Los colombianos estamos acostumbrados a que nos queden mal. Peor aún, estamos acostumbrados a quedar mal con los demás, y nos da lo mismo.
Esta semana la termino pensando en lo incumplidos que somos; supongo que no soy el único que un domingo en la noche recapitula la semana a ver qué tal estuvo. Normalmente lo que hago es repasar en qué se me fue el tiempo, qué logros obtuve, qué fallas, aciertos, etc. y así aprender de ello. La semana pasada la mayoría del tiempo lo invertí en hacer propuestas a clientes y esperando resultados de las personas que me deben entregar cosas, como compañeros de trabajo, proveedores y socios.
Hace un tiempo escribía «Me mamé de contratar colombiano«, y lo más triste es que si la leo ahora mismo, la cosa no ha cambiado y no cambiará quién sabe por cuántos años más. Puede que nunca lo haga. Los colombianos somos incumplidos, somos faltos de palabra. Pareciera que no nos importa quedarle mal a la gente, no nos importa la reputación. Y pues… no nos culpo: eso viene desde el presidente para abajo. Muchos recordamos el «No voy a subir los impuestos, lo escribo en piedra» cuando Juan Manuel Santos estaba en campaña. Obviamente cuando ganó se le olvidó, así como se le olvidaron las muchas otras propuestas que hizo, en ambas campañas. Me imagino que todo eso se le olvidó por andar pensando en el proceso de paz.
Actualidad Panamericana también escribió al respecto: «Encuentran piedra en la que Santos prometió no subir impuestos«.
Los colombianos estamos acostumbrados a que nos digan mentiras, lo toleramos como si fuera lo más normal. El presidente Santos tiene el nivel de aceptación más bajo del que, al menos yo, tenga memoria. Solo el 18% de los encuestados aprueba la gestión del presidente. ¿Y qué con eso? Nada, señores. Nada. Ni el presidente va a dejar de serlo, ni nosotros vamos a hacer nada más allá de quejarnos en redes sociales e indignarnos por lo que dice o por lo que hace. Y todos lo sabemos, pero miramos para otro lado. Bueno, ahora con la firma del proceso de paz, seguramente le aumentará un poco la popularidad. Eso es innegable.
Si seguimos bajando en la escala de poderes llegamos a la alcaldía de Bogotá. El 30 de diciembre de 2015 (un día antes de terminar el mandato de Petro) se inauguró con todos los bombos y platillos el Hospital de El Tintal (ver noticia). Supongo que el señor Petro tenía un afán bárbaro por poder entregar una obra y decir «yo la entregué, YOOOOO». Lo que son las cosas, justo hoy estaba viendo la noticia (aunque eso también se sabía hace rato) de que el hospital no ha podido abrir. Se inauguró hace 5 meses, pero no se ha podido poner a funcionar. O sea, «como tener mamá pero tenerla muerta».
Si ven esta nota de Caracol Noticias, las fallas son tan tontas, tan ridículas, que dan vergüenza. Se hizo una entrevista al arquitecto de la administración anterior y dice «partimos de la base de que se van a necesitar ajustes y se van a encontrar condiciones técnicas no evidenciadas en el momento». ¿Es en serio? ¿En su momento no se sabía que de proooooonto iba a llover en Bogotá y se iba a necesitar impermeabilizar el techo del hospital? ¿En su momento no se pensó que los techos de las salas de cirugía debían ser altos para que las lámparas cupieran? Claaaaaro, es que esas «condiciones técnicas» no se evidenciaban al momento de planear un berraco hospital. ¿Saben cuánto costó hacerlo? 32 mil millones de pesos. ¿Saben quién los paga? Nosotros, los tarados bogotanos que no hacemos valer nuestros derechos (y nuestra plata). Entonces toca reparar todo lo que ellos hicieron mal. Tumbar y volver a hacer. ¿Y saben quién paga esa plata? [Todos juntossssss] Nosoootroooosssss. Valga la aclaración, esa obra se inició en el 2009, en la época del carrusel de la contratación.
¿Sabían que las obras de ampliación del Canal de Panamá empezaron al tiempo con las del deprimido de la Calle 94 en Bogotá? Un pinche deprimido Versus todo un canal interoceánico. El Canal se entregó el fin de semana pasado y el deprimido sin terminar. Estoy medio deprimido (porque en Colombia todo lo hacemos a medias).
