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A boca llena muchos gritan hoy que el ciclismo es el deporte que más debería importarnos a los colombianos, como si acaso tuviéramos que convertirnos en país a punta de gustos. Es todo lo contrario, seguiremos con la fiebre del balón por toda una eternidad porque somos masoquistas.

El ciclismo parece ser un deporte más sano. En plena competencia se ve solidaridad entre rivales, en un mismo equipo suele haber camaradería (evitemos la referencia al Movistar para no herir susceptibilidades con Nairo) y, por decir lo menos, un ciclista se cae, se rompe la cara, raspa sus rodillas y se recupera tan pronto puede para seguir pedaleando cuatro o cinco horas. Un futbolista no solo se inventa la caída en la cancha, sino que dramatiza el dolor más insufrible, casi como si le rompieran el corazón. El ciclista exitoso es más humilde que el futbolista promedio.

Pero no hay que cegarnos en medio de este apoteósico y emocionante triunfo de Egan Bernal en el Tour de Francia. El ciclismo colombiano hace poco no más estaba envuelto en un tremendo escándalo de dopaje. Que ahora nos hagamos los desmemoriados es otra cosa. Y fuera de nuestras fronteras el ciclismo también ha sido reflejo de una sociedad corrupta. Ahí está no más Lance Armstrong justificando su dopaje para poder ser el mejor de todos.

El suceso de Egan Bernal es extraordinario -¡sí que lo es!-, pero no es resultado de una decidida política que apoye nuestros deportistas. Esa ya es una queja histórica de los colombianos hacia nuestra clase dirigente. Obvio, una vez más, todos los políticos salieron a festejar un logro deportivo como pueden hacerlo, aunque sin merecerlo. Entregan tras las victorias cruces de Boyacá que parecen más cruces de remordimiento por ser siempre tan oportunistas.

Cada tanto nos aparecen así figuras o generaciones basadas en el talento y el sacrificio y de ellas nos aprovechamos. Veamos no más a James, Falcao o Juan Pablo Montoya, quienes sí que tuvieron que hacer esfuerzos, con sus familias como soporte, para poder iniciar y sobre todo mantener una carrera profesional deportiva.

Los colombianos no tenemos que hacerle más fuerza al ciclismo que al fútbol por el triunfo de Bernal en el Tour de Francia. Ese mensaje es propio de una hinchada aparecida y poco sentida. Los que gustamos del fútbol bien podemos apoyar con todas las ganas del mundo a un joven de 22 años que ya es leyenda. Igual a Nairo, Mariana Pajón, Farah y Cabal. Pero seguiremos alentado durante una eternidad y mil años más a la Selección Colombia hasta que gane un Mundial de fútbol. Ahí sí que podríamos juramentar para siempre la locura de este país. Y qué bello sería estar diagnosticados para poder empezar a curarnos de este mal.

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