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Por PanzaVidela

Durante la Copa del Mundo de Italia 90, más exactamente el 23 de junio en el estadio Delle Alpi de Turín, se enfrentaron dos de los titanes del fútbol mundial: Argentina y Brasil. Era la cuarta vez que lo hacían por Campeonato del Mundo.

Desde el punto de vista futbolístico este duelo no tuvo la emoción de un Italia vs Brasil en España 82, ni despertó para siempre la polémica de un Inglaterra vs Alemania del 66, pero marcó un hito en cuanto al famoso dilema sobre la mejor manera de jugar al fútbol. Jugar un fútbol alegre, ofensivo y vistoso para la tribuna, o un fútbol de precauciones, donde la victoria se convierte en un fin maquiavélico y los medios para alcanzarla simplemente no cuentan.

El Brasil de aquella tarde en Turín, dirigido por Sebastiao Lazzaroni, no era el  rimbombante equipo de México 86. Ya no estaban ni Sócrates, ni Falcao, ni Zico. Sin embargo era un equipo alegre, fiel representante del estilo que por aquella época estaba de moda. Un futbol rápido y ofensivo. Con un líbero y doble stopper en el fondo, dos volantes carrileros (Jorginho y Branco), un volante clásico cabeza de área (Dunga), uno de ida y vuelta (Alemao), un armador clásico (Valdo), y dos atacantes (Careca y Müller). Esa era la banda de Brasil y ese equipo llegó, como ha llegado siempre la selección carioca a los mundiales, como favorito.

Enfrente estaba la Argentina de Bilardo. Y aunque no era el equipo de sueño que maravilló al mundo 4 años atrás, si era éste un equipo más representativo de la filosofía «bilardiana». En este equipo ya no estaban ni Passarela, ni Brown, ni Sergio Batista, ni Jorge Valdano. Nadie podrá decir nunca que la Argentina de Italia 90 era más que la Argentina de México 86. De lejos era muchísimo menos. Y si bien en México el título se construyó bajo el talento de los «cracks» que acabamos de nombrar (y el de Maradona, obviamente), en Italia el subtítulo se construyó bajo la férrea disciplina táctica, fiel devota de la estrategia defensiva de Bilardo, así como de una actuación inspirada del golero Sergio Goycoechea.

Así llegaron aquel 23 de junio a Turín. Argentina defendía el título del Mundial pasado, pero Brasil venía de llevarse con lujo de detalles la Copa América del 89, lo que lo hacía favorito en este duelo.

El partido fue un monólogo brasilero. Los dirigidos por Lazzaroni lo intentaron de todas las maneras posibles. Por arriba, por abajo, por los costados, en la media distancia. La posesión del balón de aquel juego dio a Brasil como ganador con un 85% del tiempo total. Todos sabemos que en el fútbol este dato es una mera estadística que ni quita ni pone al resultado final. Argentina llegó una sola vez al arco de Taffarel y ganó.
 
Con Maradona a bordo Bilardo hizo como el jugador de ruleta que confía toda su suerte a su única ficha. Le apostó todo al «diez azulgrana». Apretó los puños, contó hasta diez…y ganó.
Durante los 90 minutos Argentina se encerró con todas las precauciones inventadas hasta ese momento y no le dio un centímetro de espacio a los brasileros. La táctica defensiva funcionó a la maravilla. Y en el minuto 81 llegó el momento esperado en toda la tarde. «Diego» recibió el balón en la mitad del campo. La pegó a sus botines y se llevó a cuanto brasilero vino a su camino (en total 7). Cuando los tenía a todos -como perros de cacería- pegados a sus pies, metió un pase magistral a la bomba del área donde Claudio Paul Cannigia -completamente solo- eludió a Taffarel y definió con frialdad para dejar llorando a 150 millones de brasileros.

Durante muchos años tanto brasileros como argentinos y los espectadores en general, pensamos que ese duelo había sido una batalla táctica donde Bilardo salió ganador por simple capacidad estratégica. Pero luego de muchísimos años en una entrevista televisiva el mismo Maradona rompió el mito que había sobre aquel juego y admitió -con una ironía increíble- que la victoria, además de la táctica futbolística de la que hablamos, se construyó sobre la trampa.
 
El aguatero de la selección albiceleste había preparado en su «maletincito» un agua con químicos especiales para bajar el rendimiento, agua que regalaba a jugadores brasileros en los momentos en que entraba al campo a atender a algún jugador. Branco fue una de las «ingenuas» víctimas.

Este partido sin duda tuvo muchos elementos para el recuerdo. Fue también la última vez que estos dos colosos del fútbol mundial se enfrentaron en una Copa del  Mundo. Tanto argentinos como brasileros guardan un especial recuerdo, y esta anécdota, entre otras, se suman a la rivalidad que tienen estos dos hermanos suramericanos. Suráfrica 2010 vuelve a ser un escenario hipotético de encuentro. Los espectadores del mundo esperan cada cuatro años que un duelo de estos se repita.

¿ Hay algún partido de un Mundial que ustedes recuerden especialmente?

Aquí presentamos un resumen del partido con narración brasilera y luego otro video donde Maradona habla sobre el incidente del aguatero.


// Tenemos la grata noticia que otro histórico del blog, FritzFratz, se estará uniendo al equipo «mundialista». Hoy comenzamos con este recuerdo y proximamente estaremos publicando los aportes del resto del equipo. Recordamos también que siempre que haya una noticia respecto a Millonarios la publicaremos y comentaremos.

¡Saludo Albiazul!

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