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Por: María Andrea Rojas

En la antigua Grecia solían hablarse de tres tipos de amores: el eros, el philos y el ágape. El eros corresponde a una forma idealizada de amor, en donde surge el sentimiento apasionado experimentado al inicio de cualquier relación. Es un amor por lo general irracional que surge de la pasión y la atracción entre dos personas. Este último tipo de amor suele surgir en cierto tipo de votantes en épocas de elecciones presidenciales, un amor idealizado que en ocasiones genera una visión poco crítica y reflexiva frente al candidato de preferencia.

Los votantes, líderes de partidos, militantes y personas interesadas en la política creen fielmente en que su candidato es la mejor opción ciudadana, desconociendo en parte que la política es un escenario de intereses, ideales, convicciones y creencias que no pueden generalizarse en una sola persona, de ahí la fragilidad del lenguaje político. A veces estas creencias derivan de un sentimiento irracional que corresponde a la etapa idealización, generalmente dada en la etapa electoral, en donde la expectativa genera un sentimiento platónico y apasionado generando en la persona una idea o imagen distorsionada sobre lo que verdaderamente es el candidato.

Basta con ver el montón de memes que se publican a diario en las redes sociales donde se posicionan a los diferentes candidatos presidenciales como la única o la mejor opción que tiene Colombia para el cambio. Hablando desde mi experiencia personal, he sido eliminada por dos perfiles de facebook por el hecho de exponer una postura crítica frente el candidato de su preferencia, es tal el apasionamiento que no hay tiempo para reflexionar sobre lo que se publica. Podría decirse que esto describe perfectamente la banalidad de la política como describe Hannah Arendt sobre la banalidad del mal a través de su libro Eichmann en Jerusalén, en donde la falta de reflexión y pensamiento crítico llevaba a los individuos a alejarse del resultado final de su elección sin importar si era buena o mala.

Es claro que la política siempre ha sido un terreno de amores y de odios porque allí se discute la construcción de “nación” o de “país”, claramente los intereses, convicciones e ideas hacen de la política un terreno de pasiones y conflictos. Sin embargo, llegar al fanatismo de no tolerar una postura o una crítica de los candidatos de su preferencia, utilizar información falsa para deslegitimar a otro candidato sin verificar su fuente, desinformar y eliminar a una persona que no piense igual; resultan ser actos claramente banales producto de la irracionalidad y  el sectarismo político.

Por ahora, me quedará por pensar que aún no somos esa patria enmarcada en la violencia entre liberales y conservadores de la cual tanto buscamos desligarnos.

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