Al contrario de lo que muchos pueden creer a estas alturas, no vine a hablar de política. Ya de eso se encargan los noticieros, los politólogos, los columnistas reconocidos de este país del Sagrado Corazón. Los dos ejemplos que enumeré son para ponernos en contexto. Con la mano en el no-sagrado corazón les ruego que sus comentarios no sean políticos. No discutamos del tema, que ya bien aburridor es. Hablemos de nosotros, autocritiquémonos, pensemos en lo que podemos estar fallando.
Ese mismo comportamiento de que nos queden mal y que incumplamos a los demás nos pasa en la vida diaria. Hablaré de lo que me pasa a mí, no por egocéntrico sino porque son los casos que conozco. Me queda como jodido dar ejemplos de Carlos, María, Germán, Marcela… de todos ustedes. Esos ejemplos no los conozco yo así que les daré los míos y, tristemente, estoy seguro que muchos se sentirán identificados, porque pasa más de lo que uno quisiera.
Por nombrar solo los de la semana anterior:
Una compañera de trabajo quedó en enviarme una propuesta que le debemos al cliente desde hace rato. La primera vez me aseguró que lo entregaba iniciando semana, pero al final me dijo que el viernes. Bueno, el domingo, a las 10 PM (cuando escribo esta nota), sigo esperando. Por supuesto yo, al lunes siguiente, tendré que darle excusas pendejas al cliente y ver cómo lo resuelvo. Si no lo podía entregar el viernes ¿POR QUÉ CARAJOS SE COMPROMETIÓ? Falta de palabra.
El miércoles tuvimos una reunión con mis socios de otro proyecto. Uno de ellos (el encargado de la parte técnica) aseguró que en dos días, o sea el viernes, tendríamos producto al aire. Adivinen. También decidimos reunirnos el sábado para hablar de una entrega que debíamos hacer el miércoles próximo. Aaaadivinen. Nunca llegó. Supe de él cuando apareció el martes como si nada. Supongo que se tomó el fin de semana (y está en todo su derecho). Pero si no se podía reunir el sábado ¿POR QUÉ CARAJOS SE COMPROMETIÓ? Falta de palabra. Y en Twitter me pregunté qué tipo de persona sería «mejor» para trabajar. Obtuve varias respuestas.
¿Con qué tipo de persona prefieren trabajar?
— Marmota Gamboa (@OmarGamboa) June 20, 2016
El viernes tenía un almuerzo para hablar de otro proyecto con mi socio. Cuando le escribí a las 10 am para confirmar me dijo «uy, se me olvidó y cuadré otro almuerzo. Pero hablemos por Skype». ¿Y entonces? ¿Si no escribo para confirmar y llego directamente a la cita? ¿Pierdo el viaje? ¿Pierdo mi tiempo? Como si trasladarse en Bogotá fuera fácil. Y esa es otra cosa: ¿Por qué carajos tenemos que llamar a confirmar y re-confirmar las citas y compromisos? ¿No fue algo que ya acordamos? ¿No debería bastar con eso? Acá no basta con decir «listo, nos vemos ese día». Toca llamar el día de la cita a preguntar si sí es en serio. Esa es la credibilidad que tienen nuestras palabras, ese es nuestro nivel de compromiso.
Ese mismo viernes a las 3 PM tenía un compromiso social con una amiga. Ella me escribió a eso de las 11 am a preguntarme si sí nos íbamos a ver. Obviamente le dije que sí, estaba en mi agenda. Y si ella no me escribe a esa hora, yo la habría buscado a medio día a preguntarle lo mismo. ¿Por qué demonios tenemos que desconfiar tanto de nuestra palabra, de los compromisos que adquirimos? Simple, porque nos ha pasado ene-mil veces que nos quedan mal. Acá es donde yo les pregunto, amigos, ¿cuántas veces han quedado ustedes mal con alguien más? ¿Se les olvida una cita, no entregan algo cuando tocaba, no hicieron la llamada que debían hacer? Yo creo que todos hemos quedado mal con algo y cada vez pasa más seguido. Creo que ese comportamiento es algo que deberíamos atajar de raíz, como lo proponía en su momento Mockus.
Hace unos días vi un documental en Netflix, llamado «(des) Honestidad: La verdad detrás de las mentiras». Recomendadísimo. Algo de lo que allí se afirma es que las personas mentirosas cada vez tienden a serlo más, porque van perdiendo la noción de lo que es correcto y lo que no. Si dicen una mentira pequeña y no pasa «nada malo» y que por el contrario se salvan de un problema, la siguiente vez se va a decir una mentira cada vez más grande y así hasta que se ganan presidencias en países tropicales. Es cultural. Por eso mismo es que todos deberíamos tratar de atajar la cultura de la mentira y la permisividad, y ser más honestos, a tener más palabra.
https://www.youtube.com/watch?v=Ql4tRBlQIoU
En este documental se afirma que es normal que los árbitros en la NBA favorezcan a los jugadores estrella, que no les piten todas las faltas porque son estrellas. Y también con los principales equipos. No me extraña que eso mismo pase en otros deportes, o que haya pasado en la Copa América y el cargado arbitraje en los partidos de Chile.
