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sebastian zapataPor: Sebastián Zapata 

Por estos días se estrenó la quinta temporada de una de las series más vistas en el último tiempo, House of Cards. Para los que no han tenido la oportunidad de verla, esta serie narra el ascenso de un político, de tinte “demócrata”, al cargo de presidente de Estados Unidos de Norteamérica.

De lo más interesante del programa es la forma despiadada y tenebrosa en la que esta figura pública logra pasar de ser un legislador del distrito quinto de Carolina del Sur, a presidente número 46 de los EEUU. En dicho camino, el señor Frank Underwood- personaje principal-, realiza, entonces, una multiplicidad actos de traición, homicidios, alianzas, y demás.

Pero verdaderamente lo que llama la atención en esta emisión televisiva, es cómo al ver este programa se pasa fácilmente de la ficción al realismo político; es decir, para muchos televidentes House of Cards es una simple adaptación de una serie inglesa, pero si se hace una reflexión un poco más profunda, se puede dilucidar fácilmente que los hechos que se narran allí son bastante verídicos y reales para ciertos regímenes políticos, entre los cuales puede estar el caso Colombiano. Tal vez, no es coincidencia que Netflix- plataforma dueña de los derechos televisivos del programa en cuestión-, haya realizado varios comerciales en los que se promociona a House of Cards con personajes “célebres” nacionales, como Paloma valencia o la famosa “Loca de las naranjas”.

En este orden de ideas, vale la pena recordar que a través de la historia del realismo político nacional han acontecido sucesos más impactantes que, sin ninguna dificultad, podrían convertirse en libretos mucho más estremecedores que los de House of Cards, por ejemplo, qué tal que al señor Underwood le hubiese financiado la campaña presidencial uno de los mayores carteles de cocaína del mundo, como lo fue el cartel de Cali en la década de 1990.

Pese a que el protagonista de House of Cards no escatimo en utilizar múltiples estrategias para ser el presidente norteamericano- quizá el cargo más influyente en todo el mundo- y mantenerse a capa y espada en tal posición, nunca realizó gestiones tan complejas como utilizar instituciones de inteligencia para chuzar telefónicamente, además, de espiar a sus opositores y hasta a sus mismos aliados políticos, como tal parece que si sucedió en Colombia hace un par de cuatrienios.

Es más, qué hubiese pensando Frank Underwood si en su periodo legislativo alguna de sus colegas, por ejemplo, defendiera ciegamente regímenes bochornosos, dictatoriales o semidictatoriales, como Cuba o Venezuela. Inclusive, no imagino la sorpresa de Underwood si en un determinado momento de su anterior legislatura, uno de sus compañeros de corporación leyera en frente de todo el país versículos religiosos para debatir temas públicos y de interés nacional.

Considerando lo anterior, no vislumbro la magnitud de rating de esta serie si Frank Underwood hubiese compartido legislatura con el narcotraficante más recordado de la historia, Pablo Escobar- que fue representante a la Cámara por Antioquia a principios de los años 80’s-. Y es que quizás Frank hasta se vería como una inocente paloma, si en su periodo como legislador la cuarta parte de sus compañeros estuvieran vinculados con un mega proyecto político amparado por un grupo armado ilegal, como sucedió hace unos con las Autodefensas Unidas de Colombia.

Pero bueno, quizás sea interesante ver lo más reciente de este programa norteamericano para observar las sorpresas que nos trae y, con ello, tal vez logre alcanzar una ficción más sorprendente que lo que ha sido la misma realidad de la historia política colombiana, que de lejos es hasta hoy más cautivante y espeluznante, que cualquier serie televisiva sobre asuntos de poder.

Twitter. @sebastianzc

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