La crisis del coronavirus ha expuesto cómo el pensamiento y cálculo político de líderes nacionales puede afectar a una población, sobretodo cuando estos consideran que la ciencia no se ajusta a su discurso. Gobiernos alrededor del mundo critican constantemente la legitimidad de organizaciones internacionales que advierten e informan sobre potenciales crisis venideras, una de estas la gravedad del covid-19.
Aunque en Colombia el presidente y su gabinete inicialmente se demoraron en tomar acción, es indiscutible que estaban en constante comunicación con la OMS y que el Ministro de Salud confiaba plenamente en las directrices de esta organización. Por su parte, el gobierno de USA, México, Brasil, entre otros, intentaron minimizar el efecto del coronavirus, argumentando que era una gripa y que no existían razones para alarmarse.
Mientras el gobierno nacional sí confiaba en la legitimidad y autoridad de la OMS, los líderes de los demás países la tildaban de exagerada, principalmente, por el hecho de que las medidas pretendidas eran diametralmente opuestas a su discurso económico. La pandemia ha acelerado la propagación de información falsa en redes sociales, algo que ya es costumbre en el día a día de todos. Sin embargo, este fenómeno se agudizó al punto de convertirse en un problema, debido a que políticos, líderes locales, nacionales e internacionales (de ambos bandos del espectro político) decidieron deslegitimar instituciones que criticaran su accionar o pensamiento.
Algo de culpa deben asumir los medios de comunicación, que le dieron una plataforma a personas que propagaban información falsa, disfrazándola de opinión, con el afán de aumentar sus audiencias.
La crisis del coronavirus es una oportunidad inigualable para que las personas volvamos a creer en información de organismos multilaterales, como la OMS, Naciones Unidas, entre otras; que nos alertan de situaciones en temas tan variados como salud pública, calentamiento global, asesinato de líderes sociales, crisis humanitarias, por citar algunas.
Es inaceptable que los gobiernos únicamente acojan aquellos datos convenientes, y se dispongan a calumniar o sembrar dudas incluso sabiendo que la realidad es otra. Los ciudadanos debemos estar vigilantes y sancionar a aquellos líderes que constantemente propaguen información falsa, y que aun confrontados, afirman que no tenían el deber de verificar la fuente antes de compartirla. La población, al ser quienes escogen a sus representantes, deben elegir aquellos que no ataquen deliberadamente a organizaciones científicas, medios de comunicación, entre otros, cuando sus conclusiones o reportajes contradigan o critiquen su accionar.
Los medios de comunicación también deben estar atentos sobre la información que publican, la libertad de prensa y de opinión no cobija mentir para favorecer una narrativa política. Si esta coyuntura no es aprovechada para generar un cambio en la mentalidad, donde lo económico y científico, tan ligado a lo humano, se articulen estaremos condenados a repetir los mismos errores.
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