Por: Sebastián Zapata Callejas
Por estos días, y en hora buena, se ha vuelto a poner el tema de la universidad pública en la agenda nacional. Es fundamental recordar, las veces necesarias, que esta institución es tal vez el motor primario de progreso para países como el nuestro; países que aún tienen en estado de precariedad algunos índices de desarrollo, y que solo mediante una educación amplia y de calidad podrá ayudar a millones de ciudadanos salir de la miseria, la pobreza y en el peor de los males, el desconocimiento.
Es que no se trata de poner la educación en un único pedestal moral y caer en falsos antagonismos, como el que plantean algunos estudiosos, entre universidad pública versus universidad privada, no; claramente ese no es el asunto, porque cada institución cumple un rol especifico en la sociedad. Lo que si se debe poner en tela de juicio es que la universidad pública no tenga hoy el reconocimiento social con el que debería contar y, más grave aún, no posea los recursos necesarios para un adecuado funcionamiento.
No hay que tener más de dos dedos de frente para saber que las demandas entorno a la exigencia que están haciendo miles de ciudadanos en pro de que se le asignen mayores recursos a las universidades públicas no responden a caprichos de estudiantes y profesores, sino que representan el clamor y la preocupación de miles de ciudadanos que ven como se agudiza cada día más el déficit estructural de las universidades públicas colombianas.
Tal vez algunos gobiernos anteriores han tratado de aplicar soluciones para el problema del desfinanciamiento de las universidades públicas; sin embargo, poco o nada se ha podido corregir, ya que el déficit presupuestal continúa, en muchos casos de manera alarmante. Por ello, se hace necesario que se apliquen estrategias afectivas en el corto, mediano y largo plazo para sanear la universidad pública.
Los colombianos deben ser conscientes de que el papel de las universidades públicas es neurálgico si se quiere un país mejor, gracias a que son estas el mejor camino para la movilidad social y la disminución de las brechas sociales, que tanto afectan a millones de connacionales.
De la universidad pública en lo personal- y creo que muchos coincidirán con mi posición- debo reconocer que me brindó una formación intachable, me llevó a desarrollar los juicios críticos necesarios para mi vida profesional, inculcó en mi el cariño por investigar, me ayudó a comprender las realidades sociales de un país del tercer mundo como el nuestro, me llevó a formar un carácter y unas posturas que sin ella nunca hubiese podido desarrollar, me regaló la oportunidad de valorar aquellos caminos que se “hacen a pulso”, en general, me enseñó el gran valor que tiene la educación.
Es por esto, que en medio de esta coyuntura lo ideal es que todos los colombianos adopten como propia la causa que simboliza los desafíos que enfrentan en la actualidad las universidades públicas y que el actual Gobierno asuma con firmeza dicho asunto, para ejecutar acciones reales y contundentes que den respuesta a todos los malestares con que tienen que convivir estas universidades por estos días.
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