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La semana pasada en el marco del II Encuentro colombiano de la Mujer y la Niña en la Ciencia, un grupo de mujeres dedicadas a STEM (Ciencia, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas) nos contaban sus experiencias desde la academia, la cotidianidad y lo laboral. La idea era incentivar a las niñas y jóvenes participantes a hacer parte de estas, así como entender lo cruciales que son las STEM para el desarrollo de los países y el futuro de nuestra sociedad.

Algunas de ellas contaban desde su trayectoria cómo ha sido ser mujer en un ámbito sumamente masculino y desde donde se han vulnerado sus capacidades científicas por simplemente ser mujeres. Concluíamos todas desde nuestro lugar, que el desafío está en lograr que más mujeres sean protagonistas de ese futuro que nos espera, pero también desde la cotidianidad, pero para esto es necesario que todas las mujeres y niñas tengan acceso a carreras y oportunidades laborales en estos campos.

Sin embargo, dentro de la elección por parte de los jóvenes de carreras en “ciencias”, también existe una diferencia de género muy significativa. Los chicos están casi tres veces más interesados en las ingenierías y las TIC, que las jóvenes y niñas. Incluso, entre las alumnas con mejor rendimiento escolar, muy pocas aspiran a carreras de informática e ingeniería, favoreciendo–tres veces más que los varones—carreras en salud, especialmente medicina, enfermería, odontología, farmacia o veterinaria.

La decisión de los jóvenes de seguir determinadas carreras sigue estando influenciada por factores no relacionados con sus habilidades, sino con estereotipos de género y creencias sobre para qué son buenos los chicos y las chicas y qué es bueno para cada uno de ellos. Esto debe cambiar.

Al finalizar, discutíamos sobre qué estamos haciendo cada una para lograr fomentar el amor de niñas y jóvenes por las STEM y nos preguntábamos: ¿Quién definió cuales eran las carreras propicias para los hombres y cuáles podemos desarrollar las mujeres? Y ¡Wow! Nos sorprendimos al notar que la historia siempre nos cuenta los hechos desde la posición masculina, la prueba: nuestros museos, la antropología misma y las clases mismas de historia elemental.

¿Te imaginas la prehistoria contada desde la cotidianidad y pensamiento de las mujeres? Yo sí, y estoy completamente segura que nuestra historia sería otra.

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