Hasta hace un tiempo pensaba que mi poca tolerancia a la mentira era porque soy sicorrígido y no me cabía en la cabeza que alguien incumpla una cita. Pero no, es porque somos unos incumplidos, no le demos más vueltas. ¿Sabían que en Australia dicen «la hora latina» para referirse a una o dos horas después de lo pactado? Qué vergüenza. ¿Qué dirá la visita? Varios amigos españoles que viven acá en Colombia me han dicho lo mucho que les ha costado acostumbrarse a que nuestras reuniones siempre empiecen tarde, porque llegamos tarde y porque la primera media hora es echando rulo.
Nuestro «ahorita llego» es tan relativo que ni Einstein pudo haberlo predicho. Cuando el man formuló la teoría de la relatividad del tiempo no tuvo en cuenta a los colombianos. No hay fórmula que valga. Tengo amigos que dicen «estoy a diez cuadras» y no han ni salido de la casa. Si yo llamo a un cliente a decirle que voy tarde, entre la manejada, la mirada de la calle en la que voy y la hablada por celular, jamás podría mentirle sin que se notara. Y prefiero pasar la vergüenza de decirle que voy tarde que la de decirle mentiras. Las mentiras se notan, tarde o temprano se sabe. En serio.
Hace poco también me pasó que una amiga nos propuso en un grupo de whatsapp que nos reuniéramos el fin de semana a almorzar. Somos 4 amigos en el grupo. Cuando se llegó el fin de semana otra amiga escribió a preguntar «¿al fin qué? ¿dónde nos vemos?», a lo que la primera responde «Ay no pueeeedoooo, es que ya me comprometí con mi familia». ¿GUAAAAAAAAT? Pero si usted fue la que armó el plan, la que dijo «deberíamos vernos». Somos taaaan incumplidos que le sacamos el cuerpo hasta a nuestros propios planes. No seamos tan pendejos en la vida.
Tengo otra amiga que siempre llega tarde a sus compromisos así que termina uno acostumbrándose. Ya la conozco, ya sé que el umbral de espera puede ser mayor. Tengo otro amigo que es SUPREMAMENTE cumplido. Incluso creo que timbra o se anuncia cuando el reloj da la hora en punto, ni un minuto antes, ni uno después, cosa que me parece buenísima. Yo me imagino que él llega varios minutos antes a las reuniones pero, para no importunar, se queda afuera hasta que dé la hora. Ojalá todos fuéramos así.
El caso es que en ocasiones tengo reuniones con ambos y eso se vuelve un embrollo. Usualmente nos citábamos a las 6, después del trabajo. [6:00]: RRRIIIIIINNNNGGG. Don Omar, que ya llegó el señor XXX. Mi amigo sigue, y nos ponemos a hablar mientras llega mi amiga, hasta las 7PM. Pues resulta que los hombres no somos de alargar las historias.
Una conversación entre hombres:
– ¿Y qué marica, cómo van las cosas?
– Bien.
[5 eternos segundos de silencio]
– Ahhh bueno. Y… ¿cómo le fue al fin con la vaina esa que estaba haciendo?
– Ufff, bien. Salió todo perfecto.
[3.2 segundos después]
– ¿Y ya?
– Sí.
– …
Una conversación entre mujeres:
– ¿Y cómo te ha ido, Clau?
– Uy no sabesssssssss. ¿Te acuerdas de esta vieja que te conté que es medio zunga? ¿No? Bueno, no importa. Pues la muuuy bitch se descualquieró el viernes. SE-EN-RE-DÓ-CON-CAMILOOOOOO. En un cumpleaños en Gaira, imagínate que estábamos bailando todos y…
Y se fue la hora.
Para uno de hombre es muy jodido completar una hora hablando, porque uno despacha de a tema por minuto. Entonces básicamente debe encontrar sesenta temas la hora. Claro, hay excepciones, sobretodo cuando hay confianza entre los dos tipos y uno puede rajar de ciertos temas. Pero no era mi caso y no siempre pasa. Yo por ejemplo soy bueno para echar carreta, pero también soy de los que si estoy en modo trabajo me cuesta mucho cambiarme el mood, y siempre estaré pensando en los pendientes. La bendita vaina de ser ingeniero y tener la mente cuadriculada. O de pronto es un defecto de fábrica: conozco pocas personas tan cumplidas como mi mamá.
