En días pasados participé, gracias a una gentil invitación de www.noticiascaracol.com, en un videochat para responder las inquietudes e interpretar los sueños de los cibernautas. Durante el evento me formularon algunas preguntas de sumo interés que debí responder, por las limitaciones del tiempo, con extrema brevedad. Por eso quiero aprovechar esta entrada para ampliar algunos temas que quedaron difusos durante el videochat. Empezaré refiriéndome a una pregunta de la conductora sobre mi opinión respecto a los conceptos de Freud, Jung y otros especialistas sobre los sueños. Mi respuesta sobre este punto fue tajante: me declaro impedida para emitir juicios de valor sobre temas científicos relativos a los sueños porque carezco de formación profesional que me confiera autoridad para conceptuar críticamente sobre lo que han expresado sobre esa materia investigadores eminentes. Más aún, evado la lectura de sus obras porque no quiero bloquear o «contaminar» el ejercicio de mi don con racionalizaciones que interfieran la espontaneidad con la cual interpreto un sueño. Decidí que el don debo mantenerlo puro y silvestre, como lo descubrí, sin preocuparme, a estas alturas de mi vida, por plantearme interrogantes cuyas respuestas solo las sabe Dios.
La experiencia me ha enseñado que la ciencia, en algunos casos, tiene limitaciones para llegar a la raíz de problemas concretos que restan calidad de vida a las personas que los padecen; además, esos malestares afectan sus relaciones familiares y de pareja. Traigo a colación el caso de una mujer que me consultó por escrito un sueño. Después que le dije cuál era la interpretación de las imágenes y el mensaje correspondiente, ella quiso entrevistarse conmigo personalmente. Cuando la tuve frente a mí empezamos a hacer un recorrido de todos sus sueños desde los más recientes hasta los más antiguos y, en cierto momento, al desentrañar algunas imágenes que tenía presentes desde su niñez, descubrió que su padre, cuando ella tenía cinco años de edad, la había abusado. Su reacción, ante el hecho puesto en evidencia, fue histérica. Sentía que se ahogaba y no podía controlar el llanto. Al cabo de unos quince minutos recobró poco a poco el equilibrio de sus emociones y razonó que esa experiencia era la causa de muchos de sus problemas personales. Esta mujer tenía varios años de estar bajo tratamiento siquiátrico y no había logrado superar la ansiedad que la atormentaba y los ataques de pánico que la asaltaban en momentos imprevistos. Después de saber cuál era el detonante de esas reacciones y asumir una actitud de perdón frente al agresor, su condición mejoró notablemente, pudo dormir sin recurrir a medicamentos y su siquiatra continuó el tratamiento desde un enfoque diferente. Este caso me dejó una profunda satisfacción espiritual porque el don y la ciencia se conjugaron de manera efectiva para que esta persona sanara sus heridas emocionales.
Otro tema sobre el cual se consultó mi opinión fue el relativo a la cantidad de seudo intérpretes de sueños que hoy día se encuentran en todos lados. Respondí que era fácil identificar a los charlatanes porque nunca responden de manera directa y concreta cuál es el significado de un sueño. Siempre se van por las ramas diciendo generalidades que tienen bien aprendidas. Una vez vi uno de estos personajes en la televisión interpretando un sueño que le narraron al aire y su respuesta consistió en decir que la interpretación acertada se encontraba entre tres posibilidades diferentes. Sin embargo, la parte triste y dolorosa al mismo tiempo, es que ninguna de las tres alternativas propuestas contenía la interpretación acertada del sueño. Sentí pesar por el consultante y pena por el «experto». Simplemente realizó un «show» de adivinación y dejó al televidente más confundido que al principio. Otras personas, especialmente miembros de ciertas iglesias cristianas, creen que pueden interpretar los sueños a partir de determinadas simbologías bíblicas. Algunos cuentan sus sueños delante de toda la feligresía y a continuación explican la autointerpretación de los mismos. Ese ejercicio lo llevan a cabo de buena fe, convencidos que Dios les habla utilizando referencias consignadas en la Biblia. Lamentablemente debo decirles que están equivocados. Dios no utiliza códigos preestablecidos para enviar mensajes por medio de los sueños. Si así fuera, Él sería el autor del primer diccionario de interpretación de sueños escrito sobre la tierra. Tamaña falacia constituiría, de paso, una herejía sin precedentes.
Nací en Barranquilla, Colombia, en 1949. Desde muy niña, a la edad de seis años, descubrí que poseía el don de interpretar los sueños. Al principio supuse que era una facultad natural que poseían todos los seres humanos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo observé que no era así. Entonces, al llegar a la adolescencia, decidí ocultarlo para evitarme problemas y malos entendidos con quienes suponían que lo mío era un arte adivinatorio. Después de haber educado a mis hijos, de verlos casados e independientes, y ya retirada de mis ocupaciones laborales, consideré que había llegado la hora de desempolvar el don y ponerlo al servicio de los demás.
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