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Catalina GalvisPor: María Catalina Galvis

Aprovechando la época de semana santa, decidí que era tiempo de ir a un lugar del que todo el mundo habla en Colombia y que se promociona tanto a nivel internacional: Salento y el Valle del Cocora, en el departamento de Quindío.

Pues bien, compré mis pasajes aéreos desde Bogotá hasta Pereira para el jueves santo a primera hora de la mañana; y desde ahí, alquilamos un carro con el fin de hacer el recorrido por estos destinos del paisaje cultural cafetero colombiano. En primer lugar, pude confirmar lo que ya me habían dicho sobre el estado de la carretera que de Pereira conduce a Armenia: es excelente, de doble calzada, rápida y con buena señalización.

Al pueblo de Salento llegamos a las 9:00 de la mañana. Ya me había imaginado yo que por la época en la que iba conocer Salento, iba a estar muy lleno de turistas colombianos y extranjeros caminando por las calles y buscando “souvenires” para llevar de vuelta; pero por llegar temprano, el pueblo aún estaba vacío y fue muy agradable recorrerlo; horas después iba ser imposible caminar. Dejamos rápidamente el carro en un parqueadero y nos fuimos hacia la plaza central del pueblo a conocer la famosa “calle real”, una calle llena de balcones paisas coloridos, con un fuerte y gustoso aroma de café y con muchos pobladores invitando al turista a que conozca sus tiendas de regalos típicos y recomendándole probar la famosa trucha como plato principal a la hora del almuerzo.

Habiendo recorrido toda la calle real, que es únicamente peatonal, decidimos subir al mirador y buscar los willys que lo transportan a uno hasta el Valle del Cocora. Los willys son unos carros tipo jeep, típicos campesinos, en donde tradicionalmente se transportan personas, algunas de pie en la parte trasera, y alimentos.

Desde Salento hasta la reserva natural del Valle del Cocora son aproximadamente 20 a 30 minutos en los willys. Sin embargo, también se puede ir en carro particular y dejar el vehículo estacionado a la entrada de la reserva, en donde los coordinadores de este lugar natural, lo reciben a uno dándole la bienvenida y recomendando no botar basura dentro de la reserva. Una vez adentro, el turista tiene dos opciones: entra caminando o puede alquilar caballo para hacer los recorridos con guía. Nosotros llegamos en el willys, nos bajamos y decidimos entrar caminando.

Fue en este punto que empezaron mis sorpresas. Yo iba con un extranjero y era la primera vez que visitábamos los bosques del Cocora. Apenas vi a las personas con los chalecos que los identifican como coordinadores de la reserva, me les acerqué para pedir indicaciones y un brochure que me permitiera hacer el recorrido de manera más fácil y segura. Para mi sorpresa, me dijeron que no tenían más brochures; pero que le tomara una foto al único que tenían y que, de todas formas, podíamos caminar hacia donde quisiéramos”, solo que los recorridos a pie no tienen acompañamiento de guía (o eso me dijo la persona que me atendió a mí).

En lo personal y sabiendo que este es un destino tan promocionado, me pareció “el colmo” y hasta irresponsable la poca organización. No ofrecen tours guiados en varios idiomas, aun cuando la mayoría de los turistas provienen de otros países, sobre todo europeos. Eran las 11 de la mañana y no tenían más brochures en donde se observe el mapa de la reserva para hacer los recorridos ecológicos y además, nadie me supo decir qué se podía hacer en cada punto dentro de la reserva.

Decidí no decir nada para no indisponerme y con foto en mano, entramos a la reserva. Afortunadamente, ambos íbamos de tennis deportivos porque el camino es lodoso y es un solo camino para personas y caballos. Si como nosotros, deciden hacer el recorrido a pie, es recomendable ir con ropa cómoda, que se pueda ensuciar y disponer de todo el día si quieren conocer bien la reserva, pues hay caminatas que duran entre dos y hasta cuatros horas en un solo sentido.