En fin, para la última reunión con ellos dos decidí cambiar las cosas. Pusimos la reunión a las 7 para que mi amiga lograra llegar. Pues llegó a las 8. Aparte llegó cansada, de mal genio y de afán, porque ya era tarde. Obvio esa reunión fue un fracaso, no solo porque no tuvimos mucho tiempo de reunirnos, sino porque uno nunca empieza las reuniones yendo al punto, sino que tiene que adelantar cuaderno. Y a eso súmenle que (de nuevo mi mente cuadriculada) yo estaba un poco de mal genio por la demora y tampoco le hice fuercita a que empezáramos inmediatamente sino que preferí esperar un poco a que se me pasara el raye.
La semana pasada fuimos a reunión con un potencial cliente que no es colombiano. Llegamos al punto de la hora. ¿Saben qué fue lo primero que nos dijo cuando nos sentamos? «Gracias por llegar a tiempo, aprecio mucho eso.» Ahí me pregunto ¿cuánta gente le habrá quedado mal en las reuniones? Lo normal es que uno llegue a la hora que dice que va a llegar. No deberían felicitarlo a uno por ser cumplido.
¿Será que soy muy de mal genio y debería ser más flexible? Supongo que en esta Colombia pachanguera toca. Supongo que más de un amigo costeño me diría que la coja suave. Pero yo me pregunto ¿POR QUÉ CARAJOS tengo que acomodarme al incumplimiento y a la falta de respeto por el tiempo de los demás? Pues es simple: Porque ajá.
Entonces andamos incumpliendo por todo lado, desde lo más pendejo como llegar 5, 10, 15 minutos tarde (o una hora), hasta lo más grande como inaugurar un hospital a sabiendas de que está mal hecho. O de decir en campaña que no se cederá un centímetro de territorio a los terroristas, y 6 años después decir «o firmamos o nos encienden a plomo». ¿No ven que el presidente lo sabía porque tiene información amplísima?
¿A cuántos de ustedes, de los que han comprado vivienda últimamente, les han entregado a tiempo? Creería que a ninguno. En Bogotá es «normal» que los apartamentos los entreguen 6 meses después. Y creo que me quedo cortico con ese tiempo. ¿Por qué es normal? No debería serlo. Pero uno ya sabe que cuando le dicen que los edificios los construyen en 2 años se va a terminar mudando en 3. Y tampoco es que los entreguen bien, porque siempre habrá problemas con el ascensor, o con las áreas comunes, filtraciones de agua en los parqueaderos o, por lo menos, con los acabados sin acabar.
A mí me llegan muchos clientes referidos para la gestión de sus campañas en Marketing Digital, usualmente para Redes Sociales y para campañas con influenciadores. Sin mentirles, de cada 5 clientes, 4 me dicen que el anterior proveedor les quedó mal y perdieron su plata. ¿En serio somos tan malos profesionales? A mí no me cabe en la cabeza que uno no le cumpla a un cliente lo que se comprometió a hacer. ¿Será que no se dan cuenta que así pierden clientes? Yo me precio de que en la agencia tenemos clientes fieles desde hace 3 años. Y si eso es así es porque somos cumplidos, porque nos esforzamos por hacer un muy buen trabajo y, sobretodo, porque les inspiramos confianza. Ahora, no voy a negar que en ocasiones nos demoramos en entregar las propuestas, pero por lo general se debe a que los proveedores nuevos nos quedan mal a nosotros. Obvio, eso no le importa al cliente, pero es la razón. Entonces, si me está leyendo algún cliente, créame que se me cae la cara de vergüenza y que cada día procuro minimizar esas demoras. Las 4 canas que tengo son por eso. Jurao pa Dios.
En fin, tristemente los colombianos somos incumplidos, no tenemos palabra. Incumplimos y nos incumplen. En todos los niveles e instancias. ¿Por qué carajos somos así? ¿Por qué lo toleramos? Pues porque ajá.
Creo que por ser relajados no nos hemos puesto a pensar en las implicaciones macro de nuestra falta de palabra. Si un ciudadano deja de pagar, digamos, diez mil pesos en impuestos ¿qué pasa? Nada. ¿Qué son diez mil pesos hoy en día? Ahora, ¿qué pasaría si cada ciudadano deja de pagar diez mil pesos en impuestos? Eso son como 80 mil millones de pesos, casi 3 hospitales de El Tintal, con sobrecostos y todo.
