La revolución tecnológica, además de traer grandes avances al desarrollo de los países, también trae retos en los anacrónicos esquemas de gobernabilidad. En especial el acceso a la información y la autonomía de parte de las personas genera retos claves sobre el valor agregado de los gobiernos, y en la fortaleza institucional de generar diálogos entre las comunidades más excluidas del desarrollo.
Las consecuentes manifestaciones sociales, la evolución exponencial del populismo, y la deprimida imagen de los líderes políticos, sin duda muestra que los mecanismos y escenarios para tomar decisiones sobre las visiones de desarrollo deben ser analizadas. La promulgación de nuevos liderazgos enfocados hacia la transparencia y la inclusión social deberían darle el valor agregado a los gobiernos, los cuales se están deteriorando por las constantes burbujas emocionales que se perciben en épocas electorales y que estallan cuando llega el momento de gobernar.
En función del Reporte Global de Riesgos 2019 del Foro Económico Mundial, existe una relación entre la fractura de la gobernanza, el estado de crisis, el desempleo, la alta escala de migración, y en general una profunda inestabilidad social si la oferta estatal de los gobiernos no cumple con las expectativas de la ciudadanía. Las recientes manifestaciones en Hong Kong y el histórico fallo de la justicia americana de prohibirle a Trump bloquear seguidores en Twitter, son apenas dos hechos que deberían hacerle tomar conciencia a los jugadores mundiales de que la visión de desarrollo es un tema de humanidad e inclusión.
El mismo Foro Económico Mundial indica que alrededor del mundo existe 1.000 millones de personas que viven con menos de $1.25 USD al día, mientras en Colombia el 10% de los más ricos ganan 4 veces más que el 40% de los más pobres, y en México mueren alrededor de 14.000 personas al año por la mala calidad del aire que respiran. Esto deja en claro la evidencia de la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, teniendo en cuenta claro la noción de competitividad, inclusión y eficiencia dentro de los esquemas de gobernabilidad y producción.
El tema de inclusión es clave para poder avanzar en los demás ámbitos del desarrollo, dado que de no fomentarse puede provocar una bomba social y, por ende, terminar en violencia. Cuando se analiza las causas estructurales de la violencia en Colombia, por ejemplo, los expertos comparten opiniones al indicar que son la pobreza, la desigualdad, y la exclusión de los modelos de producción lo que género que personas con otras cosmovisiones se alzaran en armas, y razón tienen cuando se evidencia datos como los de Bolivia, que indican que una persona de la población indígena se demora 4 veces más en salir de la pobreza que otra del resto de la población.
El desactivar una bomba social de tal magnitud ya no involucra solamente aspectos relativos a la educación tradicional en procesos y operatividad, hoy día se requiere mejorar temas clave de la inteligencia emocional de los individuos y las capacidades blandas al momento de tomar decisiones. Por ejemplo, un estudió de McKinsey & Company indica que el arte de liderar grandes proyectos requiere de competencias en la definición de propósitos, alineación de incentivos, promoción de la confianza, desarrollo de la cooperación, y el modelamiento de las conductas de las partes involucradas en los proyectos.
De esta manera la redefinición del concepto de gobernabilidad en función del desarrollo se mueve hacia la inclusión de las comunidades excluyentes, el fortalecimiento del dialogo entre las partes, la capacidad emocional para tomar decisiones, el aprovechamiento y sostenibilidad de los recursos y, en general, ver que la tecnología llego para democratizar la información. Estas, sin duda, son algunas claves que deberían tener en cuenta los gobiernos para generar valor agregado a la ciudadanía y evitar materializar los riesgos de promover una profunda inestabilidad social.
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