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Se marcha este año y con él se irán también los buenos propósitos y las ilusiones de muchas personas que quisieron cambiar sus vidas en algún sentido y no pudieron. Quedarán atrás, igualmente, buenos recuerdos y amores que acabaron. Lo más triste, sin duda, será despedir el año sin la compañía de los seres queridos que se fueron de este mundo.

Las reuniones familiares de fin de año son siempre una mezcla de alegrías y tristezas. Para muchos la anualidad que termina les habrá dejado como dice la canción “una buena suegra” y otras cosas positivas. Otros, en cambio, se lamentarán de su “mala suerte” porque vieron frustrados sus planes económicos o laborales.

En todo caso, más allá de la explosión emocional y de las lágrimas de alegría o tristeza, el cambio de año debe ser un motivo de reflexión para evaluar el rumbo por el cual marcha la vida de cada uno.

En este punto debo traer a colación una verdad obvia pero tal vez ignorada por muchas personas: el verdadero año nuevo de cada ser humano es la fecha de su cumpleaños. El acontecimiento que se celebra a la medianoche del 31 de diciembre es simplemente, de acuerdo al calendario gregoriano, un giro completo de la tierra alrededor del sol. Este hecho se festeja en casi todos los países del mundo y es la línea divisoria para establecer un antes y un después en distintas actividades de la sociedad actual. El año calendario es el marco dentro del cual se desarrollan acciones y labores que se evalúan al final del mismo.

Dentro de esa concepción general de programar, ejecutar y evaluar un determinado propósito dentro de los límites de tiempo establecidos por los doce meses del año, que es propio de empresas y gobiernos, han caído la mayoría de las personas consideradas de manera individual.

Es comprensible que quienes piensan y actúan de ese modo lo hacen porque varios de sus propósito personales dependen de los resultados que se logren en las entidades a las que están vinculados como empleados o que dirigen como emprendedores. Sin embargo, no todos los objetivos tienen un fondo económico. Hay metas particulares como culminar una carrera profesional, mejorar como persona, salvar una relación etc.

Para alcanzar con éxito una meta no se requiere, como muchos piensan, una gran dosis de “buena suerte”. Creer que el azar es un aliado que podemos poner de nuestro lado mediante sortilegios y artes mágicas es un error que muchos cometen en su afán de lograr resultados inmediatos y sin esfuerzo.

El éxito se consigue teniendo claro el objetivo que se pretende obtener, disponiendo de los medios necesarios para actuar y utilizándolos con la sapiencia indispensable para evitar errores.

En cada paso que se dé para llevar a cabo el propósito que se tiene en mente se debe contar con la guía de Dios. En distintas oportunidades he dicho que el Creador ama tanto al hombre que siempre está a su lado para orientarlo e iluminarle el camino. Sin embargo, la tozudez humana es la que generalmente se impone al final e impide que los consejos divinos caigan en tierra fértil.

Por eso recomiendo que antes de los abrazos y los deseos de feliz año, sepamos qué queremos para nosotros en el año nuevo que empieza. Sabiendo eso, más que comer uvas o vestir interiores amarillos a la medianoche del año viejo y el inicio del nuevo, pidámosle a Dios con mucha devoción que nos guíe para que sepamos tomar las decisiones que van a encausar nuestro camino.

Pueden tener la certeza de que durante los primeros días del año nuevo van a recibir en sueños los mensajes de Dios que les indicarán el camino a seguir.

Obedecer la guía de Dios es la única actitud que garantiza un resultado favorable de las acciones emprendidas. Pero no se debe perder de vista que no siempre lo que se anhela obtener es lo que más conviene. Para eso es preciso, antes de invocar la guía del Creador, tener en claro lo siguiente: el propósito que se quiere lograr debe ser posible, benéfico para quien desea alcanzarlo y no debe dañar a nadie.

¡Feliz Año Nuevo para todos y éxitos en sus proyectos!

El Portal de los Sueños

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