Ahora imagínense qué pasaría si todos fuéramos cumplidos, si no premiáramos la deshonestidad, si no permitiéramos la mentira. La cantidad de negocios, proyectos e ideas que se harían realidad. Si los proveedores entregaran a tiempo y lo que dijeron que entregarían. Varias de mis ideas se han demorado años en ver la luz y, en gran medida, se debe a que no he encontrado las personas para hacerlo. Las talentosas son incumplidas, o tienen actitud… pero el compromiso les dura menos que lo que tiene de atención un pez dorado. ¡De quinta!
La invitación es a que seamos cumplidos, de palabra, de tiempo, de compromiso. Créanme que la vida se vuelve más fácil, para uno y para los demás. Es más, ahora que andamos hablando de paz y todo eso, por ahí empieza la paz: por ponerse en el lugar del otro, respetarle no solo la opinión sino el tiempo. De todo eso hablaré en un próximo marmotazo, que también tengo planeado hace un montón de tiempo. Ahí les estoy quedando mal yo. Qué penononón con ustedes.
Antes de irme les dejo la historia anónima de la semana, que habla sobre los Amores de Internet. Anímense a escribir sus historias, garantizamos 100% de anonimato.
Nos leemos el próximo jueves. O sea, si no les quedo mal. ¡Chau!
Todas las entradas, están en: http://blogs.eltiempo.com/marmotazos/ O si quieren que les llegue al correo cada vez que se publica un Marmotazo, en el botón «Seguir a este blog +” que encuentran al comienzo, bien arriba, tienen la opción y no se pierden ni una.
Pero si quieren les recomiendo algunas entradas anteriores: “La verdad de la vida en pareja“, “¿Por qué seguimos solteros?“, «Señales de que simplemente no te quiere«.
También estoy en Facebook, Linkedin e Instagram. Y me encuentran en Snapchat como gamboaomar.
No sé si lo habrás oido antes, pero es cierto, y una amiga de un amigo (japonesa ella) nos lo contaba que en Japón un conferencista que fuera a dar una charla ante, por ejemplo 500 personas, no llegaba ni cinco minutos tarde, porque eso significaría que desperdicia no 5 sino 2500 minutos de la vida de las personas… te imaginas? cómo seríamos nosotros si hiciéramos lo mismo?
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Qué buena práctica. Y es muy buena manera de verlo, el montón de tiempo que le hacemos perder a la gente por incumplidos. Ojalá aprendamos.
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Eso de cancelar su propio plan estuvo buenísimo. Justo hoy me pasó y sí, da mucha rabia porque no hay que confirmar «n mil» veces una cita y mucho menos jugar con el tiempo del otro así.
Y no es sólo cuestión de rigidez. Es cuestión de respeto por el otro y de cambiar una cultura con una etiqueta tan vergonzosa como la de «la hora latina» por una como «la hora inglesa», por ejemplo.
Hacía falta tu marmotazo!!!
Un abrazo!
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Muy buena comparación con la hora inglesa. Triste que nuestro reconocimiento vaya más a lo negativo que a lo positivo. ¡Gracias Vivi!
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Omar como siempre un placer leerte de hecho ya hace días no lo hacías chato!! qué incumplido jajaja mentiras entiendo las múltiples ocupaciones pero no es disculpa ee! … Lamentablemente es algo cultural el hecho de no cumplir con nuestra palabra y que lastima porque mis abuelos ambos señores humildes y de campo me enseñaron que los más valioso que tiene una persona sin importar estrato social, educación u origen es su palabra antiguamente no existían contratos, letras o cualquier documento parecido solamente se confiaba en la palabra de un hombre, ahora a duras penas cumplimos con nuestras citas en el trabajo que es algo tan escencial, mucho menos tenemos consideración con nuestros amigos o familiares, es mas ni siquiera somos cumplidos con las facturas o deudas.
El valor y respeto por el tiempo de los demás debe ser algo sagrado es de las pocas cosas que no tienen vuelta de hoja una vez el tiempo pasa no podemos dar marcha atrás, considero que seríamos un país más productivo y exitoso pues dejaríamos atrás nuestra mentalidad egocentrista e intolerante y empezaremos a pensar en los demás respetando nuestros tratos e interesandonos por lo que los demás opinen de mi trabajo.
saludos desde toronto ansioso de leer un nuevo blog
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Cómo me he vuelto de incumplido, qué falta de todo, jajaja.
