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Por PanzaVidela

El domingo pasado, cuando terminó el partido, abrazado
a mi padre, pasaron por mi mente años y años de idas al estadio y finales de
campeonato llenos de tristeza por las constantes y repetidas eliminaciones. Fueron muchos  los  torneos desde 1988 en que salimos del estadio
con el corazón roto y la bandera azul envuelta en dobleces de desilusión.

Con el pasar de los años mi papá muchas veces me confió su
duda de si volvería a ver de nuevo a Millos campeón. Cuando terminó el
partido y los dirigidos por Hernán Torres daban la vuelta olímpica, abrazado a
él, las lágrimas escurrían por mis mejillas. Era una mezcla de emoción con
tantos recuerdos acumulados. Vinieron a mi cabeza los goles de Valenciano en
las finales de 1991 en aquella noche negra en que perdimos 4-2. El gol del
brasilero Toninho aquel 22 de noviembre de 1992 cuando el DeporCali nos venció
0-1, en otra tarde de domingo en la que las esperanzas se esfumaban y la eliminación
golpeaba nuestros corazones. Recuerdo los goles de Valenciano de nuevo en 1993,
y el gol de Juan Pablo Angel en 1994, cuando a pesar del campañon de Popovic,
en el clásico paisa, perdimos la estrella 14.

Luego se fueron acumulando las desilusiones y las derrotas.
Una nueva generación de hinchas comenzó a aparecer en las tribunas. Una
generación que nunca conoció la celebración final y que, con el pasar de los
años, fue creciendo con una esperanza ciega de ver a su equipo campeón.  Con una esperanza muchas veces alimentada por
sus padres, por aquellos que sí vivieron las vueltas olímpicas, aquellos que
les contaban de un equipo que durante mucho tiempo fue el mejor de Colombia.
Ellos, sus hijos, conocieron un equipo de media tabla, de dirigentes que año
tras año les robaron su ilusión.

El lunes cuando leí al Sr Meluk en El Tiempo, me sorprendí
con su nota al final del artículo. «Papá…¡Lo volviste a ver
campeón!» Comprendí que no fui el único que vivió de esa manera personal
la estrella 14. Y supe entonces que la estrella 14 no solamente debe tener el
inmenso reconocimiento  para el Sr Hernán
Torres, para el gran gestor de todo este sueño Sr José Roberto Arango, para la
nueva directiva y nuevo presidente Sr Felipe Gaitán, para todos y cada uno de
los hinchas que a su manera han apoyado al equipo y por supuesto para el grupo
humano y profesional de jugadores; sino también para todos esos padres que nos
inculcaron el amor profundo por este equipo.

Este título también es para aquellos, algunos ya en el
cielo, con quienes fuimos las primeras veces al estadio. Con quienes
compartimos esa pasión y esa ilusión de ver al equipo campeón. Ellos, que
compartieron con nosotros ese radiecito típico de aquellas épocas, muchas veces
una ruana doblada para soportar el frío cemento del Campín y con quienes gritamos al
árbitro «pícaro» o el coro que con los años se fue extinguiendo de las
graderías del Campín: «Campeón Millos Campeón». El mismo coro que se
escuchó con toda la fuerza de los años por todas las calles de Bogotá el pasado
domingo 16 de diciembre de 2012.

// Un saludo para todos los hinchas azules que hemos vivido
estos últimos años de «debacle y renacer» azul, un abrazo fraternal y
los mejores deseos para esta navidad, por fin -después de tantos años-
completamente azul!

¡Saludo Albiazul!   

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