Desde tiempos inmemoriales -y producto de nuestra naturaleza machista- las mujeres son cortejadas, conquistadas y convencidas. Bueno, antes eso se hacía con un garrotazo. Dicen que de ahí viene el dicho «eso sale en par patadas», pero ya evolucionamos y nos salimos de las cavernas.

Por naturaleza, en la gran mayoría de especies es el macho el que corteja a la hembra: El pavo real con el plumaje más vistoso es el que corona pava reala. Es natural. El ciervo más cornudo es el que se lleva su cierva (afortunadamente eso no aplica en humanos o si no qué montonón de cachos). Los pingüinos que mejor bailan son los que más levantan pingüina (lo juro, lo vi en una película). Y así pasa con el gallo que más canta, el cuervo que más ojos saque o el lagarto que más puestos tenga. Es natural.

En el reino animal no hay machismo ni feminismo. No joden con el lenguaje incluyente y no hay animales y animalas. Simplemente son. La canaria no se ofende si el canario le deja la última semilla de alpiste en un claro acto de canarillosidad. Ni la tigresa se indigna porque el tigre le abre la puerta del carro, ni le ruge diciéndole «Ay, yo puedo sola, no soy una inútil». Digo, si los tigres manejaran y eso. Que el macho sea quien conquista a la hembra es una ley de la naturaleza, así que no se discute. Pero tampoco podemos negar que las hembras, mancebas y/o mujeres la tienen más fácil. Es natural. Ellas pastan en el prado más verde mientras el carnero, el macho cabrío, es el que se tiene que encender a cabezazos para lograr llamar la atención de la hembra. Aparte el ganador tiene que tomarse un frascado de advil para poder disfrutar de su «trofeo». «Es que me duele la cabeza» no es una opción. Pongo trofeo entre comillas porque a muchas mujeres les ofende el término, aunque a algunas otras les encante pasear con El Propio y sus escoltas (ver «La novia no-modelo«) en Galería Café Libro.

Desde chiquitos nos educan para eso: El que primero tenga triciclo va ganando. El que primero le quite las rueditas a la bici es el que embobará a Pili, la linda del barrio. El que tenga el mejor carro, con más motor o la billetera más gruesa, es el que corona. Tranquilas, no se me ofendan: Las mujeres antropológicamente deben asegurar que su descendencia tenga un padre que los proteja, así que buscan la billetera más grande para eso. Es natural.

Pero sigamos: en humanos es más complicado. El hecho de que seas el más «apto» para garantizar la prolongación de la especie ya no te asegura el éxito con la sujeta en cuestión. No basta con encenderse a trompadas con Miguelito, el matón del barrio, para que Susanita venga a limpiarte las heridas. Eso solo pasa en las películas.

Luego de que simbólicamente has vencido varios contendientes, luego de que simbólicamente has corrido más que el resto -literalmente eso lo hacen los espermatozoides- y llegas jadeando a donde tu adorada dulcinea, ella perfectamente te puede recibir con un «ay, no sé. Es que tengo como pereza de salir, si quieres miramos la otra semana«. Dan ganas de devolverse a dejarse dar por los otros tipos, por imbécil.

Luego de todo eso superado, hay que afrontar el mayor de los temores: Nosotros por las mujeres podríamos atravesar un río a nado, infestado de pirañas. Podemos «tocar varilla» 100 veces en el columpio del parque. Podríamos pasar los 8 mundos de Mario Bros 3 sin honguito. Podemos incluso buscar en Netflix dos horas una comedia romántica que no queremos ver, ¡y verla! Todo por ustedes; y lo hacemos con estoicismo digno de Simón Bolívar. Pero nos jode el rechazo. Que aunque seamos el pez payaso con los mejores chistes o el león con la más grande melena, ustedes nos rechacen. El miedo al rechazo es nuestro «ultimate fight«.

Y es que en eso no hay lógica. Las mujeres quieren un hombre amable pero no regalado. Uno que sea tierno pero valiente. Emotivo pero varonil. Firme pero no terco. Que trabaje y sea juicioso, pero se sepa divertir y salga de rumba. Que no despilfarre, pero que no sea tacaño. Que le guste la rumba, pero que salga solo conmigo. «Quiero que me invites a salir, pero te voy a decir que no puedo las primeras 6 veces. Si me dices 7 es porque REALMENTE quieres salir conmigo«. Francamente, si alguien invita más de 3 veces después de un «no» está muy necesitado en la vida. No nos digamos mentiras, queridas lectoras, ustedes quieren alguien que las haga reír pero que las defienda. «Algo así como un payaso ninja».

«Las mujeres quieren que uno sea rudo pero tierno».

Bueno, pues cuando pierdes el miedo al rechazo la cosa se vuelve más fácil porque te atreves a hacer cosas que el miedo te impide. Peeeeero, querido lector tembloroso, no te confíes y pienses que porque superaste el temor al rechazo de una mujer lo superaste con todas. ¡NO!

Siempre habrá una más que te haga temblar las piernas, o que te haga sudar como camello en pleno Sahara viendo pasar camella. Siempre habrá una mujer que te haga balbucear estupideces, que te haga razonar una cosa y sentir otra. Aquella mujer que te hace revisarle todo el instagram poniendo sonrisa de tarado, hasta que le das like sin querer y con un grito ahogado piensas si le quitas el like y te haces el pendejo, o pasas por el oso (y la osa) de saber que te descubrió viéndole fotos de hace 4 meses. Siempre estará esa mujer que te acelere el corazón cuando te saluda en el chat sin que le hables tú primero, aunque sabes que solo te va a pedir un favor. Siempre alguna te hará sentir como quinceañero. Pero no te preocupes, es natural.

@OmarGamboa


Esta semana les quiero compartir un par de descubrimientos que hice, y están enfocados en la productividad. Yo soy de esas personas que hace listas de pendientes, o en inglés to-do list. Así no se me olvida nada (al menos lo que anoto) y cada que voy completando le pongo su OK y lo paso al final de la lista. Me sirve para notar si estoy dedicándole mucho tiempo a tareas poco importantes pero desgastantes, me permite priorizar, etc. Pues me encontré con esto: Habitica, que es lo mismo, pero a manera de jueguito (gamification), lo que lo hace muy divertido. Yo ya tengo un morraco nivel 3, con espada y armadura de cuero. A este paso voy a matar dragones en una semana, jajaja.

Y el segundo descubrimiento es para la concentración. ¿Han notado que a uno en la ducha se le ocurren las mejores ideas? ¿Saben por qué es eso? Porque uno hace una tarea mecánica -uno no piensa tanto en la enjabonada y eso- y además tiene un ruido leve y constante: el agua cayendo. Pues lo mismo pasa con otro tipo de ruidos, que son constantes, a un nivel adecuado y no tienen sobresaltos, como un café tipo Juan Valdez, OMA, Starbucks o el que más les guste. Entonces, cuando me quiero concentrar de verdad, entro a coffitivity.com, que tiene un poco de sonido ambiental de cafés (en la mañana, en el almuerzo, café francés… hay de todo). Súper recomendados. Háganle y me cuentan cómo les fue. Nos leemos el otro jueves. ¡Chau!


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