Muchas gracias por leer y comentar, Fernando. Un abrazo hasta Toronto.
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MIS CLIENTES SON DE LA COMUNIDAD JUDIA,GENTE MUY SERIA CON LAS CITAS Y CON LOS PAGOS POR ALGO SON SON PERSONAS EXITOSAS, MIS PAISANOS COLOMBIANOS LA VERDAD CAUSAN MUCHOS DISGUSTOS , PERDIDA DE TIEMPO Y DINERO POR SU FALTA DE SERIEDAD, LA MAYORIA NO HONRAN LA PALABRA QUE DAN
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Exacto. Creo que los colombianos no nos damos de la cantidad de plata y oportunidades que se pueden perder por ser incumplidos.
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Eso es falta de respecto por la otra persona y en parte la culpa es de nosotros los cumplidos pues acostumbramos a esperarlos. Cuando les digo que es hora colombiana que no espero más de cinco minutos y que es a esa hora llueve, truene o relampaguee abren unos ojotes de Búho asustado y parece que les hablara en otro idioma. Aún así algunos llegan tarde y pierden la cita.
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Creo que es buena práctica esa, Carlos. Si empezamos a exigirnos entre nosotros, quizás algún día nos volvamos cumplidos. Gracias por comentar.
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La verdad es solo Colombia, en otros países latinoamericanos que he visitado (Perú, Brasil, Argentina, Chile, Bolivia), la hora es sagrada. Nada más tomar un bus en Colombia, nunca jamás sale a la hora que dice, mínimo mínimo 20 minutos. En el resto de países si es a las ocho en punto, a esa hora sale el bus, ni un minuto más ni un minuto menos, y adivine qué? TODO el mundo llega a la hora que es, nadie llega corriendo 15 minutos después. Y el que se quedó se quedó.
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Así deberíamos ser todos. Como diría un amigo bloguero (Luis Eduardo): Qué lejos estamos.
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Hola, le cuento que me considero excepción porque NUNCA incumplo lo que prometo ya sea de trabajo,de reuniones familiares o de cualquier situación que implique puntualidad , procuro estar unos minutos antes y no faltarle al respeto a quien me espera.
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Excelente, Maria S. Qué bueno eso y ojalá todos fuéramos así. Nos ahorraríamos dolores de cabeza propios y ajenos. No pierdas esa cualidad nunca.
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Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.
Yo soy incumplido. 🙂 Empezar a cambiar.
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Jajajaja. Gracias por la confesión, Carlos. Con que varios de nosotros empecemos a cambiar vamos a hacer diferencia. En serio.
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Yo se que Santos es el de turno y toca hablar de el, pero realmente alguno de ustedes le cree a cualquier político cuando afirma que no subirá impuestos y creará x empleos? también se que es muy rico quejarse, pero no sería conveniente considerar la caida MUNDIAL de los precios del petroleo y el impacto que esto tiene en la economia y presupuestos locales? que es mejor, que no suban los impuestos y no tener con que ejecutar? con que operar?
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A ningún político le creo, Alberto. Muy cierto el comentario. ¡Gracias!
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Elemental, no solo es Colombia es Latinoamerica, es cuestion de mentalidad y cultura, es como si fuera el emblema de las personas de habla hispana.
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No puedo dar fe de otros países (supongo que no es exclusivo de Colombia) pero aunque sea común en estas latitudes, no le hallo justificación. No tenemos por qué ser incumplidos.
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Buenas noches Omar. Lo que más detesto es el sinfín de excusas baratas que sacan en el último minuto, «la casa, los niños, la oficina, el perro, el gato, la crisis de las eps» …
Hacen ver que uno no tiene vida y por eso uno cumple y entrega a tiempo.
Y sencillamente no se trata de que uno se haya convertido en un ser automatizado, sino que uno se programa o ejecuta los ajustes necesarios, para cumplir con lo pactado.
Y con respecto a la fama de incumplidos, es cierto, yo tuve la oportunidad de trabajar con españoles y cuando se acordaba una reunión, era lo primero que preguntaban, hora colombiana? Es decir, una hora después.
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Qué triste, ¿no? Es tal nuestro pésimo hábito que ya los demás se «ajustan» a nuestro incumplimiento. Fatal eso.
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Me.ha costado mucho aceptar el.incumplimiento de los colombianos o en general de suramerica,pactar un encuentro a cierta hora y saber que será 1 hora o mas tardees deprimente,aunque me ha servido para leer o adelantar trabajos por el móvil ,se que no cambiaran y a mi si me ha tocado aceptarlo para no amargarme la existencia por un imposible…..el que un Colombiano cumpla su palabra o llegue temprano.
