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Josué Martínez FPor: Josué Martínez
Me pregunto ¿dónde está el presidente Iván Duque? No precisamente porque brille por su ausencia en sus más de 100 días de mandato, más bien por no encontrar coherencia entre el Duque candidato, que planteaba su idea de gobierno con discursos sobre la educación y la economía naranja; y el Duque presidente, que aparece muy poco para dar la cara y que cuando lo hace demuestra que su postura está lejos de ser la de un mandatario con ideas nuevas, vanguardista y de tinte educativo.

En varios asuntos de interés nacional ha quedado claro que no hay en el Gobierno una postura firme frente a lo que sucede.

Y es que ha tenido vicisitudes el inicio de su mandato. Para mencionar algunos casos: el paro estudiantil al que se han sumado otros gremios que protestan, entre otras cosas, en contra la ley de financiamiento; la molestia de varios sectores políticos con el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, quien tuvo que defenderse en el Congreso y someterse a una votación para conocer sí tendría que enfrentar una moción de censura; la hundida en el Congreso de la mayoría de iniciativas de la consulta anticorrupción; y el terrible escándalo de corrupción de Odebrecht que involucra ahora al Fiscal General de la Nación. En estos episodios hubo apenas una respuesta tibia por parte del mandatario.

Impresiona de verdad oír sus entrevistas sobre la economía creativa -tema que dio bases a su libro y a sus propuestas de economía naranja-, y más aún su explicación sobre cómo con una economía basada en la creatividad y la comunicación; y en la que se incluye el arte, los medios, la arquitectura, la publicidad, la gastronomía, la arqueología, los festivales y la pintura; puede abarcar el 5,2 % del PIB mundial y ser más grande que la producción del café y la minería (para hablar de Colombia).

Con gran propiedad lanzaba máximas aquí y allá de su proyecto novedoso basado en el conocimiento y en la educación. Frases como: «La cultura no debe ser más en Colombia algo ornamental, un accesorio» y «hay que trabajar no solo en la inversión, sino en que los recursos que lleguen al país vengan con valor agregado de propiedad intelectual, para convertir el talento en riqueza a través de esa propiedad intelectual». Incluso, quién lo creyera, lanzaba improvisadas reformas educativas y parecía tener claro el modelo pedagógico que debe seguir el país: «Ningún sistema educativo es mejor que la calidad de los maestros.»

Debo confesar que al oír sus entrevistas de nuevo, pensé por un momento, que un presidente así es el que necesita Colombia e incluso, por un instante, de forma inconsciente un casi imperceptible remordimiento alcanzó a hacerme sentir mal, por no haber votado por él. Tuve que recapacitar y volver a la realidad para recordar que efectivamente había sido elegido y ahora era el mandatario de los colombianos.

Entonces qué pasó con ese candidato, lumbrera de las nuevas economías, vanguardista de las reformas educativas, quien tenía claro que el camino correcto era el de fomentar el talento joven e impulsar las nuevas ideas para sostener con economía creativa las bases del país. No parecen hoy en día tan claras sus iniciativas, no sale a sentar sus posturas con propiedad, no se le oyen conceptos claros para contrarrestar todo lo malo que está pasando en su administración.

Por eso no creo que Iván Duque esté gobernando, no coinciden sus maneras actuales con las que mostraba infalible en su candidatura. Parece más una pieza secundaria en esa maquinaria silenciosa y sagaz que es el Centro Democrático, partido liderado por ese ser oscuro y enigmático, ahora en el congreso, que les ha hecho creer a la mayoría de que su partido está dividido y que hay una supuesta oposición. O tal vez Duque, como muchos otros se dio cuenta que hablar bonito en campaña es mucho más fácil que ejecutar ya en gobierno y ahora enfrentado a la realidad del país no encuentra capacidad de respuesta.

Esta incoherencia en el discurso del mandatario es sorprendente y aunque hayan pasado hasta ahora 100 días de su Gobierno es muy llamativo que en tan poco tiempo parezca haber habido un cambio tan profundo en sus convicciones que lo lleven a dejar que el país se desborde en una protesta colectiva que cada día toma más fuerza, a dejar que varios de sus funcionarios en vez de estar proponiendo mejorías, estén defendiéndose de líos legales, a hacerse el de las gafas ante delicadas pruebas y denuncias de corrupción en el sector judicial de su gobierno, a retractarse de su inicial compromiso con la consulta anticorrupción y dejar que todas las iniciativas con ese objetivo se hundieran en el Congreso y a permitir y proponer el alza en los impuestos, cosa que dijo en todas partes que no iba a hacer.

Se puede concluir con este panorama que lo único naranja en el gobierno de Iván Duque es el saldo político que en tan poco tiempo le va quedando, porque si bien es cierto, y lo dijo él, no se gobierna con encuestas. Estas, por lo pronto, le van pasando factura.
Twitter: @10SUE10
#100DiasdeDuque

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