El panorama económico de Colombia no sólo es sombrío, tiende a empeorar
“El control de la producción de riqueza es el control de la vida humana misma”,
Hilaire Belloc.
Colombia está desacelerando en materia económica, pese a los fantasiosos y convenientes pronunciamientos del ejecutivo. No podemos ser crédulos, en los últimos años ha sido palpable el freno al crecimiento económico, mientras en 2013 crecimos 4,9% según el DANE, en 2014 lo hicimos en 4,4%, 2015 en 3,1% y para 2016 en 2,0%. Los análisis más optimistas proyectan que en 2017 el crecimiento sea del 1,7%. Esto se debe a la excesiva dependencia de los hidrocarburos, a la fuga de las empresas extranjeras buscando destinos más favorables y a nuestras tasas impositivas que son de las más altas del mundo.
Según datos del Fraser Institute en su reporte anual Economic Freedom of the World Colombia ocupa el puesto 116 en libertad económica, lo cual nos deja en una posición paupérrima, siendo superados por varios países de la región como Chile (13), Costa Rica (28), Guatemala (34), Panamá (37), El Salvador (42), Nicaragua (45), Perú (52), República Dominicana (55), entre otros. Estos alarmantes datos también son confirmados por Heritage Foundation en el ya tradicional Index of Economic Freedom 2017, en el que Colombia pasó de ser una economía “principalmente libre” a una “moderadamente libre”.
Los índices anteriormente mencionados nos sirven para dimensionar la situación interna, ya que toman en cuenta diversos factores como el tamaño del gobierno, ordenamiento jurídico, derechos de propiedad, inflación, regulación, corrupción, “salud fiscal”, entre otros; y evidencian las trabas que deben afrontar los emprendedores colombianos, las Start-Ups y cualquier sociedad que desee innovar.
Sin embargo, si a nivel nacional la situación adquiere visos de preocupación, a nivel internacional mucho más. El World Economic Forum en The Global Competitiveness Index 2016 – 2017 ubica a Colombia en el puesto 91 en capacidad de innovación y en el lugar 133 de 138 en cuanto a tasa impositiva total, quiere decir esto que somos el 5 país del mundo menos favorable para la inversión en materia tributaria.
Dicho de otro modo, las empresas extranjeras también se encuentran con un panorama desalentador al buscar ingresar al mercado colombiano, pocas se animan a hacerlo y algunas de ellas mueren en el intento, lo cual redunda en menos empleo, baja inversión y poca competitividad. Esta afirmación se respalda en la Balanza Cambiaria del Banco de la República en la cual se infiere que la inversión extranjera directa en el mes de mayo de 2017 cayó 40,5% respecto a mayo de 2016. Esto no sólo nos confirma que el presente económico del país es sombrío, sino que tiende a empeorar.
Para darle un rostro al problema que afrontan los inversores extranjeros basta con hablar del caso más taquillero: UBER. Una plataforma tecnológica disruptiva e innovadora que rompió con el modelo de transporte tradicional, presentando una alternativa – para muchos – más cómoda y económica que el taxi urbano. Pese al buen servicio que presta y la indiscutible generación de empleos que produce, ha causado gran revuelo entre los políticos estatistas y los monopolios del taxi en el país, que han intentado declararlo ilegal al reconocer la plataforma como una amenaza para su negocio.
Tales hechos nos confirman que en Colombia urge la diversificación económica, la nación debe apostarle a la innovación, al emprendimiento y a la inversión extranjera como herramienta para la superación de la pobreza. En plena era digital la fórmula no debe ser demasiado compleja como lo pretenden los amantes del asistencialismo, que proponen crear mil fondos para financiar microempresas que el gobierno juzgue como útiles y que nuevamente anegan al emprendedor en un mar de trámites burocráticos. Basta con establecer un marco institucional que genere un ambiente propicio para el desarrollo. En mi próxima columna especificaré el diagnóstico y enunciaré posibles soluciones al problema.
Por último, quiero agradecer a la Casa Editorial El Tiempo y a Palabras Mass por este espacio que generosamente me han brindado. El país no debe temerle al disenso, todas las voces deben ser escuchadas, ese es un primer paso para la construcción de una paz real, esa que no se firma como un cheque en blanco a los enemigos de la patria, sino que se construye en sociedad, con la fuerza de las ideas.
Excelente articulo. Felicitaciones a su autor.
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Consecuencias de negociar con terroristas.
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