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Tristemente cierto, Miguel Ángel. Lo malo es que está tan aceptado en nuestra cultura que es muy difícil que cambie. Pero me niego a que seamos tan pobres de mente. Seguiré tratando de ser cumplido, seguiré tratando de exigir lo mismo. Puede que no cambie las cosas a mi alrededor, pero yo estaré más tranquilo conmigo.
Y de paso, les pido excusas a todos los extranjeros por ese hábito tan horrible que tenemos.
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Esa actitud es falta de respeto con los demàs
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Completamente de acuerdo.
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De hecho, para una entrevista laboral, si el entrevistador se demora más de 15 minutos en llegar, me voy y le dejo dicho de que tenga en cuenta el tiempo de los demás y que la puntualidad es una carta de presentación no solo del candidato sino también de la empresa (porque vaya sea uno como candidato el que llega tarde, lo descartan de una).
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Jajajaja. Eso mismo hice hace un tiempo. Esperé media hora.
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Buenas tardes…. Oh si… llegar tarde es una de nuestras «antivirtudes» como mentir uno de nuestros «antivalores», pretender que cierras la puerta del carro y en un segundo te teletransportas de un lado a otro en ciudades tan complicadas en materia de tráfico como las nuestras; Ser temerario al volante y creer que pegandote a la bocina, hechar madrazos por doquier, mirar cada dos minutos el reloj va a desatar el colapso de movilidad que a diario vivimos… Realmente nos conlleva es a colapsar a nosotros mimos, peder importantes negocios, credibilidad, dinero y hasta a maltratar y a pasar por encima muchas veces de los que mas queremos, quienes en ultimas son los que terminan pagando los platos rotos de nuestra falta de planeación que debería contemplar tiempo adicional «por si las moscas» para contratiempos… Exitos!!!
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Qué cierto lo que dices, Diana. La teletransportación todavía no existe. Pero creo que todo se resume en que no respetamos el tiempo de los demás. Gracias por tu comentario.
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Hola Omar. Es cierto, los pocos que intentamos ser cumplidos quedamos como bichos raros donde todos se excusan con el «asi somos los colombianos». Cuando voy llegando tarde a alguna parte, porque el bus no pasó o porque salí tarde o por lo que sea, me comunico, me excuso, digo exactamente por donde voy y doy un tiempo real en el cual voy a llegar. Pero cuando estoy en ese proceso, por lo general me dicen: «ahh, tranquila que yo voy más lejos»… AHHH??? No aguanta, como dirían los adultos jóvenes de esta época. Bonitas eran esas épocas en que lo que más se apreciaba del otro era el mantener y cumplir la palabra dicha.
Oye, por cierto, rico saber de ti, incumplido! Gracias por volver a acordarte de tus lectores! 😉
Un abrazo!
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Jajajaja, de paso me das el varillazo. Jajajaja.
Gracias a ti por leer y comentar. Yo aún aspiro que volvamos a ser cumplidos y respetemos el tiempo de los demás.
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Buenas Buenas viejo Omar.
«SABES PORQUÉ LA GENTE LLEGA TARDE? La respuesta es muy sencilla: PORQUE LAS ESPERAN».
Laboré en una multinacional aquí en Colombia donde a diario asistía hasta a cuatro reuniones de trabajo y el incumplimiento era lo más común. Al mes de soportar éstas indelicadezas y falta de respeto opté por cerrar la puerta para iniciar las reuniones con los cumplidos y si los incumplidos eran mayoría pues saludaba al ingresar y de inmediato me retiraba de la sala de reuniones no sin antes demostrar mi no conformidad. Resultado? Mi actitud contra los incumplidos tomó fuerza dentro de la multinacional y así me trataran de sicorrígido arreglé el problema que tanto me irritaba. Qué tal?
Saludos.
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¡Quiubo Álvaro! Muy buena táctica, además funciona. El problema en muchos casos es que no se trata de reuniones frecuentes, sino de una sola vez en la vida: un posible cliente, la entrega de un pedido… ¿cómo le dice uno al proveedor «ya no me lo entregue» cuando uno tiene al cliente respirando en la nuca? Eso sí, luego, cuando ya el trabajo está terminado, le digo al proveedor que no volveré a trabajar con él por las demoras, que muchas gracias.
En otros casos lo que hago es firmar un contrato con cláusulas de incumplimiento. Si se demoran, empiezo a descontar el pago.