Nosotros solo llegamos hasta un punto intermedio y ya cuando me sentí cansada y decidí sentarme a disfrutar del paisaje, pude caer en cuenta de lo imponente que es. Palmas de cera enormes y colores tan verdes en la montaña que parecen de mentira. Es como si la naturaleza le dijera a uno con una voz alta y templada, ¡aquí estoy! El paisaje es espectacular. No es lo mismo verlo en fotos que ir a verlo en vivo u en directo; pero hay que tener claro que este destino no es para todo el mundo.

Durante la caminata, empecé a notar que iban familias caminado con ropa “inadecuada”, como sandalias, baletas, zapatos y ropa casual. Por momentos pensaba, “¿en qué está pensando la gente en venir así hasta acá?”, luego recordaba la poca información que existe y que no hay nadie a la entrada que advierta sobre cómo es mejor vestirse, el estado de las rutas y que de las recomendaciones suficientes. En ese punto caí en cuenta que no es culpa del turista, sino de la administración de la reserva, que no entrega la información necesaria al momento de entrar.

De repente y cuando ya estábamos saliendo de los bosques del Cocora, vi una familia entrando con bebe en brazos, empujando un coche y con una persona de una edad muy avanzada. Yo misma tuve que advertirles que no iba ser posible que entraran así, pues iba resultar muy incómodo y hasta peligroso para el bebé y para la persona que demostraba más de 70 años. Me dieron las gracias y se regresaron con nosotros, advirtiéndonos que nadie en la entrada les había dado las indicaciones pertinentes. Tanto ellos como nosotros coincidimos en la falta de organización que hay en la reserva.

Y para terminar de confirmar lo que ya venía pensado durante mi recorrido, mientras me tomaba un jugo a la salida de la reserva, pude percatarme que una señora estaba quejándose con uno de los coordinadores del lugar, pues ella que había decidido hacer el recorrido en caballo, no sabía dónde estaba su guía, se había caído del caballo y se había perdido. Afortunadamente, nada había pasado a mayores; pero su disgusto era notable y muy entendible. Yo no pude evitar escuchar atentamente la conversación entre ella y el coordinador de la reserva, quien solo le pudo contestar: “lo siento mucho señora, lo tendremos en cuenta”. Seguidamente el coordinador comentó con sus compañeros que ese es uno de los grandes problemas que tienen en los bosques del Cocora ¡Que no tienen guías certificados!

Fue ahí que terminé de reafirmar que a Colombia le falta mucho en turismo; un turismo organizado, que brinde diversas opciones para nacionales y extranjeros, con recorridos guiados por guías expertos y certificados, con disponibilidad de varios idiomas, con mejor señalización y con buenas indicaciones y recomendaciones como por ejemplo, qué edades son recomendables para disfrutar plenamente de la reserva y qué tipo de ropa se debe usar.

En mi concepto, al Valle del Cocora no es recomendable llevar bebes de brazos, coches, morrales grandes y nada que pueda incomodar. A menos que se haga el recorrido en caballo, es mejor irse muy cómodo y tener un estado físico aceptable que le permita caminar mucho. No recomiendo el destino para personas mayores y niños pequeños, que no estén en condiciones de soportar largas y lodosas caminatas y que mucho menos pueden montarse y manejar por sus propios medios un caballo.

Ya cuando volvimos a Salento, en horas de la tarde el pueblo estaba tan lleno que no se podía caminar. No había suficientes restaurantes o cafés, ni mucho menos parqueaderos para estacionar. En este punto pensé que el pueblo no está preparado para el turismo masivo y que, por lo contrario, deben empezar a tomarse medidas de control turístico, sobre todo en las épocas de temporada alta como semana santa.

Hay que ver entonces antes de promocionar un destino como Salento y el Valle del Cocora, es mejor prepararnos para ofrecer un turismo de alta calidad, con las condiciones para recibir tanta gente y que por sobre todo, sea sostenible.

Twitter @catagalvis0625

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