos depredadores que las convirtieron en empleadas domésticas sin sueldo, en el mejor de los casos. Otras, desafortunadamente, encontraron la muerte a manos de esos canallas.
En fin, el camino aparentemente fácil casi siempre termina en un precipicio. “De lo bueno no dan tanto” es otra frase popular que debemos tener en cuenta cuando alguien nos haga una propuesta aparentemente muy buena y sin mayores riesgos. Si se trata de firmar contratos con ciertas empresas hay que leer la letra menuda para saber dónde “aplican las condiciones y restricciones”. Las buenas intenciones requieren de mucho juicio para que terminen en buenas acciones o resultados. Si no es así, son la cuota inicial de un infierno no deseado.
Les informo que a partir de mañana 1 de agosto podrán escucharme por la emisora Melodía Stereo 730 AM en el programa EL MUNDO DE LOS SUEÑOS que se emitirá de 2:00 p.m. a 2:30 p.m. También podrán sintonizarlo por la página web www.cadenamelodia.com. Están cordialmente invitados a participar con sus llamadas. Podrán contarme sus sueños y con gusto los interpretaré al aire. Los espero.
El articulo articulo puedes leerlo en dos días: http://bit.ly/2mOYlh1
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