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Si, desafortunadamente muy cierto. Yo por eso ya no creo en las palabras de nadie. Únicamente creo en los hechos. Me ha pasado N mil veces que me llaman para salir a alguna parte, y a la hora de la verdad no salen con nada y peor no tienen la capacidad de llamar a decir que ya no, sino que yo se que ya no, precisamente porque no confirmaron nada el mismo día, horas antes. Y hay peores, cuando le dicen a uno que lo quieren ver tal dia, a sabiendas que ya tienen supuestamente otro compromiso ese mismo día, porque esa es la excusa pen,deja que dan. Maldit0s imbé-ciles, (perdón, pero es que de solo evocar esas situaciones, me da mucho mal genio). Entonces conclusión para no amargarme la vida, simplemente como dije al principio, NO le creo a nadie, solo les creo cuando las cosas pasan, para mi todos son unos mentirosos, incumplidos e irresponsables, hasta que los hechos me demuestren lo contrario. Mil gracias Omar por esta entrada, como siempre excelente y muy entretenido resulta leer lo que escribes.
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Gracias a ti por leer y comentar.
Pero no te llenes de odio, jajajaja. Bueno, no te niego que yo estaba muy indignado cuando escribí la entrada, luego la revisé y le bajé el tono. Porque la verdad es que es frustrante que la gente te quede mal.
Ahora el reto está en pensar si nosotros también le quedamos mal al resto.
Un abrazo.
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Tristemente es una realidad. Soy de las personas que trato de cumplir lo más que puedo porque ajá, uno no puede estar quedándole mal a las demás personas, desvaloriza el tiempo del otro y hasta el de uno mismo, pero tal como lo dices es una triste realidad incluso en el mundo de los negocios. Es un tema de cultura que cada uno debe trabajar en sí, a la vez, es un tema de amor propio, diría yo que hasta de egocentrismo… es que me creo tan importante que me tienen que esperar; es psiológico porque la gente se vuelve mentirosa, muy mentirosa, hasta el punto que dicen falsedad sin darse cuenta. En definitivas es un cambio necesario.
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Uy, completamente. Casi que por ego hacemos esperar a los demás. «Soy más importante, entonces que me espere». Qué ridículo, ¿no?
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Cuando hablo con personas sobre este tema, lo primero con lo que me salen es con que me tengo que acostumbrar, soy extrajera y eso aparentemente no me da derecho a quejarme del tema… No es que en mi país la gente no te quede mal o no te mienta, pero aquí es un caso extremo. Llegué a la conclusión hace mucho de que no saben decir que no y que aún sabiendo que jamás van a cumplir, se comprometen. Me frustra cuando me dicen cosas como: «somos así», «es cultural», «no te des mala vida»… ¿Cómo darme mala vida si por el incumplimiento de los demás, quedo mal yo?… No señores, no es normal ser incumplido, eso desde la posición en la que lo veas, es una falta de respeto! Pero eso sí, apenas te atreves a decir algo, eres grosero, intolerante y peor aún, si me quejo tanto por qué no me devuelvo a mi país? aquí son así y no tienen razones para cambiar… Gracias Omar por demostrarme que no soy la única que se indigna y es capaz de decirlo.
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Gracias a ti por comentar, DD. De hecho, gracias a ti pienso en que parte de eso se deba a lo que dices, que no sabemos decir que no. Que nuestro lema es «¡hágale!» ¿Cómo? No sé. ¿Cuándo? Ni idea. Pero le hacemos. Es una versión irresponsable del «se le tiene pero se le demora».
Y creo que no nos damos cuenta del mal que eso nos hace como cultura.
¡Un abrazo!
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Omar, muy curioso porque justo esto lo viví entre ayer y hoy. Ayer pacté una reunión laboral para hoy con un gringo y le dije que sí, que todo bien. Pero el man no volvió a confirmar ni nada y yo quedé con esa incertidumbre a la que uno ya está acostumbrado jaja necesitaba la bendita confirmación para HOY, así que lo volví a contactar y me confirmó la hora y lugar, pero no habría sido necesario dado que al man le bastaba con la primera vez que se pactó la reunión. Así uno sea cumplído es parte de nuestra idiosincracia el esperar una confirmación no importa si la otra persona es Colombiana o no.
Saludos.
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Jajaja. Exacto, como que ya no confiamos en la palabra. Cuando a uno le incumplen, pues… tiene que estar seguro de que SI van a ir. En fin, ojalá nos cambie eso algún día. Gracias por comentar.
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